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¿Quién decís que soy yo?, ¿quién decís que es la Iglesia?

¿Quién decís que soy yo?, ¿quién decís que es la Iglesia?

Luis Fernando, el 15.11.23 a las 4:54 PM

Uno de los pasajes claves de toda la Escritura está en el capítulo 16 del evangelio de San Mateo:

Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, comenzó a preguntarles a sus discípulos: -¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
Ellos respondieron: -Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o alguno de los profetas.
Él les dijo: -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Respondió Simón Pedro: -Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.
(Mt 16,13-16)

Ciertamente si no supiéramos quién es Cristo, nada tendría sentido. El cristianismo no habría existido y Jesús de Nazaret habría sido uno entre tantos personajes interesantes de la historia.

Pero no. Ciertamente Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, el Verbo (Jn 1,1), el “Dios verdadero y la vida eterna” (1 Jn 5,20).

A pesar de la avalancha arrianizante que se lleva sufriendo desde hace décadas en el seno del catolicismo, que presenta al Señor como una especie de ser humano deificado, cabe pensar que la inmensa mayoría de los fieles que acuden hoy a Misa y profesan el Credo creen en la divinidad de Cristo.

No se puede olvidar el hecho de que tras la afirmación de Pedro sobre Cristo, llegó la de Cristo sobre Pedro:

Jesús le respondió: -Bienaventurado eres, Simón, hijo de Juan, porque no te ha revelado eso ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y todo lo que ates sobre la tierra quedará atado en los cielos, y todo lo que desates sobre la tierra quedará desatado en los cielos.
(Mat 16,17-19)

Sabiendo quién es Cristo y sobre quién (Pedro) y qué (fe verdadera) edifica Cristo su Iglesia, veamos lo que la Escritura tiene que decirnos, precisamente, sobre quién es la Iglesia:

… y a él (Cristo) lo constituyó cabeza de todas las cosas en favor de la Iglesia, que es su cuerpo, la plenitud de quien llena todo en todas las cosas.
Efe 1,22-23

para dar a conocer ahora a los principados y a las potestades en los cielos las múltiples formas de la sabiduría de Dios, por medio de la Iglesia.
Efe 3,10
para que así sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad.
1 Tim 3,15

Tenemos por tanto que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, su plenitud, quien da a conocer todo lo de Dios a los mismísimos ángeles y columna y fundamento de la verdad.

No es de extrañar que desde muy pronto, la pertenencia a la Iglesia se considerara imprescindible para la salvación. El dogma “extra ecclesiam nulla salus” no nace de la nada. Tiene, como todos los dogmas, su asidero en la Escritura.

Ahora bien, ¿a cuántos fieles se les dice hoy lo que es verdaderamente la Iglesia? ¿cuántos creen que hay una sola (aunque luego haya muchas locales) con una misma fe, un mismo bautismo, un mismo Señor? ¿cuántos ven hoy a la Iglesia como Madre y Maestra de todos los pueblos? De hecho, ¿ejerce de tal o más bien parece inmersa en un mar de confusión, de dudas, de ausencia de valores eternos, de cuestionamiento de todo lo que ha enseñado durante siglos?

Vimos que el Señor le dijo a Pedro que edificaría la Iglesia sobre él y la fe profesada con verdad. Pero no puede ser casual que justo después, ocurriera esto:

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y padecer mucho por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte y resucitar al tercer día.
Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle diciendo: -¡Dios te libre, Señor! De ningún modo te ocurrirá eso. Pero él se volvió hacia Pedro y le dijo: -¡Apártate de mí, Satanás! Eres escándalo para mí, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres.
(Mt 16,21-23)

El mismo Cristo que llama a Pedro piedra sobre la que edificar su Iglesia, lo llama Satanás por no poner la vista en las cosa de Dios sino de los hombres. ¿Acaso no es eso una advertencia para toda la Iglesia? ¿Acaso no indica que Pedro es la piedra mientras sea fiel a Dios, pero es otra cosa muy distinta si pone sus intenciones en complacer a los hombres? De hecho, ¿acaso Pedro no volvió a cometer ese mismo error años después? ¿qué fue lo que hizo San Pablo entonces?:

