Almas del purgatorio: el Párroco Schmuttermeier / Eugenia Von der Leyen

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"Los once" y el Párroco Schmuttermeier


El 4 de julio de 1922 vi por primera vez las once sombras que a
menudo veo. Son columnas de niebla de distintos tamaños. Las veo siempre
en el porche y en la colina que cae detrás de la fábrica de cerveza; a veces pasan
muy cerca de mí. No se pueden distinguir porque están como envueltos en
una niebla, parecen espárragos gigantes. Los veo tan seguido que no escribo
fechas, no me importa nada de ellos. La fiesta de Navidad después de la
Misa de la mañana me llegaron muy cerca, entonces les dije: "Si son almas,
recen al niño Jesús", pero al instante se juntaron y desaparecieron. Fue algo
muy extraño, pues nunca habían reaccionado a nada de lo que yo les decía.

El 27 de Diciembre vino a mí el Padre Schmuttermeier en el jardín. Fue por un
instante apenas, pero estoy segura de que no me engañé*.

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*Después de haber sido impresa la primera edición de esta obra, la señora
María Feistle, de Waal, nos escribió: El Padre Schmuttermeier fue Vicario de
Waal desde 1926 hasta 1935; por eso aquella alma no pudo haber sido el
Director Espiritual de la Princesa. Es posible que se hubiese tratado del Vicario
Mathias Sollweck, fallecido en 1899.

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El 9 de Enero de 1923 lo encontré esperándome en el Oratorio, nada agradable
a la vista. Le dije: "Señor Párroco, ¿Puedo ayudarle?". Me pidió una
Santa Misa, que fue celebrada pronto. Por la tarde lo volví a ver.

El 25 de Enero lo vi por cuarta y última vez. Por la noche, cuando todavía yo
estaba en la Iglesia, vi colgar del confesionario una manga blanca.
Me sorprendí porque la Iglesia

estaba vacía. Un poco curiosa me arrodillé en un banco y pensé si debía
aprovechar para confesarme. Pasados cinco minutos escuché que se abrió
la puerta del confesionario y... salió el padre Schmuttermeier, me sonrió
amablemente y caminó lentamente por el centro de la Iglesia. Se arrodilló
frente al altar. Al poco tiempo llegó el Sacristán a tocar para el Ángelus.
Tuve la impresión de que casi tropieza con el Padre. Encendió la luz y pude
ver todo mejor. Fue algo bien extraño, el Sacristán pasó como a través del
Padre, como si fuese una sombra; pude distinguirlos bien. Luego se fue y no
lo volví a ver más.

Diario de Eugenia Von der Leyen