Santa Eduviges Carboni: un sacerdote en el infierno que no creía en la presencia real de Jesucristo en la Santa Eucaristía

Santa Eduviges Carboni: sacerdote en el infierno que no creía en la presencia real de Jesucristo en la Santa Eucaristía y escribía libros herejes y blasfemos. -
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Alma del purgatorio: Benito Mussolini


Eduviges tuvo visión de personas que estaban en el infierno; de quienes estaban en el purgatorio y le pedían ayuda; y de algunas que estaban ya en el cielo o que iban al cielo después del purgatorio.

Vitalia declaró: Un joven que habitaba en su edificio y que nunca había querido escuchar sus consejos de arrepentimiento, pues era no creyente, murió de improviso por una descarga eléctrica en su trabajo. Tuvieron tiempo de llevarlo al hospital, pero rechazó al sacerdote que fue a darle los sacramentos. Un día, lo encontró Eduviges envuelto en llamas (condenado) bajo los pórticos de la Estación. Él la maldecía... y le reprochaba de no haber puesto su nombre en el Cuadrante de la misericordia. Jesús mismo le aseguró a Eduviges de haber tenido con él un gesto de misericordia, mandándole un sacerdote, pero lo había rechazado.

Otro caso. Un hombre llevaba una vida honesta. Era bueno, pero no se acercaba a los sacramentos. El Señor en su misericordia infinita advirtió a Eduviges: “Escribe a N.N. y dile que aconseje a N.N. que cambie de vida, pues de otro modo el castigo vendrá sobre él”. El interesado no quiso arrepentirse y Eduviges supo de Jesús que se había condenado.

Paulina nos dice: Entre los condenados recuerdo un cierto Raimundo Santona y dos profesionales, el doctor Pes, un dentista de Cerdeña, un cierto Bochirio Pío y Manusto Pischedda con otra joven que se había suicidado.

Un caso más conocido fue el de un sacerdote que en aquellos años de la segunda guerra mundial daba escandalosas conferencias, pues no admitía la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Era muy inteligente y llevaba una vida muy honesta. Le llamaron varias veces la atención de la Santa Sede, desde tiempos del Papa Pío X, cuando él enseñaba en la universidad de Roma. Él no quiso ceder nunca. Paulina dice: Después de la muerte de este sacerdote, se le apareció en visión a Eduviges, porque era una de las que había rezado por él y le dijo que estaba condenado, porque había escrito libros contra la fe católica y había dado mucho escándalo. Y para que no pensara que era una imaginación, el sacerdote tomó un libro que hablaba de cosas sagradas, que estaba en la habitación de Eduviges y, al contacto con sus manos, el libro quedó quemado.

Otro caso parecido, pero de distinto resultado, fue el del sacerdote romano padre Vannutelli. Él había llevado una vida saludable, pero al ver su testamento después de morir muchos quedaron desconcertados, ya que allí decía que negaba la divinidad de Jesucristo y colocaba a todas las religiones del mundo en el mismo plano. Sin embargo, nunca había publicado sus ideas y se había salvado por su devoción a la Virgen María.

Sobre el purgatorio escribe en su Diario en octubre de 1943: Se me presentó uno y me tocó la muñeca, y me la quemó. No lo conocía, estaba vestido de oficial. Dijo:

- He muerto en la guerra. Quisiera unas misas, que sean celebradas por Monseñor Vitali. Tú y Paulina ofrezcan la comunión.
Después de celebradas las misas y hechas las comuniones a su intención, se presentó de nuevo todo resplandeciente y dijo:

- Voy al paraíso donde rezaré por vosotras, especialmente por Monseñor Vitali. Soy un ruso y me llamo Paolo Vischin. Mi madre me había educado en la santa religión; pero, al crecer, me dejé llevar por la mala vida que se vive en Rusia. Al punto de morir, me arrepentí y recordé las buenas palabras que de niño me decía mi madre.

Este caso lo cuenta así Paulina: Se le aparecieron dos hombres de origen ruso, uno dijo llamarse Paolo Vischin. Le contaron que habían nacido católicos, pero se habían hecho comunistas y habían sido heridos en la segunda guerra mundial. Al momento de su muerte, se habían acordado de los buenos consejos de sus padres y habían pedido perdón a Dios, arrepentidos de sus errores. Estos dos rusos pedían a Eduviges misas que fueran celebradas por Monseñor Massimi y Monseñor Vitali. Al desaparecer de la habitación de Eduviges, dejaron su huella en el piso. Yo las he visto. Estas huellas pudieron desaparecer después de fregar mucho y fuerte.

Escribe Eduviges: Mientras rezaba delante del crucifijo, de pronto se me presentó una persona toda envuelta en llamas... De entre ellas oí una voz apenada que me dijo: “Soy Benito Mussolini. El Señor ha permitido que venga a ti para que pueda encontrar consuelo en las penas que sufro en el purgatorio. Te pido por caridad que apliques en mi sufragio todas las oraciones, sufrimientos y humillaciones durante dos años, si tu director te da permiso”. La misericordia de Dios es infinita, pero también es infinita su justicia. Y en la gloria del paraíso no se puede entrar si no se ha pagado hasta el último centavo de la deuda contraída con la justicia divina. El purgatorio para mí es muy penoso, porque esperé al último momento para arrepentirme”... Un día de la primavera de 1951, Jesús dijo, después de la comunión: “Esta mañana el alma de Benito Mussolini ha subido al paraíso”.

Dice Eduviges: Me soñé con una maestra muerta hacía un mes a causa de un bombardeo. La vi resplandeciente, pero tenía los brazos un poco quemados, lo demás de su persona estaba sano y bello. Ella me dijo: “Vean cómo estoy ahora. Debo ofrecer otra misa y seré liberada del todo. Házmela celebrar por Monseñor Vitali”.

La misma Eduviges me contó, dice Vitalia, que una mañana, pasando por Santa María la Mayor, sintió tres veces una voz que decía: “No pases de largo sin mandar celebrar una misa por mí”. Fue a santa Práxedes y mandó celebrar la misa. En la tarde, Eduviges le preguntó a Jesús de quién se trataba. Se refería a un cierto Ornello, muerto en aquellos días en las Fosas Ardeatinas.

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