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«Una escultura religiosa es una invitación a la trascendencia»

A finales del mes de febrero de 2024 se instaló un alto relieve de san Josemaría y el beato Álvaro del Portillo en el camino de Sant Miquel de Montserrat. Rebeca Muñoz, autora de la escultura, nos ha abierto las puertas de su taller para explicarnos cómo fue el proceso de creación.



Benedicció de l'alt relleu de sant Josepmaria i el beat Àlvar a Montserrat

28/05/2024

Desde pequeña, la escultora barcelonesa quedó atrapada por el arte. Sus padres la llevaban a una actividad extraescolar de dibujo y pintura.

Para ella, el dibujo es "lo esencial, en todas las artes plásticas". Se define como artista plástica multidisciplinar en constante formación. Actualmente, se ha interesado por el mundo del hierro y "hace un tiempo -explica- que voy a la forja de la Espluga de Francolí donde hay uno de los pocos herreros artísticos que quedan".

Muñoz tiene una trayectoria bastante ecléctica porque siempre está en búsqueda de “nuevos retos, explorando caminos dentro de la forma de expresarme. He sido expresionista, ahora realista, siempre buscando cosas nuevas. El viaje es de por sí interesante. La escultura te lleva a ver todo desde muchos puntos de vista, es una mirada poliédrica, y a trabajar las tres dimensiones y los materiales”.

Arte y fe de la mano

Al preguntarle cómo llega al arte religioso, nos responde evocando lazos familiares. “Tenía una tía que conoció al beato Pere Tarrés y un día, en 2005, me habló de un concurso del colegio de médicos, dentro del año Tarrés, que te ofrecía la posibilidad de hacer una escultura del beato”. Ganó el primer premio. Actualmente, esta escultura del beato Tarrés puede verse en los jardines del seminario de Barcelona.

¿Y cómo llega hasta san Josemaría? "Lo conocí por primera vez a raíz del encargo de hacer una escultura suya para la iglesia de Sant Julià de Lòria". El arquitecto, Joan Coma, quien conoció personalmente a san Josemaría, y Jordi Piferrer, de la Associació d’Amics del Camí de Pallerols a Andorra, visitaron un día a Rebeca en su taller. Acudieron con una fotografía de san Josemaría, de Català Roca, y un libro sobre el Paso de los Pirineos. Fruto de la visita vio la luz una escultura de san Josemaría orando, con los ojos fijos en el Santísimo Sacramento, situada en el antiguo retablo de la iglesia parroquial de Sant Julià, que fue el primer sagrario ante el que san Josemaría pudo orar al llegar a Andorra en 1937.

Rebeca Muñoz con Mons. Javier Echevarría en la iglesia parroquial de Sant Julià de Lòria (Andorra).

El rasgo que Rebeca Muñoz destaca en primer lugar del fundador del Opus Dei es la simpatía que transmite. Recuerda especialmente algunos pasajes extraídos del libro del Paso de los Pirineos. Concretamente, comenta que “cuando uno del grupo de la expedición estaba enfermo y no se veía con fuerzas para continuar la travesía –se refiere a Tomás Alvira, el primer supernumerario del Opus Dei– y el jefe de la expedición da orden de abandonarlo, san Josemaría convence al guía de no hacerlo y da su palabra de que entre todos los del grupo le ayudarán a continuar”. Así fue. Alguna otra anécdota divertida “como cuando explica que la primera vez que fue a confesarse y le pusieron de penitencia comer un huevo frito. La gente tenemos una idea de cómo es la persona, pero las pequeñas anécdotas la dibujan mejor porque surgen de la espontaneidad”.

Búsqueda y diálogo para una escultura que comunique

En palabras de Benedicto XVI dirigidas a los artistas: «Una función esencial de la verdadera belleza, que ya puso de relieve Platón, consiste en dar al hombre una saludable “sacudida”, que lo hace salir de sí mismo, lo arranca de la resignación, del acomodamiento del día a día e incluso lo hace sufrir, como un dardo que lo hiere, pero precisamente de este modo lo “despierta” y le vuelve a abrir los ojos del corazón y de la mente, dándole alas e impulsándolo hacia lo alto».

Rebeca Muñoz las ratifica porque según ella la belleza de la obra artística de carácter religioso debe invitar a la trascendencia. “En la escultura en general buscas la belleza en mayúscula, pero en la escultura religiosa ésta debe comunicarte y al mismo tiempo debe ayudarte a trascender. Una vez terminada la escultura, el artista desaparece, y se abre un canal de comunicación entre el creyente y lo que trasciende, lo que, por otra parte, complica bastante el trabajo del artista”.

Rebeca Muñoz en su estudio, en Belltall.

