33:16
Yugo
2512
Fin de los Tiempos y Regreso de Cristo. Estamos cerca hermanos, volver a la verdad y a la doctrina sana y APOSTOLICA CUANDO REGRESE SOLO HABRA "JUSTICIA" ENCONTRAIS NORMAL QUE DURANTE LA CONSAGRACIÓN …Más
Fin de los Tiempos y Regreso de Cristo.

Estamos cerca hermanos, volver a la verdad y a la doctrina sana y APOSTOLICA
CUANDO REGRESE SOLO HABRA "JUSTICIA"
ENCONTRAIS NORMAL QUE DURANTE LA CONSAGRACIÓN DE CRISTO EN LA MISA ,QUE SE NOS DA COMO SACRIFICIO DE NUESTRO PERDÓN, QUE ESTEIS DE PIE ???????
Y DE PIE SE COJA LA SAGRADA FORMA CON LA MANO COMO SI FUERA UNA ENTRADA DE CINE ,DONDE HEMOS LLEGADO
??????
ESO NO ES VERDADERO ES UN FALSO CONCILIO PROTESTANIZADO
Yugo
No vale el argumento del “amor”. El que me ama cumple mis mandatos”, dice el Señor. Estas son palabras de misericordia que el Evangelio nos dice con mucha frecuencia y hoy parece se han perdido para los promotores de la “misericordia misericordiante”.
Doctrina dura como: El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. ¿Acabamos de considerar la implicancia de …Más
No vale el argumento del “amor”. El que me ama cumple mis mandatos”, dice el Señor. Estas son palabras de misericordia que el Evangelio nos dice con mucha frecuencia y hoy parece se han perdido para los promotores de la “misericordia misericordiante”.
Doctrina dura como: El que quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. ¿Acabamos de considerar la implicancia de estas palabras? Abnegación (negarse, no hacer lo que uno quiere sino lo que Dios manda); tomar la Cruz (padecimientos, porque cruz es sufrimiento) y finalmente, seguimiento de Cristo, (o sea, docilidad a su doctrina como es y no rehacerla como se me acomoda mejor, imitación de su vida santísima, de sus virtudes).
Dios nos prueba de muchas maneras
: salud, pobreza, adversidades, sufrimiento moral por causas diversas: familiares, amigos, la patria, la Iglesia, el mundo en general. Hasta por flaquezas del temperamento, sensibilidad extrema, genio intempestivo, timidez… hay mil causas de sufrimiento, muchas veces no culpables. ¿Por qué hemos de dar particular atención a los sufrimientos de los divorciados concubinados en adulterio por encima de los demás sufrientes cristianos? Al punto de querer hacer para ellos una zona franca de pecado (podríamos incluir aquí también a los otros de la lista de los que “no entrarán en el reino de los cielos -a los homosexuales en especial, bajo este papado “gay friendly"- que los promotores de esta misericordia tienen en su lista de espera).
¿Por qué, pregunto, la misericordia misericordiante no considera ni en lo más mínimo los sufrimientos de quienes con heroico apego y virtuosa obediencia a la doctrina de Nuestro Señor, y caridad ardiente a su persona, guardan la castidad conforme a su estado: solteros, célibes, religiosos o esposos fieles muchas veces privadod del débito por razones de salud, etc.; separados inocentes que padecen por infidelidad ajena, u otra causa legítima? ¿No sería más edificante, no reconstruiría mucho más la santidad matrimonial y social predicar, sostener y elogiar estas virtudes y a esos sufrientes antes que hacer malabares con la doctrina para alentar a quienes buscan beneficiarse con los “sacramentos de vivillos”?

