Sobre nuestros tiempos - Miles Christi - 09/08/2020

Comparto con ustedes un mensaje de un intercambio reciente que tuve acerca de la naturaleza de los acontecimientos actuales, por si pudiera ser de algún interés o utilidad para alguien. Es breve y sin pretensiones exegéticas, se trata de una reflexión general y espontánea acerca de la época que vivimos. Soy consciente de que el tema no es muy agradable, y de que con esto podría llegar a incomodar a algunos, o incluso, perturbarlos, pero me parece que es tiempo de comenzar a contemplar ciertas posibilidades al respecto, por difíciles que puedan resultarnos...

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Estimado amigo: Me alegra mucho ver que eres lúcido con respecto a lo que está sucediendo, lo cual, lamentablemente, es el caso de tan solo una ínfima minoría de personas. En efecto, la dimensión del engaño presente es absolutamente colosal, verdaderamente portentosa, y por ello, ciertamente diabólica. Con respecto a lo que me dices, me permito hacerte una precisión que considero importante: todavía no estamos en el apocalipsis, en el sentido estricto o “técnico” de la palabra, aunque no me cabe la menor duda de que nos dirigimos hacia allí vertiginosamente. Digamos que esta “crisis plandémica global” nos ha hecho entrar de lleno en la “recta final” que conduce inexorablemente a ese trance. Ignoro cuánto falta exactamente para que comience, pero no creo que mucho tiempo, quizás uno o dos años, tal vez menos, tal vez más, no lo sé, ya lo iremos viendo con el transcurrir de los eventos. En todo caso, te paso un dato concreto que conviene tener presente: el período conocido como “apocalipsis” se refiere, bíblicamente, a la fase histórica que precederá a la Parusía o regreso glorioso de Nuestro Señor Jesucristo, y su duración es de siete años, el libro de Daniel es claro al respecto, habla de una “semana de años”, conocida como la “septuagésima semana”, de su profecía de las “setenta semanas”, en su capítulo noveno. Te digo esto para que no te imagines que un buen día “llega el apocalipsis” y, de la noche a la mañana, se terminó todo. No es así. Va a ser un tiempo largo, penoso, terriblemente difícil de sobrellevar, tendremos que armarnos de mucha paciencia y encomendarnos de manera permanente a la protección de Dios, con total fe y esperanza en su ayuda y en su misericordia para con sus hijos fieles...

Me dices luego que “piense en mí”. Por supuesto que pienso en mi vida, pero también en la de los demás, en particular en la de mis familiares y amigos, y más allá, en la de todas las personas que Dios ha puesto en mi camino, a quienes intento ayudar a que abran los ojos en relación a lo que está sucediendo, a fin de que puedan irse preparando interiormente para enfrentar la tremenda prueba que se desencadenará tarde o temprano sobre toda la humanidad. Prueba que, en cierto sentido, ya ha comenzado con esta mega crisis artificial provocada por los organismos mundialistas, pero solo de manera incipiente: todavía no se ha visto casi nada de lo que es específico a ese período, que está en ciernes, digamos, en gestación avanzada. Quienes no sean conscientes de lo que está ocurriendo, del alcance que tienen los eventos actuales, de lo que preludian, de lo que está realmente en juego en esta auténtica batalla espiritual que tiene lugar ante nuestros ojos, lamentablemente, no estarán en condiciones de poder soportarlo. O bien, y esto es aun peor, para poder soportarlo, “bajarán la guardia”, abandonarán la lucha por la verdad y por conservar la libertad interior, y se dejarán convencer por el relato oficial del sistema, el cual, naturalmente, para seducir mejor a las masas, se presenta siempre bajo las apariencias de bien: “el gobierno te cuida”, “quédate en tu casa”, “pronto te daremos la vacuna”, el confinamiento es por el “bien común”, el peligro reside en las fake news y en los relatos “conspiracionistas”, etc.

Debemos comprender que estamos asistiendo a lo que nos fuera anunciado por San Pablo, cuando, al hablar de los últimos tiempos, dijo que los hombres “apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas” (2 Tim. 4, 4). También me vienen a la mente las palabras finales del libro de Daniel, referidas a los tiempos escatológicos: “Muchos serán purificados y acrisolados, y quedarán limpios, pero los malvados perseverarán en su maldad. Ninguno de ellos comprenderá nada, pero los sabios comprenderán todo.” (Dn. 12, 10). La dimensión del mal presente, en su triple faceta espiritual, intelectual y moral, es universal, y anuncia indudablemente el advenimiento próximo del Hombre de Pecado, de cuya ominosa opresión seremos finalmente liberados por Nuestro Señor Jesucristo en persona, con motivo de su gloriosa Parusía. Mientras tanto, velemos y oremos, para que, en estos tiempos aciagos, podamos perseverar en la fe, en la esperanza y en la caridad, a la espera de que se cumpla la promesa divina: “Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia, brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos.” (Dn. 12, 3).

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María Mercedes Sosa Laprida
Qué bien hace confiar en la Palabra de Dios y sus promesas! Siempre se cumplen