Fiel A Cristo
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No hay salvación para los miembros del islam, del judaísmo y de las otras sectas no católicas, sean heréticas o cismáticas

No hay salvación para los miembros del islam, del judaísmo y de las otras sectas no católicas, sean heréticas o cismáticas

Hasta ahora hemos visto que es un dogma infaliblemente definido que todos los que mueren como no católicos, incluyendo a todos los judíos, paganos, herejes, cismáticos, etc., no se pueden salvar. Ellos deben convertirse para obtener la salvación. Ahora debemos dar un breve vistazo a lo que la Iglesia dice específicamente acerca de algunas de las principales religiones no católicas, como el judaísmo, el islam y las sectas protestantes y cismáticas del oriente. Esto ilustrará, una vez más, que aquellos que sostienen que los miembros de religiones no católicas se pueden salvar, no sólo están contra las declaraciones solemnes que ya se han citado, sino también contra las enseñanzas específicas que citamos a continuación.

LA ENSEÑANZA CATÓLICA ESPECÍFICA CONTRA EL JUDAÍSMO

Los judíos practican la antigua ley y rechazan la divinidad de Cristo y la Trinidad. La iglesia enseña lo siguiente acerca de la cesación de la antigua ley y sobre todos los que siguen observándola:

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1441, ex cathedra: “La sacrosanta Iglesia romana (…) Firmemente cree, profesa y enseña que las legalidades del Antiguo testamento, o sea, de la Ley de Moisés, que se dividen en ceremonias, objetos sagrados, sacrificios y sacramentos, como quiera que fueron instituidas en la gracia de significar algo por venir, aunque en aquella edad eran convenientes para el culto divino, cesaron una vez venido nuestro Señor Jesucristo, quien por ellas fue significado, y empezaron los sacramentos del Nuevo Testamento. Y quemortalmente peca quienquiera ponga en las observancias legales su esperanza después de la pasión, y se someta a ellas, como necesarias a la salvación, como si la fe de Cristo no pudiera salvarnos sin ellas. No niega, sin embargo, que desde la pasión de Cristo hasta la promulgación del Evangelio, no pudiesen salvarse, a condición, sin embargo, de que no se creyesen en modo alguno necesarias para la salvación; pero después de promulgado el Evangelio, afirma que, sin pérdida de la salvación eterna, no pueden salvarse. Denuncia consiguientemente como ajenos a la fe de Cristo a todos los que, después de aquel tiempo, observan la circuncisión y el sábado y guardan las demás prescripciones legales y que en modo alguno pueden ser partícipes de la salvación eterna, a no ser que un día se arrepientan de esos errores[100].

Papa Benedicto XIV, Ex quo primum, # 61, 1 de marzo de 1756: “La primera consideración es que las ceremonias de la ley mosaica fueron derogadas por la venida de Cristo y que ya no pueden ser observadas sin pecado después de la promulgación del Evangelio[101].

Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi, # 29-30, 29 de junio de 1943: “Y, en primer lugar, con la muerte del Redentor, a la Ley Antigua abolida sucedió el Nuevo Testamento (…) en el patíbulo de su muerte Jesús abolió la Ley con sus decretos (Ef. 2, 15) (…) y constituyó el Nuevo en su sangre, derramada por todo el género humano. Pues, como dice San León Magno, hablando de la Cruz del Señor, ‘de tal manera en aquel momento se realizó un paso tan evidente de la Ley al Evangelio, de la Sinagoga a la Iglesia, de los muchos sacrificios a una sola hostia, que, al exhalar su espíritu el Señor, se rasgó inmediatamente de arriba abajo aquel velo místico que cubría a las miradas el secreto sagrado del templo’. En la Cruz, pues, murió la Ley Vieja, que en breve había de ser enterrada y resultaría mortífera…”[102].

LA ENSEÑANZA CATÓLICA ESPECÍFICA CONTRA EL ISLAM

Papa Eugenio IV, Concilio de Basilea, 1434: “… existe la esperanza de que un gran número de la abominable secta de Mahoma será convertido a la fe católica”[103].

Papa Calixto III: “Yo prometo (…) exaltar la fe verdadera, y exterminar la secta diabólica de los reprobados e infieles de Mahoma [islam] en el Oriente”[104].

