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La respuesta episcopal francesa sobre Summorum Pontificum

lunes, 1 de febrero de 2021

En respuesta a un requerimiento efectuado hace más de un año por la ex-Comisión Ecclesia Dei a los obispos de todo el mundo sobre la aplicación del motu proprio Summorum Pontificum, la Conferencia Episcopal Francesa envió una respuesta conjunta con análisis incluido. El reporte fue publicado por el sitio Paix Liturgique quien, además, elaboró una primera conclusión.
Nadie podía dudar que, si habían obispos ofuscados por la celebración “legalizada” de la liturgia tradicional, iban a ser los franceses. De hecho, en Francia se ordenan anualmente más sacerdotes en comunidades de rito tradicional que en el clero diocesano, y estimamos que los seminarios tradicionales están mucho más poblados —en cantidad y calidad—, que los seminarios diocesanos. Es comprensible, entonces, el encono de los obispos galos.
Lo que resulta menos comprensible es que los sucesores de un genio de las artes políticas como el cardenal Richelieu puedan transparentar con tal candidez los torvos sentimientos de sus almas. Destaco aquí algunos párrafos:
1. En su ánimo de desprestigiar y relegar la celebración de la forma extraordinaria del rito romano (FERR), dicen (q. 1) que en algunas diócesis se trata de un fenómeno turístico, pues es durante las vacaciones cuando se organizan más celebraciones FERR, y lo mismo repiten en otra de las respuestas. Es decir, a los curas tradicionalistas se les ha dado por organizar circuitos turísticos temáticos. Una familia se va de vacaciones a la montaña, y podrá hacer la experiencia del montañés: subir senderos empinados, ordeñar cabras, comer queso con una baguette e ir a misa tradicional.
No se les ocurre pensar que el aumento de celebraciones FERR durante las vacaciones ocurre porque hay más fieles dando vueltas que prefieren ese rito y porque esos sacerdotes tienen una inquietud misionera y pastoral. Es que, claro, no podrían pensar tal cosa puesto que más adelante (q. 9), aconsejan remediar el bajo dinamismo misionero de las comunidades FERR. Y allí mismo se lamentan que ellas están “lejos de la concepción de la disciplina misionera del Papa Francisco”. Lo que me pregunto es en qué consiste la disciplina misionera pontificia. El mismo Papa ha condenado más de una vez el proselistismo y ha afirmado indirectamente que la práctica misionera que la Iglesia desempeñó durante siglos fue una violenta conquista ideológica. También ha dicho que no importa la religión que se practique, todos somos hermanos y todos servimos al mismo Dios, y que incluso los ateos alcanzarán la salvación. ¿A qué espíritu misionero se refieren entonces los obispos franceses? Sospecho que observan que los sacerdotes FERR no están empeñados en la conversión ecológica o no son suficientemente abiertos a la acogida de los inmigrantes musulmanes.
2. La pregunta n. 2, es muy significativa y merece que se la analice con cuidado. En primer lugar, los obispos no pueden negar, aunque les pese, que las misas FERR son muchas y que tienen una asistencia muy numerosa de fieles, muchos más en proporción que las misas diocesanas, por tanto, les resulta imposible negar que existe una verdadera “necesidad pastoral” para su celebración. Introducen, entonces, una pregunta maliciosa que dejan sin respuesta y podría ser traducida así: ¿Se trata de una verdadera necesidad pastoral o es más bien el capricho de algunos? Pero no se privan de identificar a algunos de esos algunos: “jóvenes familias numerosas”, se trata, ya vemos, de las famosas familias conejiles sobre cuyo peligro oportunamente nos advirtió por el Papa Francisco.
Pero en esa respuesta hay un párrafo muy revelador:

