El mundo de hoy se encuentra invadido y sumergido en numerosísimas fuentes de información y conocimiento, que llueven sobre el hombre desde todos los medios de información masiva, como la televisión con canales especializados en todo tipo de temas, videos y DVD sobre lo que se quiera,
diarios y revistas general es y orientados a temas particulares, así como libros en papel y digitales, el surtido que ofrece Internet a quienes navegan allí desde su computadora, y también con universidades, colegios, academias, cursos, escuelas y asociaciones que enseñan y forman a quienes concurren en ciencias y temas imaginables e inimaginables.
Sin embargo, a pesar de todo esto, la mayoría de las personas permanece ignorante y muy desinformada respecto a un tema supuestamente tan extendido como es la religión y la espiritualidad cristiana, o, más concretamente y para que no haya interpretaciones erróneas, respecto a la esencia de la espiritualidad católica.
No es que falte información en este campo, sino que es abundantísima, ya que en cuanto a temas de la religión católica tenemos una proliferación de material acumulado en los veinte siglos de su existencia realmente apabullante. Pero, cuando enfocamos la realidad práctica, visible y comprobable de cuál es el conocimiento que existe sobre lo que conforma en su parte medular, en su sustancia más íntima al cristianismo, tanto entre los católicos como los que no lo son, ya sea que pertenezcan a otras denominaciones cristianas o pseudo-cristianas, o a cualquier otra religión, constatamos que la visión es muy vaga, que los conocimientos son elementales y muy difusos, y que, en general, las ideas que se poseen se encuentran distorsionadas y deformadas por elementos extraños.
Se ha ido llegando, poco a poco, a la clásica visión de los árboles, sin ver el bosque. Se ven árboles distintos en su forma, el detalle de sus hojas y frutos, se sabe como es su funcionamiento vital, cuanto viven, etc., pero p son tantos, uno al lado del otro, que se van mezclando y difuminando sus características propias, y, de hecho, se ha perdido totalmente de vista el bosque entero, su ubicación, su forma general, su utilidad.
El aspecto principal de esta situación, que se sigue agravando con el tiempo, es que se ha ido perdiendo casi completamente la noción del hecho capital del cristianismo: es una vida, una manera de vivir, nueva y distinta a la vida natural que el hombre posee desde su venida al mundo, porque es una vida sobrenatural injertada por Dios mismo en el hombre. Es lo que constituye la Vida Cristiana Plena.
Mientras se mire al cristianismo solamente como una religión más, con un fundador, con ciertos principios filosóficos y de sabiduría, con normas de vida moral que implican mandamientos y preceptos a seguir y prohibiciones a cumplir, con un culto determinado que practican sus adherentes, con una clase jerárquica que forma una institución llamada Iglesia, nada se habrá entendido respecto al hecho asombroso y desconcertante para la mente humana de que el cristianismo es una nueva vida, completamente distinta en cuanto a su desenvolvimiento y su objetivo final, y que lo constituye en una religión única y distinta a las P demás religiones existentes en el mundo, las cuales, sin embargo, “buscan, en sombras e imágenes, al Dios desconocido”. (De la introducción)