Lo han ampliado..., el Infierno

Lo han ampliado..., el Infierno.

José Luis Aberasturi, el 18.01.24 a las 7:25 PM

Me llega de buena fuente que han tenido que ampliar el Infierno de saturado que se encontraba: petao, oigan. ¡Las sardinas en lata estaban anchas en comparación, y por poner un poner!

Era lógico: con la deriva de la Iglesia, antes Católica 100%, y hoy vete tú a saber -da la impre de que va por barrios, o diócesis, u oasis, o a temporadas: ahora estamos de rebajas de enero-, se han disparado los ingresos a perpetuidad, desde hace tiempo: como en un pico, gordo, de COVID al uso. Pico inducido, por supuesto. Como casi todos los que vienen de los poderes fácticos, por lo civil o por lo eclesial.

Y, como no podía ser de otra manera -hay que acoger a todo el que quiere entrar y quedarse definitivamente ahí-, han tenido que hacer una ampliación más que generosa: con miras de futuro; no como las iglesitas que, para ser parroquias, las hacen ahora como cajas de zapatos: esto es amplitud de miras y magnanimidad. Y se está llenando, el Infierno, a un ritmo acelerado: algo que asombra a propios y extraños.

No hay quien lo pare. Los del registro de entrada no dan a basto; y también han ampliado el horario con más funcionarios, que allí son de gratis total.

La causa viene de la interpretación de algunos del CV II, como prácticamente todo el desmadre eclesial, que nos desborda, además de que nos asfixia y nos corrompe, alma y conciencia…, si nos dejamos, claro.

Desmadre, que no sólo resucita todas las herejías habidas y condenadas -antes, estas cosas se condenaban públicamente, para avisos de propios y extraños; vamos, que incluso se publicaban con nombres y apellidos, además de la exposición de los motivos-, sino también de las nuevas que se originan; sin nadie que las denuncie: con honrosas excepciones, que siempre las hay, porque el Señor no nos deja nunca solos ni a solas. Pero son muy pocos los miembros de la Jerarquía fieles a su Vocación y Misión: de esos que hacen honor a su Nómina.

Una de esas herejías, que ahora se ha puesto nuevamente en “el candelabro” -o quizá no ha dejado nunca de estar y, por eso, vuelve a la palestra periódicamente- es lo del Infierno.

Que si existe. Que si no. Que si está vacío. Que si pa’ qué… Y así, todas las vueltas y revueltas que se le ocurran a cada quisqui.

Pues vamos a entrar al trapo, que falta hace.

Lo primero y más importante, desde “lo católico”: fijaos si existe, que ¡es Dogma de Fe! Nadie, en la Iglesia Católica, puede afirmar lo contrario. Si lo hace de modo consciente y con ánimo de negarlo, automáticamente se convierte en hereje: queda fuera de la Iglesia, y no puede recibir ningún Sacramento mientras no se arrepienta, no se le levante la excomunión, y pueda, entonces, confesar y retornar a la Casa del Padre.

Como es obvio: para los no católicos, también existe. Porque aquí, todos, católicos o paganos, pecamos por igual, e igualmente somos juzgados por el mismo Jesús. Sabiendo que no hay más que dos Sentencias Definitivas: o Cielo o Infierno. De aquí, de Dios, nadie escapa, nadie se burla, reza el Salmo. Es lo que hay, y no puede ser de otro modo.

Como ya apuntó Aristóteles, defender la necesidad de Premio y Castigo al final de la vida terrena es de orden natural: por eso pudo postularse ahí y con eso.

La Iglesia Católica, para sostener lo que sostiene como Dogma de Fe, se acoge a las múltiples expresiones que, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, aluden al tema.

Unas son explícitas: Apartaos de Mí malditos al fuego eterno, por ejemplo: y es Cristo quien habla. Otras, son “a modo de” parábolas: véase, la del rico Epulón y el pobre Lázaro, que también nos la cuenta Jesús. Y finalmente, las hay estilo alegórico: Allí será el llanto y el crujir de dientes, por poner un poner y sin separarnos ni un milímetro del Señor.

Todas ellas -y otras muchas que se podrían citar: casi 50 si no me engaña la memoria-, no tienen la menor posibilidad de ser minimizadas o tergiversadas; mucho menos, despreciadas: es que son Palabra de Dios, y “no hay tu tía”.

Por otro lado, hay que estar muy crecido en el propio yo-mismo, o en el mundillo al uso -ateo, pagano y, como es lógico, enloquecido-, para pretender que uno tiene la verdad, y Dios y la Iglesia Católica -la auténtica, la Única- se equivocan. “¡Hay gente pa’ to’o!”, que diría el clásico.

