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Libano
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MATERIA CRUCIFICADA SEGÚN PAVEL FLORENSKY _ 41 La verdad es antinómica, y no puede no serlo. También el sacramento ha de poseer, como expresión espacio-temporal de la realidad de la gracia, una …Más
MATERIA CRUCIFICADA SEGÚN PAVEL FLORENSKY _ 41

La verdad es antinómica, y no puede no serlo. También el sacramento ha de poseer, como expresión espacio-temporal de la realidad de la gracia, una estructura antinómica. El rasgo fundamental del culto es «el contacto de lo “visible” con lo “divino”, de lo “sensible” con lo “inteligible” -lo noumenal, lo transcendente-». La esencia del culto es, por tanto, antinómica: la unión de los dos mundos. Pero esta característica condiciona la manifestación sensible del sacramento, se plasma en su expresión fenoménica por la “expropiación de la materia”, su estructuración según unas leyes que no son meramente empíricas ni habituales. En efecto, en el sacramento «lo “visible” y lo “sensible”, a causa de su vinculación sustancial con lo “divino” y lo “inteligible” guían nuestro actuar por senderos que son inhabituales e impropios para lo “visible” y lo “sensible” como tales». Es decir, para servir de signo y de orientación hacia la plenitud del otro mundo, el aspecto visible del sacramento, como, por otro lado, el aspecto fenoménico de todo símbolo, ha de renunciar a la perfección inmanente y abrirse al movimiento antinómico propio del símbolo cristiano, que es un símbolo de comunión. Sólo una “materia cruciforme” y crucificada puede ser “más grande que sí misma”, y expresar e incorporar la gracia, como sólo una verdad antinómica puede encarnar la plenitud de la Verdad viviente. En los dos ámbitos reina el movimiento contradictorio de la cruz:
«el movimiento del signo de la cruz es una intrínseca contradicción, en cuanto que, si es cierto que todo movimiento debe poseer la determinación de la dirección hacia su fin, es como si este movimiento, por el contrario, después de haberse dirigido hacia su término, negase después su dirección. (...) Este movimiento contradictorio reina en el culto. La fuerza espiritual vinculada a lo sensible transforma también lo sensible mismo, obligándolo a ser de un modo diverso a como sería natural esperar que fuese si estuviera aislado.

FLORENSKY 374:
Pero, una vez que el espíritu ha realizado ya su labor constructora, para nosotros adquiere entonces también la parte frontal del objeto -aquél mundo de los sentidos, que es construido por la actividad racional positivista - un valor y un peso específico, una significación particular. Este mundo se entrega, por así decirlo, a sí mismo a los otros mundos superiores, se convierte en su representante y, en cierto modo, en su portador. Por medio de la renuncia a la autoafirmación, a una existencia propia por sí misma consistente, se convierte en un ser para el otro mundo. Pero por el mismo hecho de que, de este modo, una vez que ha perdido su propia vida, se convierte en portador del otro mundo, en su cuerpo, ahora lleva en sí al otro mundo, lo incorpora en sí mismo; o, de otro modo, este mundo de los sentidos es transfigurado, espiritualizado y transformado por eso en un Símbolo, es decir, en la unidad orgánica viviente entre el polo que representa y el representado, entre el polo que simboliza y el simbolizado. EI mundo empírico se vuelve diáfano, y gracias a la transparencia de este mundo se hacen visibles el fulgor de la llama y el resplandor luminoso del rayo de los otros mundos. EI ser invisible de Dios, que es su eterno poder y divinidad, se muestra desde la creación del mundo, y se percibe en sus obras (Rom 1 ,20). Como consecuencia de la pérdida de su mismidad, de sus propios colores, este mundo, iluminado interiormente y atravesado por el resplandor del fuego del otro mundo, se vuelve el mismo de fuego; se funde de algún modo con el Fuego. Y miré, y había como un mar de cristal, mezclado con fuego (...) (Ap. 15,2). Los que están sobre el mar son aquellos para los que este mundo se ha vuelto ya totalmente transparente; mientras aguardan aún en este mundo, tocan ya inmediatamente el elemento del fuego, que está mezclado con el mar, son capaces de verlo y cantan su himno, y dicen: Grandes y maravillosas son tus obras (Ap 15,3).