Varios obispos subrayan la importancia de ofrecer esta posibilidad (celebraciones FERR) a fin de permitir a los fieles conservar un vínculo con la Iglesia católica y evitar de esa manera que recurran a comunidades o lugares atendidos por sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Sin embargo, como un arreglo con la FSSPX se encuentra cercano, no hay un flujo de retorno significativo a la Iglesia católica.
En primer lugar, para los obispos franceses la FSSPX no forma parte de la iglesia católica y les parece muy bien contener a los tradis en sus propios corrales a fin de que no salten al de los demonios cismáticos. Aplaudimos su celo pastoral.
En segundo lugar, y todavía más significativo, es la implícita idea de fondo: “La situación canónica de la FSSPX es cada vez menos problemática y la clarísima intención del Papa Francisco es arreglar con ellos. Y, mientras tanto, los protege e incluso alienta a los fieles a recurrir a los sacerdotes de la Fraternidad a recibir los sacramentos”. ¿Por qué, entonces, no concederles a ellos en exclusividad la franquicia de la liturgia tradicional, y de esa manera nos sacamos un problema de encima? Yo me huelo, por varios hechos más o menos recientes y que ocurren no solamente en Francia, que la cosa va por ese lado. Los obispos de muchos países han depuesto las armas y consideran a la FSSPX como una situación que ya no podrá ser removida y con la que tendrán que convivir. Más vale, entonces, buscarle un lugar y arrinconarla en él. Y ese lugar es satisfacer los deseos de todos los insufribles fieles que se empeñan en asistir a la misa pre-conciliar. Encerrados todos en esa jaula, dejarán de ser peligrosos para los fieles y las parroquias diocesanas, cada vez más vacías y lánguidas. En pocas palabras, se trata de tercerizar la tradición en la FSSPX, para lo cual vendría muy bien suprimir el motu proprio benedictino, que los pone en un engorroso aprieto. Y que los locos se entiendan con los locos.
(Debemos ser honestos y decir que la FSSPX concuerda con esta visión: ellos se reivindican como los exclusivos abanderados de la Tradición, y consideran que los curas y fieles motu proprio no son más que unos advenedizos, de los que más vale precaverse. ¡Galponeros!).
3. ¡Sorpresa! Los obispos encuentran 12 aspectos positivos en el FERR y 32 negativos, casi tres veces más! Algunos de ellos son muy interesante: “los fieles se privan de las riquezas ligadas a la reforma”; “favorece el turismo litúrgico”, “falta de desarrollo de las virtudes teologales”. ¡Insólito!
4. La pregunta 5 deja ver cierta alarma entre los obispos franceses pues observan que las celebraciones en la forma ordinaria ha adoptado algunos usos peligrosos: cantan en latín, usan ornamentos litúrgicos de color negro, velan las estatuas en el tiempo de Pasión. Y esto lo hacen los sacerdotes jóvenes que son muy apegados a las rúbricas. Deben estar atentos a la progresiva contaminación.
5. El candor episcopal se manifiesta con fuerza en la respuesta n. 8: “Algunos seminaristas se forman por ellos mismos…, y otros aprovechan las vacaciones para familiarizarse con la FERR”. Aquí está la madre, o la abuela, del cordero: los seminaristas escapan al control soviético de los obispos. Pareciera que la concupiscencia por el control se incoa en el momento mismo de recibir la consagración episcopal. Recordemos el caso de Mons. Eduardo Taussig, que cerró su seminario aduciendo que los seminaristas no lo obedecían en sus exigencias sobre el modo de comulgar. Los obispos, mientras más pequeños y viles, más tiranuelos son.
El informe agrega que los señores obispos se asombran de que el Instituto de Cristo Rey organice viajes para jóvenes menores de 18 años a Gricigliano para las ceremonias de ordenación sacerdotal. No se sabe a qué viene tal asombro. La impresión que me da es que, como pastores solícitos que son, temen que estos jovencitos puedan ser corrompidos al ver espectáculo semejante, ciertamente peor que una escena pornográfica.
6. En la respuesta 9 advierten con gravedad un peligro: “Un mundo aparte, una Iglesia paralela se está delineando”. Pobres obispos. No caen en la cuenta que esa iglesia paralela no está solamente delineada sino perfectamente trazada desde hace más de cincuenta años… y no es la que integran las comunidades FERR, sino la que ellos mismos pastorean, aquella que abandonó la fe de la Iglesia de siempre.
Más adelante, indican que sería importante “sensibilizar a los sacerdotes de las comunidades Ecclesia Dei para con las necesidades del Pueblo de Dios”. Es decir, estos sacerdotes están exclusivamente interesados en cuestiones rituales y despreocupados de sus fieles. Se trata de una fiera maldad de los obispos franceses. Cualquiera que haya estado cerca de estas comunidades, notará que tienen celo pastoral y la prueba más evidente está en la asistencia a los actos litúrgicos que celebran. Mientras que las celebraciones en las iglesias diocesanas están moribundas y sólo asisten un puñado de personas mayores, las FERR rebosan de jóvenes fieles.
El siguiente párrafo es de antología:

La juventud, que es frágil y busca identidades, se fascina fácilmente con la FERR. Se siente confortada en su fiebre por las predicaciones mediocres y por las redes sociales que empobrecen la reflexión y confortan a cada joven en sus ideas, e incluso en sus defectos.
Estos señores obispos, ¿son conscientes de lo que escriben? ¿No se dan cuenta de la bilis que destilan en palabras como estas? Yo sugeriría a Sus Excelencias que se pregunten por que, si los jóvenes son tan fácilmente impresionables, no se impresionan con las celebraciones en el rito nuevo. ¿No será, acaso, porque son tan feas y triviales que no logran atraen ni siquiera a los más frágiles? Debo darles la razón en que las predicaciones de los sacerdotes FERR suelen ser mediocres, pero son siempre católicas. En cambio, las de los sacerdotes no-FERR, son igualmente mediocres y, además, heréticas.
Finalmente, en algo sí que aciertan los obispos: “[La FERR] pone en último término cuestiones de índole más eclesiológica que litúrgica”. Voilà, se dieron cuenta. Efectivamente, el problema es eclesiológico. Las dos formas del rito romano expresan, en el fondo, dos iglesias distintas.

Corolario: La lectura del informe de los obispos galos permite arribar a otra conclusión no formulada expresamente: el problema son los jóvenes: los rígidos sacerdotes jóvenes apegados a las rúbricas; los jóvenes seminaristas, que se escapan de sus seminarios para participar en las celebraciones FERR y las jóvenes familias numerosas, que se empeñan en asistir al rito tradicional. ¡Qué felices y tranquilos estarían Sus Excelencias si la Iglesia fuera una iglesia de viejos!
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