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johnreynolds
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LOCO HAY QUE ESTAR PARA NO QUERER SER UN ESCLAVO DE MARÍA COMO ELLA LO FUE DE NUESTRO SEÑOR La verdadera devoción a la Virgen Para subir y unirse a Él, preciso es valerse del mismo medio de que Él se …Más
LOCO HAY QUE ESTAR PARA NO QUERER SER UN ESCLAVO DE MARÍA COMO ELLA LO FUE DE NUESTRO SEÑOR

La verdadera devoción a la Virgen

Para subir y unirse a Él, preciso es valerse del mismo medio de que Él se valió para descender a nosotros, para hacerse hombre y para comunicarnos sus gracias; y ese medio es una verdadera devoción a la Santísima Virgen.

Hay muchas devociones a la Virgen Santísima y verdaderas que no hablo aquí de las falsas.

Consiste la primera en cumplir con los deberes de cristiano, evitando el pecado mortal, obrando más por amor que por temor, rogando de tiempo en tiempo a la Santísima Virgen y honrándola como Madre de Dios, sin ninguna otra especial devoción para con ella.

La segunda tiene para la Virgen más altos sentimientos de estima, amor, veneración y confianza; induce a entrar en las cofradías del santo Rosario y del Escapulario, a rezar la corona o el santo Rosario, a honrar las imágenes y altares de María, a publicar sus alabanzas, a alistarse en sus congregaciones. Y esta devoción (con tal que nos abstengamos de pecar) buena es, santa y laudable; pero no tan a propósito como la que sigue para apartar a las almas de las criaturas y desprenderlas de sí mismas a fin de unirlas a Jesucristo.

La tercera devoción a la Santísima Virgen, de muy pocas personas conocida y practicada; es almas predestinadas, la que os voy a descubrir.

Consiste en darse todo entero, como esclavo, a María y a Jesús por Ella; y en hacer todas las cosas con María, en María, por María y para María.

Hay que escoger un día señalado para entregarse, consagrarse y sacrificarse; y esto ha de ser voluntariamente y por amor, sin encogimiento, por entero y sin reserva alguna; cuerpo y alma, bienes exteriores y fortuna, como casa, familia, rentas; bienes interiores del alma, a saber: sus méritos, gracias, virtudes y satisfacciones.
(Tomado del Libro El Secreto de María por San Luis María Grignion de Montfort. núms.23 y 24)