Para dar vida a una escultura como el alto relieve de san Josemaría y el beato Álvaro en Montserrat ha sido necesario mucho trabajo previo. Se debe “investigar sobre la persona de quien tienes que hacer la escultura y representar un poco quién era. Personalmente, trabajo mucho el personaje. Necesitas muchas fotos, por el volumen, más lo que te cuentan y los escritos personales o los testimonios vivos que aporten visiones del personaje… Busco escoger una característica y focalizarme sobre ella. San Josemaría era un hombre muy simpático, con don de gentes; el beato Álvaro, más tímido, una persona más recogida con una sonrisa muy dulce, siempre en segundo plano, pero ambos se compensaban. Esto debe plasmarse en la escultura”.

A cada uno le comunicará algo distinto porque la relación que se establece entre la obra y el observador es personal. “A quien la mire, debe comunicarle algo, entre el creyente y el personaje hay algo que trasciende. No debe ser sólo una imagen estética exteriormente, debe estar viva por dentro; hay esculturas que nacen muertas. No hace falta que sean hiperrealistas, sino que tengan una fuerza de dentro hacia afuera”.

Rebeca ha hecho varias imágenes de san Josemaría y comenta que “cada imagen que he hecho de él es diferente, pero la persona es la misma. Las de Sonsoles, de Las Rozas, y de Sant Julià de Lòria invitan al recogimiento, podríamos decir que son más místicas; la de Montserrat interpela más, transmite esos momentos cuando se dirigía a los creyentes. También la imagen que hice para la iglesia de Santa María de Gracia en Cartagena va dirigida al creyente. A mí me gustaría conseguir que despertaran cierta curiosidad, un fracaso sería que te dejaran indiferente”.

Cada escultura requiere muchas horas de trabajo. Según Rebeca “establezco una relación muy intensa con la escultura y al acabar me sabe mal. Nunca acabaría. Soy perfeccionista, por mí seguiría haciendo cambios, alguna vez si veo que no funciona, elimino lo que he hecho y empiezo de cero. Así va: estudio, visualizo la pieza, la creo y la doy por terminada cuando creo que cumple los requisitos para no avergonzarme”. Y todo este proceso, vivido con mucha intensidad, hace que la escultora muchas veces se sienta ausente y a veces perdida y entonces, nos confiesa, la música le ayuda a reencontrarse, especialmente Bach.

San Josemaría, el beato Álvaro y Montserrat

El fundador del Opus Dei, san Josemaría, tuvo una estrecha vinculación con Montserrat a lo largo de su vida. La relación de amistad con la comunidad benedictina del monasterio comenzó en diciembre de 1937, después de su camino a pie a través de los Pirineos hasta Escaldes-Engordany (Andorra), donde se habían establecido los monjes de Montserrat. Por otro lado, desde 1941, el beato Álvaro, que fue su más estrecho colaborador y primer sucesor de san Josemaría, también gozó, como él, de una sincera amistad con el abad Escarré y la comunidad de Montserrat. Son numerosas, pues, las manifestaciones de amistad y cariño con la comunidad de monjes de Montserrat.

De ahí nació la propuesta, impulsada por la Asociación de Cooperadores del Opus Dei en Cataluña, de encargar un alto relieve que pusiera de manifiesto las visitas en varias ocasiones a la Virgen de Montserrat y la devoción que le mostraban tanto san Josemaría como el beato Álvaro.

Rebeca Muñoz durante la bendición del alto relieve de san Josemaría y el beato Álvaro del Portillo.

El Abad de Montserrat, P. Manel Gasch, en la homilía de la misa conventual celebrada en la basílica el sábado 24 de febrero poco antes de la inauguración del alto relieve, recordó que “muchos santos han pasado por Montserrat, desde san Ignacio a san Juan Pablo II. Y así como de tantos de estos hijos e hijas de Dios hay un recuerdo en el camino de Sant Miquel, era importante poder acoger un relieve para testimoniar el paso de san Josemaría y del beato Álvaro, como peregrinos de la Moreneta que sirvan de ejemplo para tantos seguidores suyos que, a partir de hoy, lo verán y lo visitarán, para presentarlos también de otra manera: como discípulos de Jesucristo que crearon un carisma válido para el crecimiento espiritual del Pueblo de Dios”.

Nos despedimos de Rebeca en su estudio en Belltall (Tarragona) donde se trasladó el año 2000 con la familia, sus compañeros en este viaje artístico, para estar más cerca de la naturaleza. Allí disfruta del entorno, de los cielos. Cada día, un cielo distinto. Vistas al este. La luz que entra por el ventanal y el paisaje que le ofrece le alimenta el alma. Ve pasar las estaciones, otro ritmo de vida. Y trabaja en nuevos proyectos, entre ellos una escultura de otro santo que elogiaba el trabajo creativo de los artistas, san Juan Pablo II; y otros que todavía no se pueden desvelar.

Montserrat

«Una escultura religiosa es una invitación a la trascendencia»