El Precursor
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Gnosticismo: la salvación por medio del conocimiento – Herejías de la Historia

¿Qué es el gnosticismo?
Los gnosticismos son doctrinas de intelectuales, deficientemente convertidos, que aparecen en gran número hacia el 120-130 d. C. Lejos de acoger la fe, según la tradición de los apóstoles y de la Iglesia, la utilizan y la explotan en el sentido de sus filosofías y de sus sistemas. Su legítimo deseo de conocimiento se convierte en violación y no acogida del misterio. A mediados del siglo II la literatura gnóstica es más abundante y más activa que la ortodoxa. [Adalbert G. Hamman Para leer LOS PADRES DE LA IGLESIA – Nueva edición revisada y aumentada por Guillaume Bady]

Es muy posible que la gnosis occidental se haya podido generar en suelo judío a partir de preocupaciones vitales y religiosas no respondidas adecuadamente por la religión tradicional, a partir del influjo de la filosofía platónica y de otras concepciones dualistas sobre la perenne lucha del Bien y del Mal, y a partir de otras nociones esotéricas que existían en el mundo grecorromano.
Es muy posible, además, que el germen de la gnosis sea anterior a la era cristiana, y que al crecer afectara directamente tanto al judaismo como al paganismo más esotérico (el hermetismo), y sobre todo al cristianismo de los siglos II y III. Cuando la atmósfera de ideas gnósticas («gnosis») se transforma en un sistema sólido de nociones religiosas dentro del cristianismo, se denomina «gnosticismo». Y es este sistema el que afectó y sacudió violentamente, con sus novedosas y heterodoxas concepciones, a la teología del grupo mayoritario cristiano, sobre todo a partir de mediados del siglo II.

Para los gnósticos [de la palabra griega gnosis, que significa conocimiento] la divinidad no es simple, sino compleja. Su magna paz y soledad no es incompatible con que esta deidad suprema esté de algún modo acompañada de un ser que es como una proyección de sí mismo. Este «ser» («eón») se puede denominar su «Pensamiento», también llamado «Silencio». Este Pensamiento es como la proyección de sí mismo, pero a la vez actúa como si fuera su «Pareja». Los gnósticos sostienen que el Uno, gracias a su unión con su Pensamiento/Silencio, emana un «Dios hacia fuera» o Hijo, que puede proyectarse tanto hacia lo inteligible —el ámbito divino— como hacia lo sensible —lo que después será el universo material.
Es digno de señalar cómo de una u otra manera aparece en los sistemas gnósticos la figura de la Madre o Deidad femenina (el Silencio es femenino en griego: Sigé). Los expertos en historia de las religiones interpretan este hecho como un resto de antiguo politeísmo (divinidad masculina/femenina), luego purificado e intelectualizado. En unos sistemas gnósticos es el Silencio (vocablo que recalca la trascendencia de ese Uno) el que aparece como la compañera del Uno; en otros se le llama Espíritu (que en hebreo también es femenino).

El Espíritu Santo como «mujer»

Notemos como es en el gnosticismo que surge la herejía de considerar al Espíritu en femenino, dentro del cristianismo:

“Otros más cuentan la prodigiosa narración de que en la potencia del Abismo hubo una Luz primera, dichosa, incorruptible e infinita, que fue el Padre de todas las cosas, al que llaman el Primer Hombre. De él nació el Pensamiento como hijo suyo: éste es el Hijo del Hombre, es decir el Segundo Hombre. Sobre éstos está el Espíritu Santo… Y dicen que el Espíritu vuela sobre éstos, al que llaman Primera Mujer. En seguida, según dicen, el Primer Hombre se regocijó con su Hijo al ver la hermosura del Espíritu, es decir de la Mujer, y habiéndola iluminado, de ella engendró la Luz incorruptible, y al Tercer Hombre, al que llaman Cristo, hijo del Primero y del Segundo Hombre, unidos al Espíritu Santo que es la Primera Mujer.” [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 30, 1]

El Demiurgo, el dios ‘inferior’ o ‘malo’ que creó el universo

Según el gnosticismo, el Dios supremo e inefable (El Padre) no es el creador del universo, aunque todo en última instancia procede de él. El creador es un ser inferior: el Demiurgo.

