Ana Luisa M.R
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Don Álvaro del Portillo ya es beato

Miles de personas procedentes de los cinco continentes han participado en Madrid en la celebración eucarística de beatificación

Roma, 27 de septiembre de 2014 (Zenit.org) Rocío Lancho García | 23 hits

La Iglesia católica ya cuenta con un nuevo beato. En Madrid, ha sido beatificado Don Álvaro del Portillo, ingeniero, sacerdote, obispo y primer sucesor del Fundador del Opus Dei, san Josemaría Escrivá. El nuevo beato, fue uno de los protagonistas del Concilio Vaticano II, como impulsor del papel de los laicos en la Iglesia y de la identidad del sacerdote en la sociedad actual.

Esta mañana, en la calle Valdebebas han concelebrado más de 150 obispos de todo el mundo y 17 cardenales, presididos por el delegado del papa Francisco, el prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, el cardenal Amato. También ha estado presente en la eucaristía, José Ignacio Ureta, niño curado por intercesión del nuevo beato, y su familia. Ellos han sido los encargados de llevar las reliquias del nuevo beato al altar. Niños, mayores, familias y jóvenes, cerca de 300 mil personas procedentes de 80 países de los cinco continentes han estado presentes para vivir en familia esta fiesta para la prelatura del Opus Dei y para toda la Iglesia.
La colecta de la eucaristía de la celebración de la beatificación se destinará a cuatro proyectos sociales en África: un hospital en Nigeria, un programa contra la desnutrición infantil en Costa de Marfil, la ampliación de tres dispensarios médicos en R.D. Congo y becas para que sacerdotes africanos estudien en la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Todos estos proyectos -explican desde la oficina de comunicación del Opus Dei- fueron impulsados por Álvaro del Portillo.

Durante la homilía, el cardenal Amato ha destacado la gran humildad del nuevo beato. Así, ha indicado que "el nuevo beato fue llamado desde joven a seguir a Cristo, para ser después un diligente ministro de la Iglesia y proclamar en todo el mundo la gloriosa riqueza de su misterio salvífico". Por otro lado, ha recordado que "son muchas las virtudes –como la fe, la esperanza y la caridad– que el beato Álvaro vivió de modo heroico. Practicó estos hábitos virtuosos a la luz de las bienaventuranzas de la mansedumbre, de la misericordia, de la pureza de corazón". Y ha añadido "los testimonios son unánimes. Además de destacar por la total sintonía espiritual y apostólica con el santo fundador, se distinguió también como una figura de gran humanidad".

El purpurado también ha querido recordar del beato que "su delicadeza en el trato iba unida a una riqueza espiritual excepcional, en la que destacaba la gracia de la unidad entre vida interior y afán apostólico infatigable". Del mismo modo ha señalado que "huía de todo personalismo, porque transmitía la verdad del Evangelio y la integridad de la tradición, no sus propias opiniones". La piedad eucarística, la devoción mariana y la veneración por los Santos -ha observado- nutrían su vida espiritual.
Sin embargo, hay una virtud que Monseñor Álvaro del Portillo vivió de modo especialmente extraordinario, considerándola un instrumento indispensable para la santidad y el apostolado, ha precisado el cardenal: "la virtud de la humildad, que es imitación e identificación con Cristo".

Para don Álvaro, la humildad era "la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad, mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios", ha explicado en la homilía.
Para concluir la homilía, el prefecto de la Congregación para las Causa de los Santos, ha subrayado que "ahora más que nunca necesitamos una ecología de la santidad, para contrarrestar la contaminación de la inmoralidad y de la corrupción. Los santos nos invitan a introducir en el seno de la Iglesia y de la sociedad el aire puro de la gracia de Dios, que renueva la faz de la tierra".

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Para don Álvaro, la humildad era "la llave que abre la puerta para entrar en la casa de la santidad, mientras que la soberbia constituía el mayor obstáculo para ver y amar a Dios"