El Papado; obstáculo para la aparición del Anticristo, según San Pablo y Santo Tomás

Sto. Tomás de Aquino
“HISTORIA DE LA FAMILIA EN TODOS LOS PUEBLOS ANTIGUOS Y MODERNOS”

POR MONS. GAUME

NEVERS, 8 de Junio de 1844

“DE LOS SIGNOS Y SEÑALES DE LOS TIEMPOS”


SAN PABLO, SANTO TOMÁS Y EL OBSTÁCULO QUE IMPIDE LA APARICIÓN DEL HOMBRE DE PECADO

Si el Santo dijo la verdad al anunciar la proximidad del juicio final, han debido aparecer después de su muerte los signos precursores del fin de los siglos. Estos signos son de dos especies : “lejanos y próximos” ; muchos de los primeros están indicados por la tradición, como la caída del Imperio Romano y el fin del reinado de Mahoma, seguido del grande imperio anticristiano ; y otros están consignados en la Escritura, como la predicación del Evangelio por toda la tierra y la apostasía general. Los signos próximos están reservados más bien para acompañar que para anunciar mucho tiempo antes la terrible catástrofe, y se cuentan dos principales, la conversión de los judíos y la agonía de la naturaleza.

Pero, ¿puede negarse la divinidad de la misión de San Vicente Ferrer si han aparecido en todo o en parte los demás signos después de la aparición del Ángel del juicio? ¿No es muy lógico y justo temer que las tendencias anticristianas de la época actual no sean una crisis pasajera, sino la preparación cada vez más rápida del formidable imperio, último perseguidor y heraldo inmediato del gran Juez? Volvamos a la historia, y estudiemos los hechos sin parcialidad, sin deseo de exagerar lo que es, o de negar lo que no es, sino con toda la calma de la razón.

Primer signo : “Caída del Imperio Romano”. ¿No habéis leído en los Padres de la Iglesia que los primeros cristianos, iluminados por una tradición profética, oraban con especial fervor por la conservación del Imperio Romano, porque miraban su caída como el preludio inminente del fin del mundo? “Tenemos, dice Tertuliano, mayor motivo para orar por los Césares y por la conservación del Imperio, pues “sabemos” que mientras dure el imperio romano, no se efectuará la gran catástrofe que amenaza al universo, el mismo fin del mundo que deben acompañar tan horribles desastres”, (Apol. XXXII).

“Nadie duda, añade Lactancio, que estará cercano el fin de los reinos y del mundo cuando caiga el Imperio Romano, pues él sostiene el universo. Por esta razón debemos rogar a Dios con la frente hundida en el polvo, para que se aplace la ejecución de sus decretos, y para retardar la venida del abominable tirano que ha de derrocar el Imperio Romano y apagar esta antorcha cuya desaparición acarreará el fin del mundo”, (Divin. Institut. lib. VII, de Vit. Beat. c. 25).

“El demonio, dice San Cirilo de Jerusalén, suscitará un hombre famoso que usurpará el poder del Imperio Romano, y vendrá este Anticristo cuando se acabe la época del imperio romano y se aproxime el juicio final”. San Jerónimo advierte en la segunda epístola a los Tesalonicenses, que era prudente que el Apóstol no declarase abiertamente que era precisa la destrucción del Imperio Romano para que apareciese el Anticristo ; y citando después las palabras de San Pablo, las explica de este modo : “El mundo existirá mientras el Imperio Romano, que domina ahora a todas las naciones, no se retire o sea derrocado, y entonces vendrá el Anticristo”.

Aún es más explícito San Juan Crisóstomo, el cual desarrollando el mismo texto de San Pablo, se expresa en estos términos : “Se podrá preguntar qué es lo que entiende el Apóstol por estas palabras : “Vosotros sabéis lo que impide que aparezca”, y supongo que se querrá saber por qué ha hablado con tanta oscuridad. ¿Qué es lo que le impide que aparezca? Unos dicen que la gracia del Espíritu Santo, otros que el Imperio Romano, y yo me inclino a esta última opinión. ¿Por qué? Porque si hubiese querido hablar del Espíritu Santo, se hubiese explicado con más claridad, y además hace mucho tiempo que han cesado los dones gratuitos. Pero como se trata del Imperio Romano, es preciso hablar de un modo encubierto y enigmático para no irritar inútilmente a los romanos. Dice, pues, tan solo que “aquel que tiene, tenga hasta que haya sido quitado” ; es decir, que vendrá el Anticristo cuando haya sido quitado del mundo el Imperio Romano. Cuando sea destruido este imperio, el Anticristo lo hallará vacante, se apoderará de él, y tratará de abrogarse el imperio de los hombres y hasta el de Dios. Porque así como los demás imperios que le han precedido han sido derrocados, del mismo modo será destruido este por el Anticristo, y el Anticristo por Jesucristo. Esto es lo que nos muestra Daniel del modo más evidente”.