La Iglesia católica considera el islam una secta “abominable” y “diabólica”. (Nota: el Concilio de Basilea, sólo se considera ecuménico/aprobado en las primeras 25 sesiones, como indica la Enciclopedia Católicaen el vol. IV, “Concilios”, edición inglesa, pp. 425-426). Una “abominación” es algo que es aborrecible a la vista de Dios. Es algo por lo que Él no tiene respeto y estima. Algo “diabólico” es algo que es del diablo. El islam rechaza, entre muchos otros dogmas, la divinidad de Jesucristo y la Trinidad. Sus seguidores están fuera de los límites de la salvación, siempre y cuando se mantengan musulmanes.

Papa Clemente V, Concilio de Vienne, 1311-1312: “Es un insulto para el santo nombre y una deshonra para la fe cristiana que en ciertas partes del mundo sujetas a príncipes cristianos donde viven sarracenos [es decir, los seguidores el islam, también llamados musulmanes], a veces separados, a veces mesclados con los cristianos, los sacerdotes sarracenos, comúnmente llamados zabazala, en sus templos y mezquitas, donde los sarracenos se reúnen para adorar al infiel Mahoma, invocado en voz alta y exaltando su nombre cada día a ciertas horas en un lugar elevado (…) Hay un lugar, además, donde fue enterrado un sarraceno que otros sarracenos veneran como santo. Esto trae descrédito a nuestra fe y da gran escándalo a los fieles. Estas prácticas no se pueden tolerar sin disgustar a la divina majestad. Nos, por tanto, con la aprobación del sagrado concilio, prohibimos estrictamente esas prácticas, a partir de ahora, en tierras cristianas. Nos lo ordenamos a todos y cada uno de los príncipes católicos (…) Ellos deben eliminar esta ofensa en sus territorios y velar para que sus súbditos la eliminen, para que así puedan alcanzar la recompensa de la felicidad eterna. Se les prohíbe expresamente la invocación pública del sacrílego nombre de Mahoma (…) Los que presuman actuar de otra manera deberán ser castigados por los príncipes por su irreverencia, para que otros puedan ser disuadidos de tal osadía”[105].

La Iglesia, además de enseñar que todos los que mueren como no católicos se pierden, también enseña que a nadie se le debe obligar a abrazar el bautismo, porque la creencia es un acto libre de la voluntad.

Papa León XIII, Immortale Dei, #36, 1 de noviembre de 1885: “Es, por otra parte, costumbre de la Iglesia vigilar con mucho cuidado para que nadie sea forzado a abrazar la fe católica contra su voluntad, porque, como observa acertadamente San Agustín, ‘el hombre no puede creer más que de buena voluntad’”[106].

La enseñanza del Concilio de Vienne de que los príncipes cristianos deben hacer valer su autoridad civil para prohibir la expresión de la falsa religión del islam muestra, una vez más, que el islam es una religión falsa que lleva las almas al infierno y desagrada a Dios.

LA ENSEÑANZA CATÓLICA ESPECÍFICA CONTRA LAS SECTAS PROTESTANTES Y CISMÁTICAS

La Iglesia católica también enseña que las personas bautizadas que abrazan las sectas heréticas o cismáticas perderán sus almas. Jesús fundó su Iglesia sobre San Pedro como ya vinos, y declaró que todo aquel que no escuche a la Iglesia debe ser considerado como gentil y publicano (Mateo 18, 17). Él también ordenó a sus discípulos que observaran “todas las cosas” que Él les había ordenado (Mateo 28, 20). Las sectas cismáticas orientales (como la “ortodoxa”) y las sectas protestantes, son movimientos desprendidos de la Iglesia católica. Al separarse de la única Iglesia de Cristo, ellos abandonaron el camino de la salvación y entraron en el camino de la perdición.

Estas sectas, obstinada y pertinazmente rechazan una o más de las verdades que Cristo claramente instituyó, como el papado (Mateo 16, Juan 21, etc.), la confesión (Juan 20, 23), la Eucaristía (Juan 6, 54) y otros dogmas de la fe católica. Para salvarse es necesario asentir a todas las cosas que la Iglesia católica, basada en la Escritura y la tradición, ha definido infaliblemente como dogmas de fe.

