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Cómo me encontré a Dios en la naturaleza. Una crónica de mi visita a Montserrat

Rafael Pérez del Solar

2015 | Galerías | Hambre de infinito | Santa María

02/08/2016


¿Alguna vez has estado subido en una montaña, desde donde puedes ver toda una ciudad tan pequeña que parece ser de miniatura, donde el paisaje hermoso se adorna con una nutrida y variada vegetación y desde donde puedes tener a las nubes casi a tu altura? Y, ¿alguna vez has estado frente a una construcción arquitectónica tan impresionante que te deja boquiabierto y admirado por tanta creatividad e ingenio humano para realizarla? Más aún, ¿alguna vez tuviste ambas experiencias en un mismo lugar?

Hace dos meses, tuve la bendición de conocer un lugar donde encontré todo lo antes mencionado (y más): el Monasterio de Santa María de Montserrat, en las afueras de Barcelona, España. Se trata de un monasterio benedictino situado a una altura de 720 metros sobre el nivel del mar, ubicado en unas montañas que te recuerdan la hoja dentada de una sierra (Montserrat, en catalán significa justamente monte serrado).


La historia dice que hacia el año 880, hallaron en una gruta la imagen de la Virgen (llamada con cariño «La Morenita») y se estableció una capilla dedicada a Ella, para luego con el pasar de los años, construir el complejo arquitectónico que se conoce hoy en día, que recibe miles de peregrinos, turistas y deportistas (hay excelentes caminos por la zona para hacer trekking). Un dato curioso: en el Monasterio, funciona la Escolanía de Montserrat, considerada la escuela de canto para niños de más antigüedad de occidente, ya que fue fundada en el siglo XIII, y que pude escuchar en el interior de la Basílica, así como el canto de las vísperas de los monjes. ¡También te puedes encontrar con Dios a través del arte!


El paisaje en esta parte de Barcelona es realmente hermoso. Para llegar a Montserrat puedes hacerlo de cuatro formas: en auto, en tren, en funicular o caminando (¡en una subida bastante empinada!). Si bien uno termina más cansado, te recomiendo la cuarta. ¡La experiencia de la subida, rodeado de la naturaleza, es una experiencia que te mueve a admirar la Creación de Dios, Él nos habla también en ella! Para mí fue un recordatorio muy fuerte de que el Señor nos habla en los detalles a pesar de que algunas veces queramos encerrarnos en nuestras preocupaciones o esquemas. Es muy saludable para el espíritu darse esos espacios de salir de la rutina, y dejarse tocar por este regalo que Dios nos ha dejado, y cuestionarnos como dice el Salmo 8: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?».

El Papa Juan Pablo II comentando ese salmo decía: «Emerge una doble experiencia. Por un lado, la persona humana se siente como aplastada por la grandiosidad de la creación, «obra de tus dedos» divinos… Por otro lado, sin embargo, Dios se inclina sobre el hombre y le corona como si fuera su virrey: “lo coronaste de gloria y dignidad” (versículo 6)… El Salmo nos hace conscientes de nuestra grandeza y de nuestra responsabilidad ante la creación».

La experiencia de la subida se vio coronada con la llegada al Monasterio. Uno se pregunta: ¿Cómo hicieron para construir todo esto aquí? Es realmente impactante la hermosa combinación entre la creatividad humana y la divina que se combinan de forma asombrosa en Montserrat. Caminando por los alrededores se respiraba una gran tranquilidad y paz, que se acrecentó cuando terminó la tarde con la Santa Misa dentro de la Basílica (que aunque fue en catalán, y entendí el 40 %, fue muy especial para cerrar de la mejor forma el día).


Mi conclusión de esta visita fue que es muy valioso tener experiencias nuevas y en especial poder visitar este tipo de lugares que nos ofrecen la oportunidad de encontrarnos con Dios en la naturaleza, pero incluso también en la creación humana. Este tipo de situaciones, nos ayudan a salir de la rutina y a sacar a Dios de los esquemas que a veces le imponemos en nuestra vida.

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