Así hablan también San Agustín y los más ilustres Santos Padres y una multitud de escritores eclesiásticos y comentadores. Esta tradición es admitida en la enseñanza católica, no como un artículo de fe, sino con toda la autoridad de los grandes hombres que la apoyan. ¿Cuáles son, pregunta un catecismo justamente célebre y enteramente ortodoxo, (Catecismo de Turlot, Doctor en Teología), los signos precursores del juicio final? Principalmente tres : la predicación del Evangelio por todo el mundo, la abolición del imperio de Roma por una rebelión general, y la venida del Anticristo.

Esta creencia, conservada fielmente a través de los siglos, ha sido objeto de los más grandes genios del Cristianismo y hasta de los hombres separados de la Iglesia, y todos han creído que la caída del Imperio Romano sería el preludio inminente del fin de todas las cosas.

Ya se comprenda por imperio romano, con la generalidad de los intérpretes, el imperio puramente temporal, desaparecido hace siglos ; ya, como opina Santo Tomás, se entienda también el imperio espiritual ejercido por el Pontífice romano sobre las naciones cristianas, ¿es posible dejar de ver hoy día, dice Mons. Gaume, casi verificada la caída de este Imperio? ¿Y qué se ha hecho del poder espiritual del soberano Pontífice sobre las “naciones” cristianas? Para la parte protestante de Europa el Papa es el Anticristo, y para la otra un soberano “extranjero”. ¿En qué reino, en que país, el Papa es aun el oráculo regulador, y Padre obedecido de los reyes y de las naciones?

Y podrán decirnos ahora : ya que la caída del imperio romano, signo tradicional de la última catástrofe debía comenzar después de su paso, ¿cómo ha podido anunciar el Ángel del juicio en su época con toda verdad que se acercaba el fin del mundo?

Así como las profecías de Nuestro Señor fueron tanto más claras, y tanto más completas las señales precursoras cuanto más se aproximaba la plenitud de los tiempos, del mismo modo los precursores del Anticristo le son más parecidos a medida que lo anuncian desde menos distancia.

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Foro Católico: A nuestro entender, Santo Tomás de Aquino es el que más próximo está a desentrañar las aparentes misteriosas palabras de San Pablo a los Tesalonicenses cuando les decía: “Vosotros sabéis lo que impide que aparezca el hombre de pecado, el Anticristo”. Por qué lo que sabían los tesalonicenses tan claramente no lo podíamos saber nosotros también.

Sto. Tomás dice que no se debe entender la caída del Imperio Romano en el sentido político, que es evidente que se produjo hace siglos ya, sino en el espiritual, que es el ejercido por el soberano Pontífice sobre las naciones cristianas, y el Imperio espiritual del Vicario de Cristo se gobierna desde Roma.

“Vosotros sabéis lo que impide que aparezca el hombre de pecado”.

¿Y qué es lo que ha impedido hasta ahora que aparezca, sino un hecho de todos conocido en tiempo de San Pablo y obvio para todos los que le escuchaban, y que debe serlo también para nosotros: que no aparecería mientras en Roma hubiese un verdadero y legítimo Vicario de Cristo ejerciendo el poder e imperio espiritual, y el hecho incuestionable es que no hay ya quien ejerza ese poder espiritual, que no tenemos, un verdadero Vicario de Cristo en Roma desde hace sesenta años. ¿Y no es eso un claro signo de los tiempos?

¿Y qué se ha hecho, decía Mons. Gaume en su tiempo, cuando todavía había en Roma un verdadero Vicario de Cristo que ejercía el poder, de ese imperio espiritual como soberano Pontífice sobre las “naciones cristianas”?

¿Y qué se ha hecho en los nuestros después de ver a seis usurpadores seguidos en la Cátedra de San Pedro y que nunca han sido verdaderos Vicarios de Cristo, y puede que ni cristianos? ¿No es eso un clarísimo signo de los tiempos también? Ya ha sido usurpado ese imperio espiritual, el papado, que era el obstáculo que detenía la aparición del hombre de pecado.

“Sabemos que mientras dure el imperio romano, es decir el papado, decía Tertuliano, tenemos mayor motivo para orar por la conservación del imperio romano. Lo mismo decía Lactancio: “El imperio sostiene el universo”, es decir, el papado. Y San Juan Crisóstomo dice que el Anticristo “hallará vacante el imperio”, (sin Papa), y se apoderará de él, y tratará de abrogarse el imperio de los hombres y hasta el de Dios”.

Por eso a San Pablo le bastó con indicárselo a sus fieles de Tesalónica, y a nosotros : “vosotros sabéis que es lo que detiene la aparición del hombre de pecado”, pues sabían muy bien que San Pedro era el Vicario de Cristo en la tierra, así que no era necesario explayarse más para que le comprendiesen, y puestas así las cosas, ahora la puerta está más abierta que nunca para una intervención de Dios, el único que puede y arreglará esta situación.


Fuente: forocatolico.wordpress.com/…segun-san-pablo-y-santo-tomas/