Este personaje, el Demiurgo, es descrito de diversas maneras por los gnósticos. Pero en todos los sistemas es un ser divino, un dios inferior que ignora que por encima de él se halla el verdadero y trascendente Dios, el Uno… A pesar de ser el Creador, en unos grupos gnósticos el Demiurgo es un ser malo y perverso; en otros, simplemente necio por no saber que hay un Dios superior a él, el Uno o Padre trascendente; en todos los grupos gnósticos, este Demiurgo es Yahvé [Jehová], el dios del Antiguo Testamento, a quien los judíos creen equivocadamente dios supremo, por haber creado el universo.

El Uno (Padre trascendente)



Pleroma (Plenitud o conjunto total de la divinidad, formada por las emanaciones del UNO (esas emanaciones se llaman ‘eones’ )



La Sabiduría o Sofía (uno de esos eones o entes divinos) se rebela (lapso o caída) y es expulsada del Pleroma



ese «pecado» o lapso de la Sabiduría significará el principio de la materia, del universo todo



La sabiduría se arrepiente y es rescatada por el Pleroma, de ese arrepentimiento surgirá el Demiurgo



El Demiurgo crea el universo con la materia que surgió de la caída de la Sabiduría


El Uno o Padre es supertrascendente: no puede implicarse de modo directo en crear el universo. Queda así exonerado de algún modo de la creación de algo material, y por tanto imperfecto y malo. Tenemos, pues, aquí un mito cosmogónico. Con él la gnosis consigue explicar varias cosas: el Universo es creado en último término por Dios, pero por una especie de «error» de uno de sus modos o «eones». Además, no lo crea la divinidad directamente, sino sus intermediarios. Esto supone que la gnosis niega la fe del Antiguo Testamento en la creación. Pero así se salva la absoluta trascendencia divina y se explica la dualidad insalvable entre Dios y la materia. Esta es el último escalón, lo más degradado del ser y, en el fondo, es irreconciliable con la divinidad.

En esta creación hay tres tipos de sustancias: 1) la sustancia espiritual o divina: «pneumática», es una chispa divina procedente del Pleroma que pasará al «espíritu», o parte superior de algunos seres humanos (muy importante en la soteriología gnóstica, como veremos más adelante). 2) la sustancia «psíquica»; esta será engendrada por el Demiurgo. La sustancia «psíquica» es propia de algunos ámbitos de la materia, por ejemplo, el principio vital, o alma del hombre, lo que le permite moverse. 3) En tercer lugar tenemos la sustancia puramente «material», representada por la materia toda del cosmos, los animales y el cuerpo del hombre, creados todos por el Demiurgo.

[No existe unidad entre los gnósticos a la hora de expresar cómo se constituye este Pleroma. Para algunos, como los setianos de Nag Hammadi, la concepción de este Pleroma no supone en absoluto que las entidades divinas que en él se distinguen tengan una auténtica realidad en sí mismas (es decir, sean auténticas «hipóstasis» subsistentes), sino que son meros modos o disposiciones de la divinidad, maneras de su proyección hacia fuera (otra suerte de modalismo). En este sistema la unicidad del Dios único resulta muy clara.

En otros sistemas gnósticos el Pleroma no consiste en disposiciones modales de la divinidad, sino que los seres divinos desarrollados o generados por el Primer Principio son auténticas sustancias o «hipóstasis». En este grupo se defiende también la unicidad divina, pero es más difícil de comprender, como ocurre con la Trinidad de los cristianos ortodoxos]


La creación del ser humano

Esta creación es efectuada por el Demiurgo asistido por una serie de ángeles ayudantes, creados previamente por él y que se hallan a cargo del sistema de los planetas. Todos juntos, ángeles y Demiurgo, para completar el universo material, forman al primer ser humano, Adán, a imagen del Dios supremo, y a semejanza del dios secundario, o Demiurgo. Este hombre creado fue dotado con la sustancia «psíquica» que le permitía moverse, pero no tenía la sustancia espiritual o divina: «pneumática», ante esta situación la Sabiduría se apiada, y mediante un engaño logra que el Demiurgo transmita al hombre esa sustancia (aunque al transmitírsela se quede vacío de ella).

