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Bottega
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La parábola del sembrador. La parábola del sembrador es la primera parábola de Jesús, la encontramos en los tres Evangelios sinópticos, además en el evangelio apócrifo de Tomás “Salió un sembrador …Más
La parábola del sembrador.

La parábola del sembrador es la primera parábola de Jesús, la encontramos en los tres Evangelios sinópticos, además en el evangelio apócrifo de Tomás “Salió un sembrador a sembrar, y de la simiente, parte cayó junto al camino, y, viniendo las aves, la comieron. Otra cayó en sitio pedregoso, donde no había tierra, y luego brotó, porque la tierra era poco profunda; ”pero, levantándose el sol, la agostó, y, como no tenía raíz, se secó. Otra cayó entre cardos, y los cardos crecieron y la ahogaron. Otra cayó sobre tierra buena y dio fruto, una ciento, otra sesenta, otra treinta. Mat 13:4-8 Mientras que la parábola fue contada a la multitud, las explicaciones solo se dieron a los discípulos . Y les decía: -A vosotros se os ha concedido el misterio del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera todo se les anuncia con parábolas, de modo que "los que miran miren y no vean, y los que oyen oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone". Y les dice: -¿No entendéis esta parábola? ¿Y cómo podréis entender las demás parábolas? El que siembra, siembra la palabra. Los que están junto al camino donde se siembra la palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Los que reciben la semilla sobre terreno pedregoso son aquellos que, cuando oyen la palabra, al momento la reciben con alegría, pero no tienen en sí raíz, sino que son inconstantes; y después, al venir una tribulación o persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen. Hay otros que reciben la semilla entre espinos: son aquellos que han oído la palabra, pero las preocupaciones de este mundo, la seducción de las riquezas y los apetitos de las demás cosas les asedian, ahogan la palabra y queda estéril. Y los que han recibido la semilla sobre la tierra buena, son aquellos que oyen la palabra, la reciben y dan fruto: el treinta por uno, el sesenta por uno y el ciento por uno. Mar 4:11 Los oídos para oír son los del alma, que deben servir para comprender y practicar los mandamientos de Dios. La piedra es el corazón perverso y endurecido; la tierra, la dulzura de un espíritu obediente; el sol, el ardor de la persecución que se torna cruel. La profundidad de la tierra que debiera recibir la semilla de Dios, es la probidad del ánimo ejercitado por la disciplina celestial y preparado por la regla a obedecer las divinas enseñanzas. Los lugares pedregosos, que no tienen fuerza para fijar las raíces, son los corazones que se deleitan con la dulzura de la palabra oída y de las promesas celestiales; pero que vuelven atrás en el momento de la tentación, porque el deseo que tienen del bien es poca cosa para que conciban la semilla de la vida. Y qué resultó de la siembra? Se perdieron tres partes, y una sola se salvó, no dice que los perezosos recibieron tal parte de la semilla y la dejaron perecer; que los ricos recibieron otra parte y la ahogaron; y los voluptuosos esta otra parte y la perdieron.