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RETRATO inacabado del ANTECRISTO

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Un PAPA con el “MITO” del PUEBLO

El texto publicado a continuación es la relación de Sandro Magister en el congreso de estudios que ha tenido lugar el sábado 30 de noviembre y el domingo 1 de diciembre en Anagni, en la Sala de la Razón, por iniciativa de la Fondazione Magna Carta, sobre el tema: "A César y a Dios. Iglesia y política en los pontificados de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco". Al final la réplica de Magister al debate.

LA VISIÓN POLÍTICA DEL PAPA FRANCISCO
por Sandro Magister

Anagni, a 30 de noviembre de 2019

La visión política del papa Francisco tiene sus raíces, sobre todo, en su experiencia de vida, en Argentina.

Nombrado maestro de novicios a temprana edad, el entonces Bergoglio de 34 años abrazó plenamente la causa de la repatriación de Juan Domingo Perón, que en aquel tiempo estaba exiliado en Madrid. Llegó a ser el guía espiritual de los jóvenes peronistas de la Guardia de Hierro, presentes en gran número en la universidad jesuita del Salvador. Y prosiguió tal militancia incluso después de que en 1973 fuera nombrado, sorprendentemente, superior provincial de los Jesuitas de Argentina, el mismo año del regreso a la patria de Perón y de su triunfal reelección.

Bergoglio estuvo entre los escritores del “Modelo nacional”, el testamento político que Perón quiso dejar después de su muerte. Por todo esto se granjeó la feroz enemistad de una buena mitad de los jesuitas argentinos, más de izquierdas que él, sobre todo después de haber cedido la universidad del Salvador, puesta en venta para sanar las cuentas de la Compañía de Jesús, precisamente a sus amigos de la Guardia de Hierro.

Fue en aquellos años que el futuro papa maduró el “mito”, palabra suya, del pueblo como protagonista de la historia. Un pueblo por naturaleza inocente y portador de inocencia, un pueblo con el derecho innato de tener “tierra, techo y trabajo”, y que él vio que coincidía con el “santo pueblo fiel de Dios”.

EL “MITO” DEL PUEBLO

Pero, más allá de su experiencia de vida, la visión política de Bergoglio toma forma gracias también a la enseñanza de un maestro, como él mismo ha confiado al sociólogo francés Dominique Wolton en un libro-entrevista de 2017 editado por este y titulado “Politique et societé”:

“Hay un pensador que usted debería leer: Rodolfo Kusch, un alemán que vivía en el noroeste de Argentina, un excelente filósofo y antropólogo. Hizo comprender una cosa: que la palabra 'pueblo' no es una palabra lógica. Es una palabra mítica. No se puede hablar de pueblo de manera lógica, porque sería sólo una descripción. Para comprender a un pueblo, comprender cuáles son sus valores, es necesario entrar en el espíritu, el corazón, el trabajo, la historia y el mito de su tradición. Este punto está realmente en la base de la teología denominada 'del pueblo'. Significa ir con el pueblo, ver cómo se expresa. Esta distinción es importante. El pueblo no es una categoría lógica, es una categoría mítica".

CON LOS “MOVIMIENTOS POPULARES”

Por tanto, según Bergoglio, ”se necesita un mito para entender al pueblo". Y él, como papa, ha narrado este mito sobre todo cada vez que se reúne con los "movimientos populares". Hasta ahora lo ha hecho tres veces: la primera vez en Roma, en 2014; la segunda en Bolivia, en Santa Cruz de la Sierra, en 2015; la tercera de nuevo en Roma, en 2016. En cada ocasión enardece al auditorio con discursos interminables, de unas treinta páginas cada uno, que juntos ya forman el manifiesto político de este Papa.

Los movimientos con los que se reúne Francisco no los ha creado él, eran preexistentes. No tienen nada que sea declaradamente católico. En parte son herederos de las memorables reuniones anticapitalistas y antiglobalización de Seattle y Porto Alegre. A ellos se añade la multitud de marginados de los cuales el Papa ve prorrumpir "ese torrente de energía moral que nace de la implicación de los excluidos en la construcción del destino del planeta".

Francisco confía a estos “rechazados de la sociedad" un futuro hecho de tierra, casa y trabajo para todos gracias a un movimiento ascendente de llegada de estos al poder, que "trasciende los procedimientos lógicos de la democracia formal". El 5 de noviembre el Papa dijo a los "movimientos populares" que había llegado el tiempo de dar el salto a la política "para revitalizar y refundar las democracias, que están atravesando una verdadera crisis"; en resumen, para echar a los poderosos de sus tronos.