El Demiurgo y sus ángeles quedan envidiosos del hombre porque, aunque ha sido creado a través suyo, existe a «imagen» del Dios supremo y posee una parte del espíritu divino que ellos no tienen. Ellos solo le dieron la «semejanza». Por este motivo, el Demiurgo será enemigo acérrimo de todo hombre que tenga «espíritu», y hará todo lo posible porque su salvación no prospere. El Demiurgo intenta hacer que ese espíritu, «chispa» o «centella» divina —que tiene el ser humano— no les toque en herencia a todos los seres humanos futuros, o bien que se vaya difuminando entre muchos poseedores y quede definitivamente encerrado en la materia y, en consecuencia, que no aspire a volver al cielo junto al Padre trascendente. Para lograr este propósito, el Demiurgo crea a Eva y con ella el deseo sexual y la procreación. La humanidad se irá multiplicando, y la mayoría de los humanos se irá olvidando, adormecidos por la materia que los rodea, de que portan en sí esa «chispa divina», el «espíritu».

Los elegidos que se han de salvar sí o sí

Pero la humanidad no es toda exactamente igual: entre los hombres que se van creando por generación carnal se producen tres clases, o tres «razas», que corresponden a las tres sustancias que explicamos anteriormente.

Así lo explica el obispo Ireneo de Lyon:

“Son tres, pues, los tipos de hombre: el primero es material (hylico), que por necesidad perece, el cual es incapaz de recibir ningún soplo de incorrupción. El animado (psychico), que queda entre el material y el espiritual, que se inclinará hacia el lado que lo arrastre su propensión. Y el espiritual (pneumático)… Este elemento espiritual, dicen ellos, es «la sal» y «la luz del mundo»… Ellos pretenden ser estos hombres. También hay enseñanzas psíquicas, que son las que han recibido los hombres animados (psychicos), es decir aquellos que, mediante la fe sencilla y las obras han sido confirmados, pero no tienen la gnosis perfecta: éstos somos los hombres que, según ellos, formamos la Iglesia. Por eso nos hace falta una buena conducta, pues de otra manera no podremos salvarnos. En cambio enseñan que ellos no se salvan por las obras, sino que, por el hecho de ser de naturaleza espiritual, automáticamente se salvan. Porque, así como lo que nace del lodo es incapaz de acoger la salvación -por no tener potencia de recibirla-; de igual manera lo que por naturaleza es espiritual -y de esta clase pretenden ser ellos- es incapaz de corromperse, sean cuales fueren sus actos. Sucedería como con el oro, que aun cuando caiga en el lodo no pierde su belleza; sino que conserva su naturaleza, pues el lodo es incapaz de dañar al oro. De igual manera, dicen, ellos no pueden sufrir ningún daño ni perder su sustancia espiritual, aunque se hundan en cualesquiera obras materiales. Por eso los que entre ellos ya son «perfectos», sin vergüenza alguna hacen lo que quieren, aun todas las acciones prohibidas, de las cuales la Escritura afirma: «Quienes tales cosas hacen no heredarán el Reino de Dios»… Mientras hacen muchas otras acciones vergonzosas e impías, se ríen de nosotros, que por temor de Dios nos abstenemos de pecar incluso en nuestros pensamientos y palabras, teniéndonos por ignorantes e idiotas. En cambio presumen de ser los perfectos y la semilla de elección… Por ello nosotros, a quienes llaman psíquicos y, según ellos, pertenecemos a este mundo, tenemos que observar por fuerza la continencia y realizar buenas obras para que podamos llegar al Lugar Intermedio. En cambio ellos, que a sí mismos se llaman espirituales y perfectos, de ningún modo lo necesitan; porque no son las obras lo que lleva al Pléroma, sino la semilla sembrada de lo alto que, aunque es pequeña, acá abajo llega a hacerse perfecta.” [Ireneo de Lyon – Contra los Herejes – Libro I. 6,1 – 6,4]

La división de la humanidad en estas tres clases tendrá su importancia a la hora de la venida del Salvador, quien únicamente vendrá salvar a los espirituales (pneumáticos), los que nacieron con esa chispa de divinidad.

