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San Juan Bautista mcimiento 24 de junio 2018 Día 24 Solemnidad: Natividad de San Juan Bautista Juan el Bautista, cuyo nacimiento hoy celebramos, es un ejemplo, entre tantos, de correspondencia a las …Más
San Juan Bautista mcimiento 24 de junio 2018

Día 24 Solemnidad: Natividad de San Juan Bautista Juan el Bautista, cuyo nacimiento hoy celebramos, es un ejemplo, entre tantos, de correspondencia a las gracias de Dios, fiel a su vocación: a lo que, incluso antes de nacer, esperaba de él la Trinidad Beatísima. Recordemos, como afirma san Pablo, que Dios nos ha escogido, antes de la constitución del mundo, para que seamos santos y sin mancha en su presencia, por el amor. El designio divino de la Redención del hombre preveía un precursor que anunciase la llegada del Hijo de Dios encarnado. El evangelista San Marcos recoge la profecía: conforme está escrito en Isaías el profeta: "Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino". "Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas". La aparición de Juan, el "Precursor", era señal inequívoca de la inminente llegada del Mesías. Tenían, en efecto, razón en sus presentimientos –por inconcretos que fueran– los paisanos de Zacarías e Isabel, padres de Juan: —¿Qué va a ser, entonces, este niño?, decían. Porque la mano del Señor estaba con él. Y es que nuestro Dios siempre asiste con Gracia poderosa a sus elegidos, para que puedan cumplir lo que de ellos espera. Su nacimiento había sido anunciado proféticamente desde antiguo, y al propio Zacarías, su padre, un ángel le advirtió de su nacimiento. Y esto, a pesar de su incredulidad, pues no era razonable –pensaba Zacarías– que tuvieran un hijo con edad tan avanzada, será para ti gozo –le insistía el ángel–; y muchos se alegrarán con su nacimiento, porque será grande ante el Señor. No beberá vino ni licor, estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto. No le faltarían a Juan la luz ni la energía necesaria para cumplir su misión. Dios mismo se hacía garante de su capacidad: quedaría lleno del Espíritu Santo desde antes de nacer, y así sería poderoso e infalible como Elías, que –bien lo sabían todos los judíos–, unido a Dios, había salido siempre victorioso y de modo espectacular, incluso, frente a los mayores poderes de su tiempo que se oponían al único verdadero Dios. En su Providencia, Dios había cubierto de gracias muy singulares, a quien habría de cumplir una misión única y decisiva en orden a la Redención humana. El nacimiento de Juan fue acompañado de fenómenos del todo extraordinarios. El Bautista venía así al mundo –lleno del Espíritu Santo– con el importante bagaje sobrenatural que lo capacitaba para una gran misión. Pero consideremos, en todo caso, que, guardando la debida proporción, así actúa siempre Dios con todos los hombres. Lo que espera de cada uno depende de las circunstancias personales –de la capacidad nuestra– que tenemos, como todo lo demás, recibida de Dios. No es injusto, pues, Dios ni arbitrario, y el amor con obras que le debemos no debe ser sino el desarrollo de los talentos que nos ha concedido. Esas parábolas de Jesús del señor, que se marcha y distribuye antes sus bienes entre unos criados, y reclama a su regreso el fruto correspondiente, deben estar de modo habitual presentes en nuestra mente.