Muy claro

Obispo holandés compara a Strickland con San Atanasio en defensa de su colega

Rob Mutsaerts, obispo auxiliar emérito de Hertogenbosch,

Por Carlos Esteban | 21 noviembre, 2023

IGLESIA UNIVERSAL

El brusco e inexplicado cese del obispo de Tyler, Joseph Strickland, acusado de nada en concreto, ha suscitado la reacción de pocos entre sus colegas. Uno de esos pocos es el ‘incorregible’ obispo holandés Rob Mutsaerts, que le dedica una entrada en su blog, que reproducimos a continuación.

La dimisión del obispo estadounidense Joseph Strickland de la diócesis de Tyler, en Texas, sigue siendo una historia extraña. Strickland es conocido por ser un obispo humilde, equilibrado y respetuoso con la iglesia. También es respetuoso con la ley, y por eso ha aceptado el despido. Su reacción no ha sido de hostilidad hacia el Papa. Simplemente pide oraciones y que nos mantengamos fieles a la Iglesia.

Hubo una visitación y se pidió a Strickland que dimitiera. No lo hizo. El pastor no quería abandonar a su rebaño. No se han presentado acusaciones concretyas. Strickland ni siquiera tuvo la ocasión de dar su versión. El Papa Francisco a menudo actúa así: simplemente firma la decisión. Dado que el Papa es la máxima autoridad, no es posible apelación o defensa. Un procedimiento canónico sería lo apropiado. Es extremadamente raro verse privado de un proceso canónico. Estos son métodos que podríamos esperar en Corea del Norte o en la Roma de Nerón. Y no parece que haya razones válidas. Strickland mantiene puntos de vista tradicionales y ocasionalmente critica el curso de los acontecimientos en el Vaticano. Aparentemente eso basta para que lo expulsen de su sede en Tyler. ¿Dónde deja eso a esa Roma de la iglesia sinodal, la iglesia que escucha, la Iglesia de la Misericordia? Roma actúa completamente en contra de lo que proclama.

Su destitución es aún más extraña si se mira la situación en otras partes de la Iglesia: obispos que han encubierto abusos sexuales, o fijémonos en la locura de Alemania, donde se contradice abiertamente las directrices de Roma, con obispos que proclaman herejías. Todo se tolera. Sólo en el caso Strickland se tomarán medidas drásticas.

Algunos en la Diócesis de Tyler han dicho que no estaban contentas con el obispo Strickland. Menudo cosa. No hay una sola diócesis en el mundo donde todos estén contentos con su obispo. Las denuncias fueron principalmente ad hominem. Strickland sigue predicando que debemos permanecer fieles a la fe de la Iglesia. Considera de gran importancia la Tradición Apostólica. Ésa ha sido siempre la posición de la Iglesia. Pero algo va muy mal en la iglesia de hoy. Roma ha hecho del diálogo con el mundo secular una máxima prioridad. De hecho, nuestra tarea es hacer obra misional en el mundo secular. Pero lo último que debemos hacer es adoptar posiciones seculares que sean contrarias al Evangelio. Roma verdaderamente tiene una obsesión con la modernidad. Mientras tanto, no oigo a nadie hablar de nuestra principal actividad: la salvación de las almas. Poco o nada se debatió en el sínodo sobre la sinodalidad. Los resultados parecen mejores de lo que se temía. No, el sínodo no se habla de doctrina. Pero se está abriendo una brecha entre la doctrina y la práctica pastoral. Ése es el punto: permitir en la práctica “por razones pastorales” lo que la doctrina desaprueba. Roma está poniendo el listón cada vez más bajo. Deberíamos hacer lo contrario: elevar el listón, acercarnos a Dios.

Hay motivos para preocuparse, no para estar triste. Pensemos por un momento en el obispo Atanasio, quien en solitario se opuso a la herejía arriana y que, sin embargo, ganó el debate. O en John Fisher. Fue el único obispo de Inglaterra que se negó a firmar el Acta de Supremacía, el único obispo que no rompió con la Iglesia Católica Romana. Murió mártir, pero la Iglesia Católica Romana sobrevivió. Pensemos, por cierto, en el primer colegio apostólico. Leemos sobre su primera aparición juntos en el Evangelio de Marcos: “Todos lo abandonaron y huyeron” (Mc 14,50). Excepto uno: Juan. Todo va a salir bien. Dios tiene la última palabra. Es su Iglesia: la Iglesia una, santa, católica y apostólica. Ningún concilio, padre de la iglesia o santo ha añadido la palabra «sinodal».