«Según los gnósticos, Jesús sabía que la mayoría de la gente era incapaz de asimilar su verdadera enseñanza, de modo que se la confió en secreto a unos pocos elegidos (y apelaban a la primera carta a los corintios 2, 6: «Enseñamos sabiduría entre los perfectos»). Estos elegidos transmitían su tradición secreta de generación en generación a los pocos merecedores de ello.” [D’AMBROSIO, Marcelino. Cuando la Iglesia era joven, las voces de los primeros Padres, p. 51-53]

Del siglo II es también Taciano, un apologista cristiano, quien nos da a entender que la Iglesia no creía en la existencia de diversos tipos de seres humanos (unos que se salvarían si o sí y otros que por el destino se perderían irremediablemente)

«Ahora bien, el Verbo, antes de crear a los hombres, fue artífice de los ángeles, y una y otra especie de criaturas fue hecha libre, sin tener en sí la naturaleza del bien, que sólo Dios posee, sino que se cumple por los hombres gracias a su libre elección. De este modo, el malo es con justicia castigado, pues por su culpa se hizo malo; y el bueno merecidamente es alabado por sus buenas obras, pues, ejerciendo su libre albedrío, no traspasó la voluntad de Dios. Tal es nuestra doctrina sobre los ángeles y los hombres.
Pero como el poder del Verbo tenía en sí la presciencia de lo por venir, no por la fatalidad del destino, sino por la libre determinación de los que eligen, predijo los acontecimientos futuros, y por sus prohibiciones puso freno a la maldad, y alabó a los que perseveran en el bien.» [Taciano, Discurso a los griegos, 7]

El Salvador, Redentor o Revelador descenderá desde el Pleroma, atravesará las distintas esferas de los cielos que circundan la tierra engañando a los ángeles del Demiurgo que las gobiernan, y llegará a ella con la misión de recordar a los hombres espirituales que tienen dentro de sí una centella divina, que deben sacudirse el letargo producido por la materia y sus afanes, y hacer todo lo posible para retornar al lugar de donde esa chispa espiritual procede. El modo de sacudir su adormecimiento es la revelación de la gnosis, o conocimiento verdadero. Lo que el Salvador hace con su revelación es sacudir al alma de modo que el ser humano empiece a formularse las preguntas sustanciales que indicamos al principio: ¿De dónde vengo? ¿Por qué tengo espíritu? ¿Qué debo hacer para rescatarlo de la materia? La revelación del Salvador da también a los espirituales los medios para responder a esas preguntas: la salvación por medio del conocimiento.

Final del gnostisismo

El gnosticismo duró floreciente unos dos siglos. Su final, como presencia inquietante dentro de la Gran Iglesia, es un misterio. Da la impresión como si los gnósticos se hubiesen ido desvaneciendo poco a poco tras los ataques recibidos de varios frentes. Una de las razones de su derrota fue que el gnosticismo no encajaba en absoluto dentro de una atmósfera religiosa, la de la era pos-constantiniana, que creía en una religión universal y única para todo el Imperio. El gnosticismo aparecía como una religión solo para unos pocos, una élite aristocrática en lo espiritual; no era una religión para todo el pueblo. En la edad media el gnosticismo reaparecería con fuerza entre los cátaros, aunque siempre han estado latentes sus ideas e influencia en ciertos grupos cristianos a través de la historia.

Principales diferencias entre el gnosticismo y la ortodoxia de la Iglesia:

Comparativa tomada del libro: Los Cristianismos derrotados, ¿Cuál fue el pensamiento de los primeros cristianos heréticos y heterodoxos? de PIÑERO, Antonio.

Gnosticismo:

Hay dos dioses: el Trascendente absoluto, extraño al mundo, el Uno o Bien absoluto, y Yahvé, el Dios creador, la divinidad del Antiguo Testamento, mala, necia y perversa. Los cristianos deben creer solo en el Dios Trascendente.