A continuación siguen solo algunos de los dogmas infalibles de la fe católica que son rechazados por los protestantes y por los cismáticos de la Iglesia “ortodoxa” (en el caso del papado). La Iglesia anatematiza (una forma grave de excomunión) a todos los que afirman obstinadamente lo contrario a sus definiciones dogmáticas.

“Para entender la palabra anatema… primero debemos remontarnos al verdadero significado de herem, del cual es equivalente. Herem viene de la palabra haram, cortar, separar, maldecir, e indica que lo que está maldito y condenado será cortado o exterminado, sea persona o cosa, y, en consecuencia, se le prohíbe al hombre hacer uso. Este es el sentido de anatema en el siguiente pasaje del Deuteronomio VII, 26: ‘Y no has de introducir en tu casa la abominación, para no hacerte como lo que ella es, anatema. Detéstalo y abomínalo como abominación por ser cosa dada al anatema’”[107].

Por tanto, un protestante o un “ortodoxo oriental” que rechaza obstinadamente estas enseñanzas dogmáticas es anatematizado y separado de la Iglesia, fuera de la cual no hay salvación. Es muy interesante que, al pronunciar estos cánones dogmáticos, la Iglesia dice: “si alguno dijere… sea anatema (anathema sit)” en vez de decir “si alguno dijere… él es anatema (anathema est)”. Esta calificación de “sea” deja espacio para los católicos que no pueden estar conscientes de un dogma particular y que se conformarían a la enseñanza del canon tan pronto como se les muestre. Sin embargo, la persona que es obstinada y deliberadamente contradice la enseñanza dogmática de la Iglesia recibe automáticamente toda la fuerza de la condena.

El punto aquí es que si alguien pudiese rechazar estos dogmas y todavía se salvara, entonces estas definiciones infalibles, y sus anatemas que la acompañan, no tendrían ningún significado, valor o fuerza. Sin embargo, ellas sí tienen significado, valor y fuerza, puesto que son enseñanzas infalibles protegidas por Jesucristo. Por lo tanto, todos los que rechazan estos dogmas son anatematizados y están en el camino a la condenación.

Papa Pío XI, Rerum omnium perturbationem, # 4, 26 de enero de 1923: “El santo fue nada menos que Francisco de Sales (…) parecía haber sido enviado especialmente por Dios para luchar contra las herejías sostenidas por la reforma [protestante]. Son en estas herejías que descubrimos los inicios de esa apostasía de la humanidad de la Iglesia, los efectos tristes y desastrosos que lamenta, incluso en la hora presente, toda mente justa”[108].

Papa Julio III, Concilio de Trento, sesión 13, canon 1 sobre la Eucaristía, ex cathedra: “Si alguno negare que el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre, juntamente con el alma y la divinidad, de nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que sólo está en él como en señal y figura o por su eficacia, sea anatema[109].

Papa Julio III, Concilio de Trento, sesión 14, canon 3 sobre el sacramento de la penitencia: “Si alguno dijere que las palabras del Señor Salvador nuestro: ‘Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos’ (Juan 20, 22), no han de entenderse del poder de remitir y retener los pecados en el sacramento de la penitencia, (…) sea anatema[110].

Papa Julio III, Concilio de Trento, sesión 14, sobre la extremaunción y la penitencia: “Esto es lo que acerca de los sacramentos de la penitencia y de la extremaunción profesa y enseña este santo Concilio ecuménico y propone a todos los fieles de Cristo para ser creído y mantenido. Y manda que inviolablemente se guarden los siguientes cánones y perpetuamente condena y anatematiza a los que afirmen lo contrario[111].

Papa Julio III, Concilio de Trento, sesión 6, cap. 16, ex cathedra: “Después de esta exposición de la doctrina católica sobre la justificación – doctrina que quien no la recibiere fiel y firmemente, no podrá justificarse –, plugo al santo Concilio añadir los cánones siguientes, a fin de que todos sepan no sólo qué deben sostener y seguir, sino también evitar y huir”[112].

