Almas del purgatorio: un obispo que no había puesto mucha disciplina a los religiosos / Beata Ana de los Ángeles Monteagudo

BEATA ANA DE LOS ÁNGELES MONTEAGUDO -

Almas del purgatorio: Obispo que no había puesto mucha disciplina a los religiosos

Fue extraordinaria su devoción a las almas del purgatorio como ya hemos visto.
Y ellas la escogieron, como a san Nicolás de Tolentino, como su patrona y abogada. Así lo
afirma sor Juana de santo Domingo, a quien le dijo la sierva de Dios que un día
vio a dos jovencitos muy bellos que la condujeron a una sala muy grande,
donde sufrían muchísimas almas. Los jovencitos le pusieron una capa de coro y
le dijeron que entonase la Salve Regina. Ella respondió que tenía mala voz. Pero
ellos le ordenaron que obedeciera.

Entonó la Salve y después cantaron el Oficio de difuntos. Le dieron un
aspersorio para que echase agua bendita donde estaban sufriendo las almas
y así lo hizo, Después le dijeron que debía ser su PATRONA Y ABOGADA. La
sierva de Dios se lo prometió y, desde entonces, con mucha diligencia, aplicaba
todas sus obras y oraciones por las almas del purgatorio, haciendo por ellas
muchos sufragios. Y muchas veces se le aparecían las almas pare pedir ayuda.
Y san Nicolás de Tolentino se ofreció a ser su patrono para ayudarla y socorrerla
en lo que necesitase.

Doña María de Garmendia certifica haberle oído a la sierva
de Dios que muchas veces la llevaba san Nicolás de Tolentino al purgatorio,
especialmente el día de su fiesta y de su octava, y veía salir las almas benditas
como estrellas resplandecientes que subían al cielo. Algunas veces eran tantas
que llenaban el aire. Una vez, estando en el coro haciendo oración, vio que san
Nicolás bajó a la iglesia y un alma sacó las manos de su sepultura y se aferró al
vestido del santo y el santo, sacando al alma, la llevó al cielo, estando más
resplandeciente que el sol. En otra oportunidad, estaba enferma y las almas le
dieron una bebida con la que mejoró. Decía que en aquella enfermedad, el
Señor se dignó concederle la comunión por manos del glorioso san Bernardo,
de quien era también muy devota.

Un día no tenía dinero para los gastos de la próxima fiesta de san Nicolás y
pidió a las almas benditas que movieran el corazón de alguien para que le
ayudara. Y al rato vino al convento el obispo don Pedro de Ortega, quien le
preguntó en qué estaba ocupada. Ella le respondió que pedía a las almas que
movieran a alguien a ayudarle para celebrar la fiesta de San Nicolás. Y el obispo
le respondió: ¡Qué grandes ladronas son estas almas! Yo estaba para dormir y
me parecía que se llenaba la casa de gente y me decían: “La Madre Monteagudo
te llama”. Y, por eso, vengo medio vestido para ver de qué tiene necesidad. Y el
obispo dio todo lo que necesitaba para la fiesta.

El año 1676 venía a esta ciudad (Arequipa) como obispo fray Juan de Calle.
Cuando entró en la ciudad, estaban las novicias y algunos seglares preparando
la decoración para cuando llegara a visitar el monasterio. La Madre

les dijo: Hermanas, no se afanen, porque no lo hemos de ver. Y, cuando lo dijo,
el obispo estaba bien de salud, pero se enfermó antes de visitar el convento y
murió el 15 de febrero de ese año.

Dos meses después de la muerte del obispo, fue este testigo (don Juan de Meza)
con su esposa Francisca Manzo a visitar a la Madre y ella le encomendó que
dijera al sacerdote compañero del obispo que él tenía necesidad de muchos
sufragios, a pesar de que este testigo le había mandado celebrar dos mil misas.
La razón era, porque siendo obispo en España, cuando todavía era muy joven,
no había puesto mucha disciplina a los religiosos, siendo condescendiente con
ellos .

La noche del Corpus Christi de aquel año, aseguró sor Ana que el obispo había
salido del purgatorio y que, al mismo tiempo que salía el obispo, entraba al
purgatorio un religioso de la Compañía que tenía la cara muy triste. Al salir el
dicho obispo, le encargó a la sierva de Dios que se interesara por un religioso
mercedario llamado Ponce que llevaba ya 50 años en el purgatorio.

continuará....

Beata Ana de los Ángeles de Monteagudo, Abogada del Purgatorio.