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La dirección espiritual o el acompañamiento espiritual. 14.10.13 (240) La dirección espiritual o el acompañamiento espiritual A las 11:38 AM, por José María Iraburu Categorías : Sin categorías –…Más
La dirección espiritual o el acompañamiento espiritual.

14.10.13
(240) La dirección espiritual o el acompañamiento espiritual
A las 11:38 AM, por José María Iraburu
Categorías : Sin categorías


–Perdone. ¿Ese «o» es disyuntivo o copulativo, como lo usan algunos periodistas?
–Disyuntivo, como Dios manda. Una cosa es la dirección espiritual y otra, distinta, el acompañamiento espiritual.
En honor de San Juan de Ávila (1500-1569), declarado Doctor de la Iglesia (7-X-2012), escribo este artículo al finalizar ya el Año Jubilar Avilista (12-X-2012 / 19-X-2013) concedido por el Papa Benedicto XVI en Montilla (Córdoba), en la Basílica donde se venera el sepulcro del Maestro santo. Él, con su vida y sus escritos, especialmente en el Audi filia (=AF) y en sus Cartas (=Cta), nos dejó sobre la dirección espiritual preciosas enseñanzas.

–Es cuestión de humildad. La necesidad de un guía para ir adelante por los caminos de la perfección evangélica fue conocida desde el comienzo del cristianismo. Cuando un cristiano busca la plena unión con Dios, la perfecta configuración a Cristo, la total docilidad al Espíritu Santo, conociendo la vulnerabilidad de su entendimiento ante el error y la de su voluntad ante la carne, el mundo y el diablo, si es humilde, busca un guía. Si es humilde. Si es soberbio, se fía de su saber y poder, y no lo busca.
«Esto tiene el alma humilde –dice San Juan de la Cruz–: que no se atreve a tratar a solas con Dios, ni se puede acabar de satisfacer, sin gobierno y consejo humano» (2 Subida 22,11).
En el siglo IV, por ejemplo, cuando un fiel cristiano, por el camino del monacato, lo deja todo y parte al desierto, lo primero que hace es buscar «un guía espiritual», «un maestro», «un anciano»monje santo y experimentado, «un padre (abba)», que pueda conducirlo por el camino de la santidad. A él ha de sujetarse en todo por la docilidad y la obediencia, pues para unirse plenamente a la voluntad de Dios, muriendo a la propia, no hay camino más corto y seguro. Y no queriendo vivir más tiempo «abandonado a los deseos de su corazón» (Rm 1,24), busca por eso un guía, un maestro, un padre, que le ayude a salir de sí mismo, para unirse del todo a Cristo. Y hoy, y más hoy, estando tan revuelto el mundo y habiendo dentro de la Iglesia tantos errores, esa necesidad de un guía fide-digno es mayor que nunca.
Juan Pablo II: «Es necesario admitir con realismo que los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados. Se han propalado a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han difundido verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones» (6-II-1981). Hoy San Juan de Ávila, a cualquiera que intente ir adelante por el camino de la perfección evangélica, le exhorta: «no has de vivir, hermano, por tu seso, ni por tu voluntad, ni por tu juicio; por Espíritu de Cristo has de vivir» (Ser 28,478). Gran parte de los bienintencionados candidatos que entran en seminarios, monasterios, movimientos, traen en su mente muchos engaños y confusiones, y están muy necesitados de ayuda para ir adelante por los caminos de la santidad.
infocatolica.com/…/1310141038-240-…
El Magisterio apostólico y los grandes Maestros de espiritualidad siempre han venerado la dirección espiritual.
San Juan de la Cruz enseña que Dios dispone el orden sobrenatural en formas semejantes a las que Él mismo ha dado al orden natural. Y en este sentido, dice, es Dios «muy amigo de que el gobierno y trato del hombre sea también por otro hombre semejante a él»: un padre, un maestro, un médico, un director… (2 Subida 22,9). Podría santificar Dios las almas in-mediatamente; pero ha querido hacerlo mediatamente, haciendo participar de su espíritu y de su acción a ciertos hombres que co-laboren con Él.
León XIII reafirma la validez de la dirección espiritual frente a los americanistas que, alegando la primacía de la libre moción del Espíritu Santo, consideran «toda dirección exterior como superflua, e incluso menos útil para aquellos que quieren tender hacia la perfección cristiana». A éstos les dice: «La ley común de Dios providente establece que, así como los hombres son generalmente salvados por otros hombres, de modo semejante aquellos que Él llama a un grado más alto de santidad sean también conducidos por hombres». Cuando San Pablo, por ejemplo –recuerda el Papa–, recién convertido, pregunta: «¿qué he de hacer, Señor?», y el Señor le remite a Ananías, en Damasco: «allí se te dirá lo que has de hacer» (Hch 22,10) (Cta. Testem benevo-lentiæ, 1899).
Pío XII enseña: «Al trabajar y avanzar en la vida espiritual, no os fiéis de vosotros mismos, sino que con sencillez y docilidad, buscad y aceptad la ayuda de quien, con sabia moderación, puede guiar vuestra alma, indicaros los peligros, sugeriros los remedios idóneos, y en todas las dificultades internas y externas os puede dirigir rectamente y llevaros a perfección cada vez …