Ortodoxia:

Solo hay un Dios, que es a la vez el Creador del universo. No hay «dos poderes en el cielo». Yahvé, Dios del Antiguo Testamento, y el Dios de Jesús y los cristianos es el mismo.


Gnosticismo:

En los orígenes existían dos principios: Dios y la Materia (la Oscuridad/Tinieblas). Entre ellos existían también cuatro elementos primordiales, luz, aire, fuego y agua, generados por los dos Principios. Estos elementos, empujados por el Destino, se unieron a las Tinieblas y crearon el universo.


Ortodoxia:

En los orígenes solo existe Dios, que ha creado todo el universo desde la nada absoluta.


Gnosticismo:

Dios no ha creado el universo directamente, sino a través del Demiurgo, hijo del eón Sabiduría, que surgió después de la caída y arrepentimiento de esta.


Ortodoxia

El Demiurgo no existe. El Uno, Trascendente y el Creador son el mismo. Dios no comete error o pecado alguno al crear el universo.


Gnosticismo:

La creación del ser humano, en cuanto a su cuerpo y su alma, es obra del Demiurgo. El espíritu es una insuflación de elemento divino que solo reciben algunos seres humanos.


Ortodoxia:

El ser humano completo, incluida el alma/espíritu es obra del Dios Trascendente. No interviene en ella ningún Demiurgo.


Gnosticismo:

Hay tres clases de hombres: espirituales, psíquicos y materiales. La plena salvación solo es conseguida por los primeros, Los materiales no tienen capacidad alguna de salvarse.


Ortodoxia:

No existen clases o divisiones entre los seres humanos.Todos, sin excepción, pueden conseguir la salvación.


Gnosticismo:

La salvación solo se consigue por el conocimiento (gnosis) impartido por un Salvador/Revelador, que desciende del cielo, revela y asciende de nuevo.


Ortodoxia:

La salvación se consigue por la aceptación desde la fe del valor redentor de la muerte en cruz de Jesucristo, que es un sacrificio vicario por todos los hombres.


Gnosticismo:

El núcleo del conocimiento revelado es simplemente caer en la cuenta del origen divino del espíritu humano.


Ortodoxia:

El núcleo de la revelación cristiana es mucho más complejo: contiene verdades desconocidas por otra vía sobre Dios, Cristo y el ser humano.


Gnosticismo:

No se salvan todos, sino los que tengan dentro de sí la centella divina o espíritu, que es consustancial con la divinidad.


Ortodoxia:

Se pueden salvar todos los hombres, si se arrepienten de sus pecados y creen en Jesús. No son necesarias revelaciones especiales además de las contenidas en las Escrituras.


Gnosticismo:

La materia y el espíritu, el mundo de arriba y abajo son inconciliables. El que recibe la revelación y pretende salvarse debe rechazar todo lo material y corporal por medio de la ascesis.


Ortodoxia:

No todo lo material es rechazable. El universo material también ha sido creado por Dios.


Gnosticismo:

Los cuerpos, materiales, no podrán salvarse, es decir, no resucitarán


Ortodoxia:

Los cuerpos, transformados en materia espiritual, son objeto de salvación: también resucitarán.


Gnosticismo:

Al estar ya salvados por la aceptación del conocimiento revelado, se puede hacer lo que se quiera con el cuerpo: «La carne para la carne y el espíritu para el espíritu».


Ortodoxia:

No está permitido el libertinaje de ningún tipo, ni hay para él ninguna justificación religiosa.


Gnosticismo:

Los fieles cristianos tienen su propia Sagrada Escritura: un Evangelio, el de Lucas, y un apóstol, Pablo, y sus diez cartas.


Ortodoxia:

La Sagrada Escritura de los cristianos contiene muchos más escritos. Además de Lucas y de Pablo hay otros escritos sagrados cristianos.


Gnosticismo:

El Antiguo Testamento está lleno de falsedades y mentiras.


Ortodoxia:

El Antiguo Testamento es sagrado también; no dice mentira alguna, aunque debe ser interpretado a luz de lo que aconteció en Jesús y según su magisterio


Fuente