Bottega
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Si el justo a duras penas se salva, el impío y el pecador, “¿”dónde irán a parar”

La Iglesia no es una sociedad meramente humana, donde los ministros pueden ejercer su función con criterios personales, ya que pertenece a Dios. Así San pablo instruye a Timoteo;

“Para que así sepas cómo hay que comportarse en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad… Él ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu; mostrado a los ángeles, predicado a las naciones; creído en el mundo, ascendido en gloria. El Espíritu dice expresamente que en los últimos tiempos algunos renegarán de la fe, por prestar atención a espíritus seductores y enseñanzas diabólicas, engañados por la hipocresía de los embusteros, que tienen cauterizada su propia conciencia”. 1Ti 3:15-16, 4:1,3


Sobrevendrán tiempos peligrosos, en que se levantarán en la Iglesia de Dios (2Tm 1,13) hombres perversos é impostores, por medio de los cuales el astuto tentador se esforzará en corromper las almas incautas con errores contrarios a la verdad del Evangelio.

Clemente XIII en la encíclica In Dominico agro, se refiere a la necesidad del catecismo y el cuidado que debe tener la iglesia con las doctrinas corrompidas, de las opiniones nuevas, que no tienen a su favor ni el común asentimiento ni la antigüedad, como fue dictado por el decreto del Concilio Tridentino.

“Si, como sucede con frecuencia, se vertiesen en la Iglesia de Dios ciertas doctrinas depravadas… acordes para denigrar de cualquiera modo la pureza de la, fe católica… rechazamos y reprobamos por igual… el error, que fácilmente se encubre la falsedad diabólica con mentiras disfrazadas bajo cierta apariencia de verdad, corrompiéndose el sentido de los testimonios con alguna pequeña adición ó variación, y a las palabras que obraban la salud, por alteraciones a veces ingeniosas, se las hace producir la muerte.

Por esta razón debe apartarse a los fieles… ni deben ser guiadas las ovejas a los pastos por sendas desconocidas, ni proponérseles tampoco ciertas opiniones particulares, aunque sean de doctores católicos; sino que se les ha de enseñar la nota certísima de la verdad católica, esto es, la catolicidad, la antigüedad y la unidad de la doctrina. No pudiendo, además, el pueblo (Cf. Ex 19,12) subir al monte adonde desciende la gloria del Señor, pues el que traspase los límites para verle perecerá, deberán los doctores señalar al pueblo los límites dentro de sus facultades, para que sus conversaciones no anden errando fuera de lo que es necesario o sumamente útil a la salvación, y los fieles sean obedientes al dicho del Apóstol (Rm 12,3): Que no intentéis saber más de lo que se debe saber, sino que habéis de saber con moderación.

…Nuestros predecesores, pusieron todo su cuidado, no sólo en cortar con la espada del anatema las raíces venenosas de renacientes errores, sino también en impedir el curso a ciertas opiniones que subrepticiamente venían introduciéndose, las cuales, o por su exageración impedirían en el pueblo cristiano frutos riquísimos de la fe, o por su proximidad a error podrían perjudicar a las almas de los fieles. Por tanto, después de haber condenado el Concilio de Trento las herejías que en aquel siglo habían intentado obscurecer la luz de la Iglesia, y de haber puesto mucho más evidente la verdad católica… resolvimos recomendar de nuevo este Catecismo…

Haciéndose eco de lo anterior JUAN PABLO II en la ENCÍCLICA ECCLESIA DE EUCHARISTIA advierte A TODOS LOS FIELES.

“…hay sitios donde se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística. A esto se añaden, en diversos contextos eclesiales, ciertos abusos que contribuyen a oscurecer la recta fe y la doctrina católica sobre este admirable Sacramento”.

Por desgracia, es de lamentar que, sobre todo a partir de los años de la reforma litúrgica postconciliar, por un malentendido sentido de creatividad y de adaptación, no hayan faltado abusos, que para muchos han sido causa de malestar. Una cierta reacción al « formalismo » ha llevado a algunos, especialmente en ciertas regiones, a considerar como no obligatorias las « formas » adoptadas por la gran tradición litúrgica de la Iglesia y su Magisterio, y a introducir innovaciones no autorizadas y con frecuencia del todo inconvenientes.

Por tanto, siento el deber de hacer una acuciante llamada de atención para que se observen con gran fidelidad las normas litúrgicas en la celebración eucarística. Son una expresión concreta de la auténtica eclesialidad de la Eucaristía; éste es su sentido más profundo. La liturgia nunca es propiedad privada de alguien, ni del celebrante ni de la comunidad en que se celebran los Misterios. El apóstol Pablo tuvo que dirigir duras palabras a la comunidad de Corinto a causa de faltas graves en su celebración eucarística, que llevaron a divisiones (skísmata) y a la formación de facciones (airéseis) (cf. 1 Co 11, 17-34).

« Éste es mi cuerpo que es entregado por vosotros » (Lc 22, 19)

“Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no nos queda ningún sacrificio por los pecados, sino la tremenda espera del juicio y el ardor del fuego que va a devorar a los rebeldes”. Heb 10:26

“Porque ha llegado el momento de que el juicio comience por la casa de Dios; y, si empieza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que no creen en el Evangelio de Dios? “Pues si el justo a duras penas se salva, el impío y el pecador, “¿”dónde irán a parar”?1Pe 4:17, 18
apostolesdemaria
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