O sea: “haberlo, haylo”. Y, habiéndolo, viene la segunda cuestión: ¿está lleno o vacío? ¿Hay gentes que se condenan “por sus pistolas” y van al Infierno -es lo único en lo que hay que hacer hincapié para meterse bien dentro y no volver a salir-, o nadie se condena? Cuestión también de larga trayectoria, antigua y hodierna: calentita ella, “de rabiosa actualidad”.

Desde esa interpretación particular del CV II, lo que vengo llamando “la poesía", o “las ensoñaciones", o las “ilusiones personales” -por ser caritativo, naturalmente-, han ido sustituyendo a la Doctrina, al Dogma, a la Gracia, a la Iglesia y, ya puestos, a Dios: “no queda títere con cabeza". Pretenden arrasar.

Y les va muy bien: la descristianización es no sólo el testigo permanente e innegable -tozudo por demás-, de lo que afirmo, porque ahí está; sino también el peaje en almas que se van al Infierno, como tributo de sumisión al Diablo y sus Ángeles.

Llamo “ensoñaciones” y demás, a ese intento de convertir los “sueños” -ocurrencias, impulsos, ilusiones más o menos insanas porque no se confrontan con la Palabra de Dios-, en praxis, doctrina, categoría eclesial, documento al uso y abuso, etc.

Por señalar: ya el CV II nació de “un sueño” de Juan XXIII. Lo dijo así: “He tenido un sueño”. Y a por él.

Un señor arzobispo de este país: “sueño con un tiempo en el que en la Iglesia haya mujeres sacerdotes”. Y se quedó tan contento, el buen señor. Afirmación que tiene la pega de que choca frontalmente con la Doctrina Católica. Vamos, que no es católica esa ensoñación.

Lo último es lo del sueño de un Infierno “vacío". Se agradece -de corazón- que su autor haya dicho que es una “opinión personal”. Les habrá venido bien a los papanatas de todos los tiempos, especialmente a los de los últimos años; que han criado como conejas, por cierto.

Por supuesto: uno puede soñar lo que sea, bien consciente de que “los sueños, sueños son”: nadie en su sano juicio pretende que lo soñado sea realidad neta. Pero tampoco puede pretender que esas ensoñaciones sean “los signos de los tiempos”, o “el soplo del Espíritu”, de cara a reconocer la Voz de Dios en/para su Iglesia, o el mundo.

Porque un “Infierno vacío” choca directa e irremediablemente con la Revelación, recogido en las Sagradas Escrituras. Choca con la Predicación del mismo Cristo. Choca con el Credo, Símbolo de la Fe donde los haya. Desmiente la realidad cotidiana, aunque no la podamos “ver". Hace mentirosos a todos los que han afirmado que el Señor les ha hecho ver el Infierno, y cómo allí caían las almas de los réprobos; y, como esos videntes no han mentido -véase Santa Teresa de Jesús-, el “infierno vacío” hace mentiroso al mismo Dios…

Pero. además, destituyen de sentido a la Primera Venida de Cristo, con su Pasión, Muerte y Resurrección; y la Segunda ya es “puro vicio". La Santa Misa, queda convertida en un mero ritualismo sin sentido ni finalidad: si la Vida de Cristo no tiene ya sentido, menos lo va a tener la Misa, “Sacramento de nuestra Fe". Los Sacramentos quedan en simbolismos tontos y ñoños, porque lo Sobrenatural ya no existe. Los Mandamientos son para los bobos, los acomplejados, los timoratos, etc.; con lo que hacen realidad la máxima del mundo pagano: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Amén.

Por supuesto: si está vacío, no hay demonios. Una herejía más a sumar a las ya señaladas… Y, a partir de aquí, cómo se puede hablar del demonio de la lujuria, de la gula, etc.? Todo está siendo un contradios cada vez más neto y más monumental.

Esto es en lo que queda la progrez, por lo civil y por lo eclesial.

Pero no sé si nuestros Jerarcas se habrán dado cuenta de que al no haber ya Iglesia, ¿qué pintan ellos? Si toda su Autoridad les viene precisamente de Ella, ¿a santo de qué van a poder hablar en su Nombre?

Por otro lado, una vez certificada su Defunción, se acabó el discurso, caso de que quisieran mantener alguno…

Como mucho, se volverán opinadores y tertulianos, digo yo… “¡Nivelón, Marañón!”.

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