jamacor
79

Educación inclusiva

No quiero culpabilizar a nadie, sólo reflejar una situación real, con la que tengo que ser crítico.

Las personas con discapacidad intelectual no podemos tener aspiraciones formativas. Es lo que nos enseñan desde la cuna. Si tenemos suerte, estudiaremos en un colegio normalizado y ya tendremos que darnos con un canto en los dientes. Llegado el momento, finalizaremos la enseñanza obligatoria y accederemos a un centro ocupacional o centro especial de empleo, entornos protegidos. No existen más alternativas.

Entendedme: no digo que estas opciones sean indignas, pues muy al contrario cumplen una importantísima misión social, y no olvido lo mucho que les debemos, pero, ¿qué pasa si queremos trabajar en una empresa ordinaria? ¿Acaso plena inclusión no implica convivencia entre personas con y sin discapacidad en entornos normalizados de trabajo? ¿Es de locos aspirar a esta situación en pleno siglo XXI? Quiero pensar que no. Que lo descabellado es quedarnos anclados en un modelo anticuado que estigmatiza a la discapacidad: «como somos diferentes, hay que darnos un trato especial, asumir que seremos niños perpetuos y que nunca podremos aportar nuestro talento al mercado laboral, o al menos no como lo hace todo el mundo, en empresas ordinarias». Pero para ello, el primer paso es la educación inclusiva: sin ella, no hay nada que hacer.

Pablo Pineda