Pero cuando vino Cefas a Antioquía, cara a cara le opuse resistencia, porque merecía reprensión. Porque antes de que llegasen algunos de los que estaban con Santiago, comía con los gentiles; pero en cuanto llegaron ellos, empezó a retraerse y a apartarse por miedo a los circuncisos. También los demás judíos le siguieron en el disimulo, de manera que incluso arrastraron a Bernabé al disimulo. Pero, en cuanto vi que no andaban rectamente según la verdad del Evangelio, le dije a Cefas delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como un gentil y no como un judío, ¿cómo es que les obligas a los gentiles a judaizarse?»
(Gal 2-11-14)

No parece que San Pedro replicara a San Pablo apelando a la obediencia debida a su autoridad como Príncipe de los apóstoles. No parece que la autoridad de San Pedro pudiera usarse para ir en contra de la Revelación, y tal cosa era judaizar a los gentiles.

De hecho, San Pablo dice en esa misma epístola que todo aquel que enseñe un evangelio diferente, debe ser considerado anatema. Lo dice por dos veces (Gal 1,8-8).

Cristo explicitó más adelante cuál habría de ser la misión de Pedro:

Pero yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos.
Luc 22,32

Quien se fija en la oración de Cristo para que la fe de Pedro no desfallezca, debe fijarse en el hecho de que Pedro solo puede confirmar en la fe una vez convertido a Dios. Y es de sentido común que así sea. Quien se aparta, poco o mucho, de la fe, no puede confirmar en la fe. Quien enseña lo contrario a lo que la Iglesia ha enseñado de forma perenne, solo sirve para confirmar en el error, en la herejía. Se llame Pedro, Honorio, Gundisalvo, Luciano, Obdulio…

La Iglesia de Cristo no debería perder el tiempo preguntándose, veinte siglos después de su fundación, quién es y cómo debe regirse. La Iglesia de Cristo no debería estar pendiente de caer bien al Occidente apóstata que está entregado en manos del aborto, de la fornicación, del divorcio, del adulterio y de la perversidad del pecado nefando de las relaciones homosexuales. La Iglesia de Cristo no debería ser un agente más del Nuevo Orden Mundial embarcándose en dudosas campañas sobre cuestiones ecológicas y climáticas.

Tenemos la promesa de Cristo de que las puertas del Hades no prevalecerán. Y no se perderá ninguno de los elegidos (Jn 6,39). Y también tenemos la profecía de que habrá una apostasía antes del fin de los tiempos (2 Tes 2,3), y que la Iglesia fiel, la de quienes guardan los mandamientos de Dios (Ap 12,17) y no se dedican a buscar justificaciones para quebrantarlos, será perseguida.

Bien haremos en seguir las palabras de la Madre del Señor y Madre nuestra: “Haced todo lo que Él os dijere” (Jn 2,5). Bien haremos en estar como Ella y el discípulo amado, el único que permaneció siempre fiel, a los pies de la Cruz. Y si por ello somos perseguidos, recordemos las palabras de aquel gran confesor de la fe, de aquel que sostuvo en alto la fe verdadera a pesar de ser perseguido desde dentro de la Iglesia:

“Es un hecho, que ellos tienen los edificios, los templos; pero, en cambio, vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos han podido quedarse con nuestros templos, pero están fuera de la verdadera fe. Vosotros tenéis que permanecer fuera de los lugares del culto, pero permanecéis, en cambio, dentro de la fe”
San Atanasio

¡Álzate, Dios mío, defiende tu causa! (Ps 74,22

Laus Deo Virginique Matri,

Luis Fernando Pérez Bustamante

Categorías : Papado, Actualidad, Apologética católica, Secularización interna de la Iglesia