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El padre Ubald, con el don de sanación, cura cuerpos y almas: «El secreto de la paz es el perdón» Este sacerdote lo tiene claro: «Jesús es el que cura. Todo lo que hago es en el nombre de Jesús» ReLMás
El padre Ubald, con el don de sanación, cura cuerpos y almas: «El secreto de la paz es el perdón»

Este sacerdote lo tiene claro: «Jesús es el que cura. Todo lo que hago es en el nombre de Jesús»

ReL 28 octubre 2017

A su padre lo mataron cuando él tenía 7 años, y su madre murió durante el genocidio que devastó Ruanda en 1994. “Vi cómo hermanos en la fe mataban a otros hermanos en la fe en mi propia parroquia. Hasta mis parroquianos me querían matar a mí”. Desde entonces, Ubald Rugirangoga predica en su país la liberación del perdón, organizando retiros con víctimas, y también con los perpetradores de la masacre que se llevó 45.000 vidas en tres días. Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo cuenta el Alfa y Omega la historia de este sacerdote que en 1991 recibió el don de intercesión por la sanación de los enfermos, con numerosas curaciones físicas y espirituales.

- Usted afirma haber recibido en 1991 el don de sanación. ¿Qué es exactamente?
- Empecé a rezar por los enfermos en 1987, a raíz de una epidemia de disentería que hubo en mi parroquia y que provocó muchos muertos. Yo tenía miedo de contagiarme y de enfermar cuando rezaba por ellos, pero pensé con mucha fuerza: “¡Tenemos que rezar!”, y al cabo de un mes de orar todos juntos en mi parroquia la enfermedad desapareció. ¿Fueron las medicinas? ¿Fue la oración? Yo solo sé que ahí nació dentro de mí el interés en rezar por los enfermos. Formé un grupo de nueve personas que empezamos a rezar cada jueves por los enfermos, con mucha fe y convicción.

En 1991 vino un nuevo don: en la acción de gracias después de una Eucaristía vi venir hacia mí la imagen de un pie izquierdo con heridas. Luego, una mano derecha, junto a una voz que me decía que alguien sufría del codo. Luego, la imagen de un trasero de alguien lleno de heridas. Y luego el vientre de una mujer embarazada, y la voz diciéndome que una mujer tenía miedo al embarazo. Por último, la voz me dijo que había alguien allí que pensaba que daba igual rezar o no rezar. Todas esas imágenes y voces vinieron a mí.

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