¡Tarde te amé! - San Agustín.
Oracion de San Agustín después de su conversion
¡Tarde te amé, hermosura siempre antigua y siempre nueva, ¡Tarde te amé!
Dichoso el que te ama a ti,
y al amigo en ti,
y al enemigo por ti.
Solo quien ama asi
puede estar seguro
de no perder ningun amigo
pues ama a todos en AQUEL que no puede fallar.
Oracion de San Agustín después de su conversion
¡Tarde te amé, hermosura siempre antigua y siempre nueva, ¡Tarde te amé!
Solo quien ama asi
puede estar seguro
de no perder ningun amigo
pues ama a todos en AQUEL que no puede fallar.
San Agustín
†
“Yo os invoco, Dios mío, yo os invoco, pues estáis cerca de todos los que con verdad os invocan: porque Vos sois la Verdad misma.
Por vuestra clemencia os suplico, o Verdad santa, enseñadme a invocaros con verdad, porque no lo sé hacer como conviene: y humildemente os ruego, o eterna Verdad, que me enseñéis. Porque el saber sin Vos, es ignorar: y el conoceros, es el perfecto saber.
Instruidme, Sabiduría divina, y enseñadme vuestra ley.
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Creo ciertamente, que será bienaventurado aquel a quien enseñéis vos mismo, y en vuestra ley sea instruido de vos.
Deseo invocaros, mas quisiera invocaros en verdad.
¿Qué cosa es invocaros en verdad a la Verdad, sino en el Hijo invocar al Padre?
Pues, o Padre santo, vuestra Palabra es la verdad, y la verdad es el principio de vuestras palabras: porque aquello es el principio de vuestras palabras, que era palabra o Verbo en el principio.
En este mismo Verbo o palabra de la verdad os invoco Verdad suma y perfecta, para que vos, que sois la Verdad misma, me dirijáis y enseñéis con verdad.
¿Qué cosa hay más dulce que orar y pedir al Padre en el nombre de su Unigénito, y con traer a la memoria al Hijo inclinar al Padre a piedad, y templar la ira del Rey con nombrarle su más querida familia?
Así, suelen los reos salir libres de las cárceles, así los presos librarse de las prisiones y grillos, así los que tenían sentencia infausta de muerte, no solamente logran el perdón y vida, sino también suelen alcanzar extraordinarias gracias, con tal que a los airados Príncipes se les ponga delante el amor de sus queridos hijos: así los delincuentes esclavos se libran de que los castiguen sus dueños, si por ellos intercede el dulce amor de los hijos.
Así también yo os suplico, Padre todopoderoso, por el amor de vuestro Hijo omnipotente que libréis mi alma de esta cárcel que la impide el confesar vuestro santo nombre: por la intercesión de vuestro único Hijo y coeterno, os pido me libréis de la prisión de mis pecados: y que aplacado con la preciosísima intercesión de vuestro Hijo, sentado a vuestra diestra me restituyas a la vida de la gracia, pues conozco que por mis pecados me amenaza la sentencia de una muerte eterna.
Porque no sé a quien otro os proponga por mi intercesor, sino a este vuestro Hijo, que es la propiciación de nuestros pecados, y que sentado a vuestra diestra tiene por oficio el interceder por nosotros. Este es mi abogado para con vos, Dios y Padre amantísimo.
Este es el Sumo Pontífice, que no tiene necesidad de purificarse con ajena sangre, porque resplandece rociado de la suya propia.
Este es el santo y perfecto sacrificio que os agrada, ofrecido y aceptado por vos en olor de suavidad.
Este es el Cordero inmaculado, que no se quejó o baló cuando le esquilaban, que siendo herido con bofetadas, manchado con salivas, y lleno de oprobios, no desplegó para la queja sus labios.
Este es el que no cometió pecado alguno, y cargó sobre sí todos los nuestros, y con sus cardenales y dolores sanó nuestras dolencias y enfermedades.