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El hombre conoce por la Sagrada Revelación, que después de Cristo el mundo ha entrado en su última hora (Epístola II de San Juan 2, 18), de suerte que no hay que aguardar ya otra economía de salud …Más
El hombre conoce por la Sagrada Revelación, que después de Cristo el mundo ha entrado en su última hora (Epístola II de San Juan 2, 18), de suerte que no hay que aguardar ya otra economía de salud que la misma Iglesia fundada por Cristo y los apóstoles, y que debe durar hasta la consumación de los siglos. El filósofo cristiano que quiere escrutar la historia, conoce entonces, a ciencia cierta, que no puede concebirse la historia futura sin la acción de la Santa Iglesia Romana, que ha de influir sobre los acontecimientos con su jerarquía, con su doctrina y con sus sacramentos. ¡No incurrirá entonces en el delirio de imaginar una nueva época del mundo en que Jesucristo haya sido expulsado del seno de la historia humana! Las Puertas del infierno no prevalecerán contra ella (San Mateo XVI, 18) es una palabra que jamás el historiador debe olvidar, si no quiere equivocarse en la interpretación de los fenómenos históricos.