adeste fideles
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SACERDOTES. Primera Parte. 2. Jesús Llora a causa de Judas. María Valtorta

2-83-30 (2-47-508).- Jesús llora a causa de Judas quien es enseñanza para Pedro y para los apóstoles de todos los tiempos. Zelote le consuela.
* “Judas es vuestra escuela viviente. En verdad te digo que por un Juan, un Pedro… hay al menos otras tantas veces siete Judas”.- ■ Jesús está en el campo, en una zona de tierras opimas: magníficos árboles frutales, viñedos espléndidos con racimos que tienden ya a colorearse de oro y de rubí… Está sentado bajo un árbol y come fruta que le ofreció un campesino… ■ Se acerca un hombre que trae un borriquillo cargado de verduras. “Mira, si tu amigo quiere partir… mi hijo va a Jerusalén para el mercado de la Pascua”. Jesús dice a Juan: “Ve, Juan. Sabes lo que debes hacer. Dentro de cuatro días nos volveremos a ver. Mi paz sea contigo”. Jesús abraza a Juan y le besa, también Simón hace lo mismo. Iscariote dice: “Maestro, si me permites, voy con Juan. Tengo necesidad de ver a un amigo. Todos los sábados está en Jerusalén. Iría con Juan hasta Betfagé y luego iría por mi cuenta… Es un amigo de casa… ya sabes… mi madre me dijo…”. Jesús: “Nada te he preguntado, amigo”. Iscariote: “Mi corazón llora al tener que dejarte. Pero dentro de cuatro días estaré de nuevo contigo, y te seré tan fiel que hasta te resultaré pesado”. Jesús: “Ve, pues. Dentro de cuatro días, cuando el alba se levante, estad en la Puerta de los Peces. Hasta la vista y que Dios te guarde”. Judas besa al Maestro y camina a poca distancia del borriquillo, que va trotando por el camino polvoriento. La tarde va bajando sobre la campiña que se cobija en silencio. Simón observa el trabajo de los hortelanos que riegan los surcos. ■ Jesús por unos momentos se ha quedado en el lugar en que estaba. Después se levanta, va hacia la parte de atrás de la casa, se adentra en el huerto. Se aísla. Se dirige hasta un lugar tupido en el que robustos granados se entrecruzan con matas bajas —yo diría que son de parras silvestres, pero no sé con seguridad, porque ya no tienen frutos y conozco poco la hoja de esta planta—. Jesús se esconde detrás de los granados, se arrodilla y ora… y luego se inclina hacia la hierba, con el rostro contra el suelo, y llora. Esto lo colijo por sus suspiros profundos y entrecortados. Un llanto desconsolado, sin sollozos pero muy triste. Así pasa el tiempo. La luz es ya crepuscular, pero aún no hay tanta oscuridad como para no poder ver. ■ Y dentro de esta escasa luz, se ve sobresalir por encima de una mata la cara fea pero honrada de Simón Zelote. Mira, busca, descubre la figura encorvada de Jesús, todo cubierto por el manto azul-oscuro, que le confunde casi con las sombras del suelo; sólo resaltan la rubia cabeza, apoyada sobre las muñecas, y las manos unidas en oración, que sobresalen por encima de aquella. Simón mira con esos ojos suyos tan saltones. Comprende que Jesús está triste, por los suspiros que da, y su boca de labios abultados y de color violeta, se abre: “¡Maestro!”. Jesús levanta el rostro. Zelote: “¿Lloras, Maestro? ¿Por qué? ¿Me permites que vaya a donde estás?”. En la cara de Simón está dibujada la sorpresa y el dolor. En realidad es un hombre feo. A su no bello perfil y al color oscuro aceituna se le añaden las cicatrices azuladas que cual hoyos le dejó su mal. Pero su mirada es tan buena, que su deformidad desaparece. Jesús le dice: “Ven, Simón amigo”. Jesús se ha sentado en la hierba. Simón se sienta cerca de Él. Zelote le pregunta: “¿Por qué estás triste, Maestro mío? Yo no soy Juan y no podré darte todo cuanto él te da, pero tengo deseos de consolarte. Y tengo un solo dolor: el de sentirme incapaz de hacerlo. Dime: ¿Te he causado algún disgusto en estos últimos días hasta el punto de que te canse el tener que estar conmigo?”. Jesús: “No, buen amigo. Desde el momento en que te vi, no me has causado ningún desagrado. Y creo que jamás me serás causa de llanto”. Zelote: “¿Y entonces, Maestro?… No soy digno de tu confianza, pero dados mis años, podría ser hasta padre tuyo, y bien sabes que siempre he tenido sed de hijos… Permíteme que te acaricie como si fueses hijo mío y que haga yo en esta hora las veces de padre y madre. Tienes necesidad de tu Madre para olvidar muchas cosas…”. Jesús: “¡Oh, sí… de mi Madre!”. Zelote: “Pues bien, mientras no llegue el momento en que Ella te consuele, deja a tu siervo la alegría de hacerlo. ■ Maestro, Tú lloras porque ha habido uno que te ha disgustado. Desde hace días tu rostro es como sol cubierto de nubes. Te he estado observando. Tu bondad oculta la herida, para que nosotros no odiemos al que te hiere; pero esta herida duele y te provoca náusea. Pero dime, Señor mío: ¿por qué no alejas de Ti la fuente de esta pena?”. Jesús: “Porque humanamente es inútil y sería contra la caridad”. Zelote: “¡Ah! ¡Te has dado cuenta de que me refería a Judas! Tú sufres por él. ¿Cómo puedes, Tú, Verdad, soportar a ese mentiroso?