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4, cap. 3, ex cathedra: “… todos los fieles de Cristo deben creer que la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice poseen el primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles, y verdadero vicario de Jesucristo y cabeza de toda la Iglesia (…) Enseñamos, por ende, y declaramos, que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras (…) Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y salvación[113].

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REFERENTE A LOS NIÑOS MIEMBROS DE LAS SECTAS NO CATÓLICAS VÁLIDAMENTE BAUTIZADOS

La Iglesia católica siempre ha enseñado que cualquier persona (incluyendo un laico y un no católico) puede bautizar válidamente si adhiere a la materia y forma adecuada del sacramento y si tiene la intención de hacer lo que hace la Iglesia.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, “Exultate Deo”, 1439: “Pero en caso de necesidad, no sólo puede bautizar el sacerdote o el diácono, sino también un laico y una mujer y hasta un pagano y hereje, con tal de que guarde la forma de la Iglesia y tenga la intención de hacer lo que hace la Iglesia”[114].

La Iglesia siempre ha enseñado que los niños bautizados en las iglesias heréticas y cismáticas se hacen católicos, miembros de la Iglesia y sujetos al Romano Pontífice, incluso si las personas que los bautizan son herejes que están fuera de la Iglesia católica. Esto se debe a que el niño, siendo menor de la edad de la razón, no puede ser un hereje o cismático. Él no puede tener un obstáculo que impida al bautismo hacerlo un miembro de la Iglesia.

Papa Paulo III, Concilio de Trento, sesión 7, canon 13 sobre el sacramento del bautismo: “Si alguno dijere que los párvulos por el hecho de no tener el acto de creer no han de ser contados entre los fieles después de recibido el bautismo (…) sea anatema”[115].

Esto significa que todos los niños bautizados, estén donde estén, incluso los bautizados en iglesias heréticas no católicas por ministros herejes, se hacen miembros de la Iglesia católica. Ellos también están sujetos al Romano Pontífice (si lo hay) como vimos anteriormente en la enseñanza del Papa León XIII. Pero, ¿en qué momento este niño católico bautizado se convierte en un no católico – separándose de la Iglesia y de la sumisión al Romano Pontífice–? Después que el niño bautizado llega a la edad de la razón, él o ella se convierte en un hereje o cismático y rompe su pertenencia a la Iglesia y corta su sujeción al Romano Pontíficecuando él o ella rechaza obstinadamente cualquier enseñanza de la Iglesia católica o pierde la fe en los misterios esenciales de la Trinidad y la Encarnación.

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351: “Preguntamos: Primeramente, si creéis tú y la Iglesia de los armenios que te obedece que todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma fe católica y después se apartaron o en lo futuro se aparten de la comunión de la misma fe de la Iglesia romana que es la única católica, son cismáticos y herejes, si perseveran obstinadamente divididos de la fe de la misma Iglesia romana. En segundo lugar preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la fe de la misma Iglesia y de la obediencia de los Romanos Pontífices”[116].

Por tanto, hay que tener claro los siguientes puntos: 1) Los no bautizados (judíos, musulmanes, paganos, etc.) deben todos unirse a la Iglesia católica recibiendo el bautismo y la fe católica o todos se perderán. 2) Todos los niños bautizados, son católicos, miembros de la Iglesia y sujetos al Romano Pontífice por el bautismo. Sólo se separan de esa pertenencia (que ellos ya poseen) cuando rechazan obstinadamente cualquier dogma o crean algo contrario a los misterios esenciales de la Trinidad y la Encarnación. En la enseñanza del Papa Clemente VI, vemos enseñado claramente este segundo punto: todos los que reciben la fe católica en el bautismo, pierden esa fe y se convierten en cismáticos y herejes si ellos “si perseveran obstinadamente divididos de la fe de la misma Iglesia romana”.

El hecho es que todos los protestantes que rechazan a la Iglesia católica o sus dogmas sobre los sacramentos, el papado, etc., se han separado obstinadamente de la fe de la Iglesia romana y por ello han roto su pertenencia a la Iglesia de Cristo. Lo mismo ocurre con los “ortodoxos orientales” que rechazan obstinadamente los dogmas sobre el papado y la infalibilidad papal. Ellos necesitan convertirse a la fe católica para salvarse.