EL MAYOR ENGAÑO DEL DIABLO: NO HAY NADA ESPECIAL EN EL SER HUMANO, SÓLO SOMOS ANIMALES

Se está desarrollando un mayor engaño del diablo que es convencer a los seres humanos que no son seres humanos.
Este engaño les excluye de reconocer su verdadera libertad y dignidad inherente como imagen de Dios, y como sus hijos adoptivos.
Es el engaño fundamental de nuestros primeros padres: el diablo tienta a Eva diciéndole que su desobediencia abrirá sus ojos, haciendo que sea “como Dios…”(Génesis 3: 5).
Adán y Eva ignoraron el hecho de que ya eran a imagen y semejanza de Dios(Génesis 1:27), al rechazar el regalo que ya habían recibido y optando por un poder independiente a Dios, cayeron.
El diablo repite este engaño, sobre todo hoy. Sabemos que Jesucristo ha restaurado, e incluso elevado, la dignidad de la humanidad, que nos da cada uno el poder de ser hijos e hijas de Dios. Pero, de nuevo, el diablo está tratando de convencer a la gente de que no son quiénes son.
En lugar de la tentación de rechazar a Dios directamente, el diablo está satisfecho con convencernos de que no somos nada especial a los ojos de Dios.
Los seres humanos no son más que organismos altamente evolucionados, diferentes en grado, pero no en la clase, de otros animales.
Al igual que todos los demás organismos, el comportamiento humano es una cuestión de biología y medio ambiente. No hay dimensión espiritual sino sólo la química del cerebro. No hay libre albedrío sino sólo las caminos evolutivos. No somos personas sino miembros de una clase, una etnia, una raza, una orientación sexual y así sucesivamente.
La obsesión progresiva secular con la “igualdad” refleja esta negación de la personalidad, de la misma forma en que justifica el exterminio de millones de bebés por nacer en el nombre del control de la población y “responsabilidad social”.
Los seres humanos son tratados como ganado para ser manejado, en lugar de personas para ser apreciadas.
El espíritu de la época habla de un espíritu humano, pero, en la práctica, el “espíritu” se reduce a la autoafirmación del consumo, la emoción egoísta, y el sentimentalismo vacío.
Las expresiones permitidas de “libertad” son en realidad esclavitudes al cuerpo y placeres psicotrópicos. Y en realidad esta “libertad”, no la religión, es el “opio de las masas”.
La crisis de nuestro tiempo no es tanto una crisis de la teología, sino una crisis de la antropología.
La mentalidad moderna reduce al hombre a una mera especie animal que no tiene importancia especial para Dios o para el hombre mismo.
Es por esto que vemos en nuestra sociedad todas las formas de explotación y degradación. Desde la trata de personas, la violación, el abuso físico y sexual, la convivencia, la ilegitimidad, y el divorcio, nuestro ethos de autonomía y auto-gratificación nos convierte en consumidores de otros seres humanos en lo que Francisco llama la “cultura del descarte”.
Sin embargo, la cultura hace un encogimiento de hombros colectivo: ¿Qué se debe esperar? Después de todo, somos solamente animales dirigidos ??por impulsos y apetitos.
Y así nos quedamos con una pseudo-moral de la “tolerancia”, la “convivencia”, de “ser agradable”. Del mismo modo que las fieles mascotas encontrarán una eternidad cómoda.
La maldición, si es que existe, está reservada para aquellos que interrumpen esta cómoda convivencia con “odio” e “intolerancia” maliciosa, o, peor aún, por insistir en la existencia de la verdad objetiva.
Incluso en este caso, uno tiene la sensación de que el infierno sería sólo una larga estancia en un campo de reeducación.
¿Por qué es esto una situación satisfactoria para el diablo?
Porque en esta visión del ser humano no hay lugar para el amor. De hecho es el anti-amor, precisamente porque es la anti-libertad. Sin libertad no hay amor, no hay elección de Dios.
Dios respeta nuestra libertad. El don del libre albedrío de Dios nos da el poder de amar, y es este poder que nos hace más semejantes a Dios.
A menos que elijamos libremente a Dios en el amor, entonces no vamos a llegar a nuestra realización como personas humanas que han sido creadas para la comunión con Dios que es amor.
Para nosotros eso es el infierno. Si rechazamos lo que somos como seres humanos perdemos a Dios por nuestra propia elección, y Dios nos pierde. ¿Qué podría satisfacer el diablo más?