No libertad de prensa en Argentina - Estamos siendo aplastados por el Estado que el mundo se entere!

Por Carlos Mira
La declaración de constitucionalidad de la ley de medios cierra un círculo de incertidumbre en la Argentina. Ese desasosiego remitía a saber si el principio de supremacía de la Constitución estaba vigente en el país o no. Hoy lo sabemos con certeza: no está vigente; la Constitución dejó de ser el vértice inapelable de la defensa de los derechos individuales y estos han quedado completamente supeditados a la voluntad de los que ocupan los sillones del Estado.
La verdadera importancia de lo que la CSJ resolvió hoy no radica en la suerte que correrá el Grupo Clarín sino en la señal que dicha resolución implica para el sistema de derechos y garantías previsto en la Ley Fundamental. Con esta decisión ningún derecho está seguro en la Argentina porque cualquier decisión del Estado puede desconocerlo retroactivamente y el particular no tendrá derecho a nada, ni siquiera a que los jueces lo protejan.
La Argentina productiva, por ejemplo, deberá llenarse de contratos tipo Chevron, es decir, convenios secretos que les aseguren a los eventualísimos inversores, que van a poder conservar la indemnidad de su inversión aun cuando las leyes posteriores pretendan desconocer sus derechos.
De lo contrario será muy difícil que los “Galuccios” argentinos consigan una moneda: nadie la pone en un lugar donde al día siguiente pueden quitársela con la fuerza de la ley sin que ningún juez lo ampare.
Resulta muy grave que cuatro jueces del máximo tribunal hayan desconocido un fallo unánime de Cámara, cuando este protegía los derechos económicos de los particulares.
También el derecho a la libre expresión de las ideas ha quedado seriamente tocado. Ahora el Estado tendrá vía libre para conceder licencias a sus amigos aumentando la ya flagrante situación de concentración de la opinión que existe en el país. Y todavía resta saber el efecto “envalentonamiento” que esta decisión producirá justo antes de que la presidente retome plenamente sus funciones.
La Argentina ha dado un paso más en la dirección de su horizonte venezolano y es muy posible que el fallo dirima la disputa interna del gobierno a favor del ala más dura, la que reclama una radicalización del modelo.
Han sido innumerables los corrillos que refieren a reuniones personales de algunos jueces con el secretario Zanini, la usina maoísta del gobierno de la Sra de Kirchner. En esos encuentros la presión habría sido insoportable para los magistrados. Pero justamente la salud republicana de los países suele medirse en esos momentos de prueba por los que atraviesan los hombres que tienen en sus manos el remedio o la enfermedad.
Cuando George Bush padre propuso para la Corte al Juez de color Clarence Thomas, las audiencias de confirmación en el Senado fueron extremadamente duras. Incluso situaciones personalísimas de la vida del juez fueron ventiladas. Thomas se quejó ante la comisión de acuerdos por someterlo a esos extremos. La respuesta de los senadores fue: “si no es capaz de soportar esta presión, no puede ser juez de la Corte”. Finalmente Thomas fue confirmado, pero su temple fue definitivamente marcado por aquellas audiencias.
Según trascendidos -que nunca podrán confirmarse- el presidente de la Corte (que suele arrastrar consigo el voto de la jueza Highton) fue sometido a disyuntivas feroces. Y Lorenzetti finalmente claudicó. Fue su voto junto con el de la jueza los que inclinaron la balanza hacia la constitucionalidad de la ley.
Algún día la conciencia del Derecho le recriminará a Lorenzetti en la soledad de su alma tanta pusilanimidad. Si lo que se dice en pasillos generalmente bien informados es cierto, el hombre de aspecto intachable y de ascendencia jurídica, habría preferido la tranquilidad de su existencia a cambio de un fallo acorde a los intereses del gobierno.
La Argentina emite una nueva señal de alejamiento del llamado “Occidente”. Con esa sola palabra el mundo entero rápidamente entiende el conjunto de valores que expresa: autonomía de la voluntad, supremacía de la Constitución, derecho de propiedad, no interferencia estatal en la búsqueda individual de la felicidad, garantías individuales, Estado limitado, poder ciudadano de vigilancia sobre las estructuras públicas.
Nada de todo esto va quedando en pie en el país. Quien crea que el fallo no le compete porque no tiene nada que ver con Clarín y que, en alguna medida, esto le pasó a ese grupo económico “porque es muy grande” no conoce la astronómica dimensión de su error. El ataque a un derecho individual debería ser interpretado por la sociedad privada como un ataque a ella misma; a ella en su conjunto. Nosotros, los ciudadanos privados, grandes o chicos, poderosos o intrascendentes tenemos mucho más en común entre nosotros de lo que cualquiera de nosotros individualmente tiene con el Estado. Es el Estado el que tiene una naturaleza diferente a la nuestra y es de esa naturaleza de la que nos tenemos que defender como si todos fuéramos Clarín.
Puedo decir esto con toda autoridad porque he sido un crítico histórico de ese diario. Siempre lo consideré una máquina comercial antes que un templo periodístico. Pero no importa. Hoy su derecho es mi derecho. Su atropello es mi atropello; su derrota es mi derrota.
Los que desde su vida privada le hagan el juego al Estado por envidias, recelos o competencias secundarias, no están entendiendo como se vive en una república. Allí los ciudadanos no tienen dudas sobre dónde está el verdadero peligro y sobre quien es el verdadero enemigo de la libertad.
Mientras esas convicciones estén confusas en la Argentina, el país seguirá viviendo a la vera de la pobreza, siempre alejado de la afluencia del desarrollo y sumido en el miedo de sufrir las consecuencias de un poder absoluto.
Fuente: The Post