Por: P. Hugo Valdemar
lunes 06 de abril de 2020 - 01:21
Inicio citando dos espléndidos párrafos del italiano católico Ettore Gotti Tedeschi: “Los cristianos debemos volver a ver a Cristo quitando de nosotros la trágica indiferencia que es el verdadero origen de la calamidad que hoy nos aflige. La Congregación de la Doctrina de la fe en un documento de 1986 nos advertía que, negando a Dios, …Más
Por: P. Hugo Valdemar

lunes 06 de abril de 2020 - 01:21

Inicio citando dos espléndidos párrafos del italiano católico Ettore Gotti Tedeschi: “Los cristianos debemos volver a ver a Cristo quitando de nosotros la trágica indiferencia que es el verdadero origen de la calamidad que hoy nos aflige. La Congregación de la Doctrina de la fe en un documento de 1986 nos advertía que, negando a Dios, principio y fin del hombre, viene alterado el orden de la creación visible, social y económico”.

También Juan Pablo II en la encíclica Sollicitudo Rei Socialis profetizaba que “el hombre demasiado inmaduro, preocupado de invertir solo en la ciencia y la técnica, pero no en la sabiduría, se le escaparían de entre las manos los instrumentos sofisticados”. También Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate afirmó que “el hombre privado de valores de referimiento habría permitido a los instrumentos creados por él tomar autonomía moral y volverse contra él”.

Pero nosotros hemos continuado viviendo como si Dios fuera solo misericordioso, y nos permitiera confundir e ignorar sus leyes. Las causas que se buscan negar están en la negación de las leyes naturales, incluso las referidas a la vida humana”.

El día de ayer, Domingo de Ramos, dimos inicio a la mayor celebración de los cristianos, la Semana Santa, y es justo el momento para pensar y enmendar nuestro pecado de impiedad, esa actitud de soberbia por la que como Satanás le decimos a Dios: “Non serviam”. “No te serviré”, no te reconoceré, no te obedeceré, y, además, si me revelo contra ti y hago el mal, al final de cuentas tienes la obligación de perdonarme, porque si no, no eres misericordioso, así muera yo obstinado en el pecado y la maldad. Pero olvidamos aquellas gravísimas y amenazadoras palabras de Jesús, “si no se convierten también ustedes perecerán”.

Esta Semana Santa estás llamado a levantar la cabeza y contemplar “al que traspasaron”, a Jesús crucificado y levantado en lo alto que al mirarlo nos libra del veneno mortal de nuestro pecado, maldad y arrogancia. Delante al Cordero inocente sacrificado por nuestros pecados debes clamar con un grito desgarrado: Señor Jesús, sálvame, ten compasión de mí.

Cuanta arrogancia e ingenuidad hay en el hombre de hoy, en esta sociedad corrupta y pecadora que confía en sus solos medios e insiste en seguir negando e ignorando a Dios, pensando que con sus solos recursos médicos podrá libarse de esta calamidad. Peor aún los pastores de la Iglesia que ven la tempestad y no se hincan, se limitan a dar medidas higiénicas, consuelos mundanos de ánimo y solidaridad, en vez de invitar a la conversión, al arrepentimiento y a la penitencia y reconocer que atrás de esta crisis apocalíptica está nuestro pecado personal y social, el abandono de Dios, la corrupción de la sana doctrina permitiendo que la contamine las modas ideológicas de un mundo paganizado y enemigo de Dios.

Todavía es tiempo, dice el Señor, arrepiéntanse y vuelvan a mí de todo corazón.

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Hugo Valdemar

Columnista de ContraRéplica