Y sin embargo, los virtuosos, los esforzados, reciben palos: ¡neopelagianos, solteronas, contadores de rosarios! Mas los que transgreden la ley de Dios, tienen atención especial y –presumiblemente- regímenes de privilegio… No para su conversión sino para su impenitencia ¿Hay mejor modo de alentar el pecado?
Así están las cosas. Y siga Pancho por la vía…
Yugo
San José como Patrono de la Iglesia Universal
Marcelo González
Decía el papa León XIII en 1889:
Durante periodos de tensión y de prueba —sobre todo cuando parece en los hechos que toda ausencia de ley es permitida a los poderes de las tinieblas ha sido costumbre en la Iglesia suplicar con especial fervor y perseverancia a Dios, su autor y protector, recurriendo a la intercesión de los santos —yMás
San José como Patrono de la Iglesia Universal
Marcelo González

Decía el papa León XIII en 1889:
Durante periodos de tensión y de prueba —sobre todo cuando parece en los hechos que toda ausencia de ley es permitida a los poderes de las tinieblas ha sido costumbre en la Iglesia suplicar con especial fervor y perseverancia a Dios, su autor y protector, recurriendo a la intercesión de los santos —y sobre todo de la Santísima Virgen María, Madre de Dios— cuya tutela ha sido siempre muy eficaz. El fruto de esas piadosas oraciones y de la confianza puesta en la bondad divina, ha sido siempre, tarde o temprano, hecha patente. Ahora, Venerables Hermanos, ustedes conocen los tiempos en los que vivimos; son poco menos deplorables para la religión cristiana que los peores días, que en el pasado estuvieron llenos de miseria para la Iglesia. Vemos la fe, raíz de todas las virtudes cristianas, disminuir en muchas almas; vemos la caridad enfriarse; la joven generación diariamente con costumbres y puntos de vista más depravados; la Iglesia de Jesucristo atacada por todo flanco abiertamente o con astucia; y los fundamentos mismos de la religión socavados con una osadía que crece diariamente en intensidad. Estas cosas son, en efecto, tan notorias que no hace falta que nos extendamos acerca de las profundidades en las que se ha hundido la sociedad contemporánea, o acerca de los proyectos que hoy agitan las mentes de los hombres. Ante circunstancias tan infaustas y problemáticas, los remedios humanos son insuficientes, y se hace necesario, como único recurso, suplicar la asistencia del poder divino. (...)
Las razones por las que el bienaventurado José debe ser considerado especial patrono de la Iglesia, y por las que a su vez, la Iglesia espera muchísimo de su tutela y patrocinio, nacen principalmente del hecho de que él es el esposo de María y padre putativo de Jesús. De estas fuentes ha manado su dignidad, su santidad, su gloria. Es cierto que la dignidad de Madre de Dios llega tan alto que nada puede existir más sublime; mas, porque entre la santísima Virgen y José se estrechó un lazo conyugal, no hay duda de que a aquella altísima dignidad, por la que la Madre de Dios supera con mucho a todas las criaturas, él se acercó más que ningún otro. Ya que el matrimonio es el máximo consorcio y amistad —al que de por sí va unida la comunión de bienes— se sigue que, si Dios ha dado a José como esposo a la Virgen, se lo ha dado no sólo como compañero de vida, testigo de la virginidad y tutor de la honestidad, sino también para que participase, por medio del pacto conyugal, en la excelsa grandeza de ella. El se impone entre todos por su augusta dignidad, dado que por disposición divina fue custodio y, en la creencia de los hombres, padre del Hijo de Dios. De donde se seguía que el Verbo de Dios se sometiera a José, le obedeciera y le diera aquel honor y aquella reverencia que los hijos deben a sus propio padres. De esta doble dignidad se siguió la obligación que la naturaleza pone en la cabeza de las familias, de modo que José, en su momento, fue el custodio legítimo y natural, cabeza y defensor de la Sagrada Familia. (Carta Encíclica Quamquan Pluries)
Hoy, cuando el poder de las tinieblas somete no solo al mundo, sino a extensivamente a los católicos y a buena parte de la jerarquía eclesiástica en la mayor confusión, recurramos a él junto con el auxilio de su Santísima esposa.

Oración a San José
A vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José, y después de haber implorado el auxilio de vuestra santísima Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en nuestras necesidades. Proteged, prudentísimo Custodio de la Divina Familia, el linaje escogido de Jesucristo. Preservadnos, Padre amantísimo, de todo contagio de error y corrupción; sednos propicio y asistidnos desde el cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el combate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas. Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios contra las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patrocinio a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos, y sostenidos por vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del cielo. Amén