Famoso filósofo canta un réquiem por Occidente: "Señor no les des la paz"
Cita al bibliógrafo judío Moritz Steinschneider (+1907), quien dijo que lo único que se podía hacer por el judaísmo era asegurarle un funeral digno. Agamben añade: "Es posible que desde entonces su juicio se haya aplicado también a la Iglesia y a la cultura occidental en su conjunto".
Agamben recuerda que una parte esencial del funeral católico es [o mejor dicho: era] la misa de Réquiem que se abre con las palabras: Requiem aeternam dona eis, Domine, et lux perpetua luceat eis.
Sabe que el Novus Ordo suprimió el Dies Irae -una parte de la Misa de Réquiem- en 1970 y subraya que esto fue "de la mano del abandono de todas las instancias escatológicas por parte de la Iglesia, que se ha conformado así completamente a la idea [ilusoria] de progreso infinito que define la modernidad".
El filósofo recoge el Dies irae, que la Iglesia del Novus Ordo ha desechado: "Lo que se deja caer sin el valor de explicitar sus razones -el día de la ira, el último día- puede ser recogido como un arma a utilizar contra la cobardía y las contradicciones del poder en el momento de su fin."
Agamben quiere precisamente eso: celebrar sin intención paródica un funeral abreviado para Occidente.
Identifica la actualidad con el Día de la ira (en latín: Dies irae) que destruye el mundo: "Hoy el siglo, el mundo arde, y con él nuestra casa" y "es precisamente la paz lo que Occidente no puede ni quiere ver ni pensar".
Dies irae dice "cuánto terror habrá". Agamben añade: "El terror no es futuro, es aquí y ahora".
El libro escrito que se abrirá (liber scriptus proferetur) es para Agamben "la historia, que es siempre la historia de la mentira y la injusticia" porque "de la verdad y la justicia no hay historia".
Sin embargo, la mentira ya no puede encubrir la realidad: "Porque la justicia y la verdad se manifiestan, manifestando la falsedad y la injusticia" y "nada escapará a la fuerza de su venganza".
Agamben observa que, aunque el Dies irae forma parte de un llamamiento a la paz y a la misericordia para los muertos, se mantiene la distinción entre los malditos y los bienaventurados, es decir, entre los verdugos y las víctimas.
Profetiza que en el último día, a los verdugos, se les caerán las máscaras que cubrían su injusticia y sus mentiras, y se arrojarán a las llamas que ellos mismos han encendido.
"El último día, el día de la ira, cada día es un día de lágrimas para ellos, y es quizás porque son conscientes de ello por lo que fingen estar tan sonrientes". Sólo el consentimiento y el miedo de muchos mantiene ese día en suspenso.
"Por eso, aunque nos sepamos impotentes ante el poder, tanto más implacable debe ser nuestro juicio, que no podemos separar del réquiem que celebramos. Señor, no les des la paz, porque no saben lo que es".
Traducción IA