Kevin Angel
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Evangelio según San Marcos 4, 35-41. (30/01/2016) Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había …Más
Evangelio según San Marcos 4, 35-41. (30/01/2016)

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

Palabra del Señor.
Kevin Angel
“¿Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Marcos 4, 38)
Se desató una fuerte tormenta y las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. ¿Qué habrías hecho tú si fueras uno de los discípulos que iban en aquella pequeña barca zarandeada por las olas y azotada por el vendaval? ¿Habrías mantenido la fe pese a semejante peligro?
A veces, las pruebas que nos toca pasar son tan …
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“¿Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Marcos 4, 38)

Se desató una fuerte tormenta y las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. ¿Qué habrías hecho tú si fueras uno de los discípulos que iban en aquella pequeña barca zarandeada por las olas y azotada por el vendaval? ¿Habrías mantenido la fe pese a semejante peligro?

A veces, las pruebas que nos toca pasar son tan grandes que nos parece imposible soportar un minuto más. En ocasiones como ésas, aunque la razón nos diga que Dios está siempre allí, las emociones nos indican que nos encontramos completamente solos. Todo lo que vemos es que nuestra “barca” de problemas se llena de agua y está a punto de hundirse.

Jesús les dice a los apóstoles que allí es donde empieza la fe. Cuando hay muchas preguntas sin respuestas y nada visible que nos sirva de apoyo, entonces es cuando podemos decidir: dejar que las circunstancias nos arrasen y nos abrumen, o confiar en el amor tierno y misericordioso de Dios, que nos ha prometido que jamás nos abandonará.

¿Qué tormentas te hacen perder la fe en Dios? ¿Cómo reaccionas tú cuando la duda o la inseguridad te zarandea como un vendaval? ¿Qué harías tú si corrieras el peligro de perder tu casa, quedarte sin trabajo o si a tu esposa o a un hijo tuyo le diagnosticaran una enfermedad grave? ¿Recurrirías primero a Jesús consciente de que él está todavía en la barca de tu vida?

Nuestro Padre celestial quiere darnos una fe inquebrantable; una confianza tal en su protección que seamos capaces de superar todo tipo de pruebas o peligros. Naturalmente, seguiremos teniendo las reacciones humanas normales pero, en lo profundo del corazón, encontraremos aquella paz firme y estable que nos sostendrá contra viento y marea.

La próxima vez que pases por pruebas y dificultades graves de peligro, ira o duda, pon en acción tu fe en Cristo. Acude a él sin demora; pon la situación en sus tiernas y poderosas manos y pídele fortaleza y sabiduría para saber qué hacer. Así, en medio de la tormenta, experimentarás la paz del Señor.


“Jesús santo, ¡ayúdame a tener más fe! Enséñame a confiar en ti hasta en las situaciones más increíbles, y concédeme, Señor, la paz y la confianza de que estás siempre conmigo y mi familia, incluso en los momentos más difíciles de mi vida.”
Kevin Angel
“¿Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Marcos 4, 38)
Se desató una fuerte tormenta y las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. ¿Qué habrías hecho tú si fueras uno de los discípulos que iban en aquella pequeña barca zarandeada por las olas y azotada por el vendaval? ¿Habrías mantenido la fe pese a semejante peligro?
A veces, las pruebas que nos toca pasar son tan …
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“¿Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Marcos 4, 38)

Se desató una fuerte tormenta y las olas caían sobre la barca, de modo que se llenaba de agua. ¿Qué habrías hecho tú si fueras uno de los discípulos que iban en aquella pequeña barca zarandeada por las olas y azotada por el vendaval? ¿Habrías mantenido la fe pese a semejante peligro?

A veces, las pruebas que nos toca pasar son tan grandes que nos parece imposible soportar un minuto más. En ocasiones como ésas, aunque la razón nos diga que Dios está siempre allí, las emociones nos indican que nos encontramos completamente solos. Todo lo que vemos es que nuestra “barca” de problemas se llena de agua y está a punto de hundirse.

Jesús les dice a los apóstoles que allí es donde empieza la fe. Cuando hay muchas preguntas sin respuestas y nada visible que nos sirva de apoyo, entonces es cuando podemos decidir: dejar que las circunstancias nos arrasen y nos abrumen, o confiar en el amor tierno y misericordioso de Dios, que nos ha prometido que jamás nos abandonará.

¿Qué tormentas te hacen perder la fe en Dios? ¿Cómo reaccionas tú cuando la duda o la inseguridad te zarandea como un vendaval? ¿Qué harías tú si corrieras el peligro de perder tu casa, quedarte sin trabajo o si a tu esposa o a un hijo tuyo le diagnosticaran una enfermedad grave? ¿Recurrirías primero a Jesús consciente de que él está todavía en la barca de tu vida?

Nuestro Padre celestial quiere darnos una fe inquebrantable; una confianza tal en su protección que seamos capaces de superar todo tipo de pruebas o peligros. Naturalmente, seguiremos teniendo las reacciones humanas normales pero, en lo profundo del corazón, encontraremos aquella paz firme y estable que nos sostendrá contra viento y marea.

La próxima vez que pases por pruebas y dificultades graves de peligro, ira o duda, pon en acción tu fe en Cristo. Acude a él sin demora; pon la situación en sus tiernas y poderosas manos y pídele fortaleza y sabiduría para saber qué hacer. Así, en medio de la tormenta, experimentarás la paz del Señor.


“Jesús santo, ¡ayúdame a tener más fe! Enséñame a confiar en ti hasta en las situaciones más increíbles, y concédeme, Señor, la paz y la confianza de que estás siempre conmigo y mi familia, incluso en los momentos más difíciles de mi vida.”