… Miente y ni cambia de color. Es más falso que un zorro, más cerrado que una piedra. Ahora se ha ido. ¿A hacer qué? ¿Será posible que tenga tantos amigos? Aléjale de Ti, Señor mío, a ese hombre”. Jesús: “Es inútil. Lo que debe ser, será”. Zelote: “¿Qué quieres decir?”. Jesús: “Nada en particular”. Zelote: “Tú de buena gana le has dejado ir porque… porque te asqueó su modo de actuar en Jericó”. Jesús: “Así es, Simón. Una vez más te digo: lo que debe ser, será. ■ Y Judas forma parte de este futuro. También él debe estar…”. Zelote: “Juan me ha contado que Simón Pedro es todo franqueza y fuego… ¿Le podrá soportar a éste?” (1). Jesús: “Le debe soportar. También Pedro está destinado a ser una parte, y Judas es el cañamazo en que debe tejer su parte; o, si lo prefieres, es la escuela en que Pedro se ejercitará más que con cualquier otro. Ser buenos con Juan, entender a los corazones como el de Juan, es también virtud hasta de tontos. Pero ser buenos con quien es un Judas, saber comprender corazones como el de Judas, y ser médico y sacerdote para ellos es difícil. Judas es vuestra enseñanza viviente”. Zelote: “¿La nuestra?”. Jesús: “Sí, la vuestra. El Maestro no es eterno sobre la Tierra. Se irá después de haber comido el pan más duro, y bebido el vino más amargo. Pero vosotros os quedaréis para ser mis continuadores… y debéis saber. Porque el mundo no termina con el Maestro, sino que continúa después, hasta el regreso final del Mesías y hasta el juicio final del hombre. ■ Y, en verdad te digo que por un Juan, un Pedro, un Simón, un Santiago, Andrés, Felipe, Bartolomé y Tomás, hay al menos otras tantas veces siete Judas. Muchos más, muchos más”. Simón, reflexivo, guarda silencio. (Escrito el 20 de Enero de 1945).
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1 Nota : Es de advertir que estamos al comienzo de la vida pública de Jesús. La formación del colegio apostólico se fue realizando gradualmente. Después de la elección de los primeros discípulos en Galilea, Jesús se había marchado a Jerusalén, donde tuvo lugar la elección de estos dos discípulos: Simón Zelote, y Judas Iscariote. Con ellos dos y con Juan, que posteriormente había llegado también a Jerusalén, Jesús regresará más tarde a Galilea donde Jesús presentará a los dos nuevos discípulos. Obviamente, hasta este momento, tanto Simón Zelote como Judas Iscariote eran unos desconocidos, al menos en su forma de ser, para los discípulos de Galilea.
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2-83-33 (2-48-512).- “También vosotros, y lo digo especialmente de los que tienen cuidado de almas, tenéis necesidad de aprender estudiando a Judas”.- La Santísima Humanidad de Cristo.
* “Vosotros, sacerdotes, todos sois «Pedros» y debéis atar y desatar. Pero ¡cuánto espíritu de observación, de unión con Dios… cuántas comparaciones con el método de vuestro Maestro debéis hacer para ser lo que debéis ser!.- Dice Jesús: “Pequeño Juan (1), cuántas veces lloré con el rostro en el suelo por causa de los hombres. ¿Y vosotros querríais ser menos que Yo? También para vosotros, los buenos están en la proporción que había entre los buenos y Judas. Y cuanto más bueno es uno, más sufre por ello. También vosotros, y lo digo especialmente de los que tienen cuidado de almas, tenéis necesidad de aprender estudiando a Judas. Vosotros, sacerdotes, todos sois «Pedros» y debéis atar y desatar. Pero ¡cuánto espíritu de observación, de unión con Dios; cuánto estudio realista, cuántas comparaciones con el método de vuestro Maestro debéis hacer para ser lo que debéis ser! ■ A alguien le parecerá inútil, humano, imposible cuanto digo. Son los que de costumbre niegan los aspectos humanos de mi vida y de Mí hacen una cosa tan fuera de la vida humana que soy solo cosa divina. ¿Dónde queda entonces la Santísima Humanidad, dónde el sacrificio de la Segunda Persona que se vistió de carne? Pues era Yo, verdaderamente, un Hombre entre los hombres. Era el Hombre y por eso sufría al ver al traidor y a los ingratos. Y por esto me alegraba de que me amase alguien, o se convirtiese a Mí. Y por esto sentía profundamente en el alma y lloraba ante el cadáver espiritual de Judas. Con el corazón en las manos y con el llanto en los ojos lloré ante el amigo muerto. Pero sabía que lo llamaría Yo a la vida y gozaba viéndolo ya con el espíritu en el Limbo. Aquí… aquí tenía enfrente al Demonio… y no digo más. ■ Tú, Juan, sígueme. Demos a los hombres también este don. Y luego… Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y se esfuerzan en cumplirla. Bienaventurados los que quieren conocerme para amarme. En ellos y para ellos seré bendición”. (Escrito el 20 de Enero de 1945).
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1 Nota : «Pequeño Juan». María Valtorta es llamada con frecuencia «pequeño Juan» o como «Juanito», por la similitud en su espiritualidad y misión con el gran Juan, apóstol y evangelista. Es para Jesús un pequeño Juan evangelista. También es llamada «Violeta de la Cruz» y «María de la Cruz».
-Obra completa: El Evangelio Como me Ha Sido Revelado