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Una melodía desafinada

Por Carlos Esteban | 26 octubre, 2021

El ecumenismo, que se inició como un intento para reintegrar a los ‘hermanos separados’ en la unidad, parece haberse convertido en lo que el Papa ha llamado “una melodía”.

Si cada cual escucha siempre la melodía de Dios en sus vidas, ha dicho el Santo Padre, al unirse con otras voces, pueden formar una canción. “También así ocurre en el ecumenismo, tanto en Alemania como en el resto del mundo”.

La ocasión de tan poético comentario ha sido la audiencia del Papa con los participantes en la peregrinación ecuménica de la Iglesia alemana, guiados por el obispo de la Iglesia Evangélica alemana de la región central, Friedrich Kramer, bajo el lema “Mejor todos juntos” y presidida por esa estatua de Lutero que parece de chocolate y se presentó hace ya años en este pontificado.

“En el coro, nadie está solo: es importante escuchar a los demás”, afirmó el Pontífice, al manifestar que su mayor deseo es que la Iglesia pueda tener esa “disponibilidad para la escucha”, en particular, en el proceso sinodal que se acaba de emprender en todo el mundo.

Lutero vuelve a ser protagonista en el Vaticano

El último concilio avanzó el ecumenismo, un esfuerzo que tenía y tiene toda la lógica del mundo: en un mundo crecientemente secularizado, conviene que la Iglesia, guardiana de la ortodoxia, se acerque a los ‘hermanos separados’ en busca de terreno común y en vistas a una reintegración en la verdad.

Pero ese no parece ser ya el caso. El Papa ha expresado en varias ocasiones -ha presumido, casi podríamos decir- su nula intención de ‘convertir’ a sus amigos luteranos o de otras sectas no católicas. Y la alegoría del coro y la melodía, con cada grupo cristiano aportando su propia voz, parece confirmar esta nueva estrategia ecuménica.

Solo que, como podrá confirmar cualquier musicólogo, eso es imposible. De la discordancia no puede surgir la música, sino una barahúnda infernal. Imaginen al tenor católico entonando “Ubi Petrus, ibi Ecclesia” y el bajo protestante replicando “el Papado es la prostituta del diablo”. Casan mal, necesariamente.

La verdad es inescapable. No se me oculta que hay intentos ‘pastorales’ de pasarla por alto, de evitar lo que nos separa y amañar una ‘unidad’ con lo común, pero tamaño engendro de tente mientras cobro no puede sostenerse, porque no está cimentado en la verdad.

La segunda estrategia no es tanto ocultar la verdad como diluirla, relativizarla. Pretender que, al fin, una cosa y su contraria son dos maneras de decir lo mismo, hacer como si lo que nos separa fuera meramente un malentendido, una forma de emperrarse en detalles sin importancia con grave daño de la unidad.

Una vez más, esto no es así, y ni toda la escucha atenta del mundo puede hacer que lo blanco sea negro, o que la Eucaristía sea lo que pretenden los luteranos y, al mismo tiempo, lo que profesamos los católicos.

El encuentro -y la metáfora- coinciden con el inicio de un ‘sínodo sobre la sinodalidad’ del que muchos se temen quiera ser un modo de aguar la doctrina católica para que aquí entremos todos aunque tengamos de Dios, de la Salvación y de la Fe ideas contradictorias. Es el ‘método pastoral’, que equivale a anular en la práctica lo que se profesa en la teoría. Como presagio, no puede ser más ominoso.

infovaticana.com/2021/10/26/una-melodia-desafinada/