Las potencias contra las que se rebela el pueblo de los excluidos son, en la visión del Papa, "los sistemas económicos que para sobrevivir deben hacer la guerra y sanar así las balanzas económicas”, son “la economía que mata”. Ésta es su clave de explicación de la "guerra mundial a trozos" y del propio terrorismo islámico.

DOS CONTRADICCIONES

Aquí ya aflora una contradicción entre el decir y el hacer en la política del papa Francisco.

Porque mientras predica sin parar contra los ricos Epulones –a los que nunca identifica y llama por su nombre–, los hombres más ricos del mundo y los superpoderosos de las finanzas se pelean para que los reciba. Y él no sólo los acoge con los brazos abiertos, sino que también los colma de elogios En la fase inicial de su pontificado, para volver a poner orden en la curia y sus balances, Francisco llamó para que fueran al Vaticano a las empresas sistemas organizativos y financieros más caras del mundo, como McKinsey, Ernst & Young, Promontory y KPMG.

A Christine Lagarde, a la que recibió en más de una ocasión cuando estaba a la cabeza del Fondo Monetario Internacional, la ha elogiado diciendo de ella que es “una mujer inteligente que sostiene que el dinero debe estar al servicio de la humanidad, y no al contrario”.

Ha recibido en audiencia, muy publicitada, y aceptando ante las cámaras los enormes regalos en dinero de Tim Cook, de Apple; Eric Schmidt, de Google; Kevin Systrom, de Instagram. Ha aceptado la financiación de Paul Allen, de Microsoft, y del magnate mexicano Carlos Slim, desde hace años en el vértice de la clasificación “Forbes” de los hombres más ricos del mundo.

Y hay una segunda contradicción entre, por un lado, el discurso que hace continuamente Bergoglio sobre un mundo en el que “los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres”, en un crescendo de centralización de la riqueza en manos de poquísimos y una deliberada extensión de la pobreza a franjas cada vez más amplias de la población, y por el otro, los datos incontestables de las estadísticas.

Basta decir que, según las cifras proporcionadas por el Banco Mundial, en 1990 el 47% de la población del planeta vivía con menos de 1,9 dólares al día. En 2015, veinticinco años después, menos del 10%. En China, en el mismo arco de tiempo, los que viven en condiciones de extrema pobreza han bajado del 61 al 4 por ciento.

EL “BUEN VIVIR” DE LA AMAZONIA

Desde hace más de tres años Francisco no convoca a su alrededor a los “movimientos populares”. Lo que pasa es que su populismo se ha desplazado, ha pasado a las tribus amazónicas.

En el discurso con el cual dio inicio el 7 de octubre a los trabajos del sínodo de la Amazonia, el papa volvió a su experiencia argentina de los años ochenta cuando ese día dijo: “Un eslogan, ‘civilización y barbarie’, sirvió entonces a dividir y aniquilar a la mayor parte de los pueblos originarios”. Y hoy, prosiguió, la supuesta civilización sigue ensañándose contra los “bolitas, los paraguayos, los paraguas, los cabecitas negras”, en los que identifica a la barbarie. Una razón de más para acercarnos, en cambio, a los pueblos amazónicos “de puntillas, respetando su historia, sus culturas, su estilo del buen vivir”, sin más “colonizaciones ideológicas” y la pretensión de “disciplinar” y “domesticar”a estos pueblos.

En el documento final del sínodo, en el número 9, el “mito” de las tribus amazónicas ha encontrado expresión de la siguiente manera:

“La búsqueda de los pueblos indígenas amazónicos de la vida en abundancia, se concreta en lo que ellos llaman el ‘buen vivir’, y que se realiza plenamente en las Bienaventurazas. Se trata de vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes ni excluidos”.

A esta exaltación de la inocencia nativa, de paraíso terrestre o “buen salvaje” rousseauniano de las tribus amazónicas, hay que reconducir también el caso parasinodal –un escándalo para algunos– de las postraciones ante las estatuillas de madera que representaban una mujer desnuda y embarazada, identificadas por el mismo papa como “Pachamama”, la divinidad arcaica de la madre tierra. Francisco ha negado que con esto se hubiera cedido a “tentaciones idolátricas” y en una audiencia pública postsinodal puso el ejemplo de la conducta de san Pablo respecto a los dioses de la antigua Grecia, pero sin tener en cuenta que el apóstol, respecto a la idolatría, llevó a cabo un ejercicio crítico radical, ausente en el caso expuesto anteriormente.

No sólo. La exaltación del “buen vivir” de las tribus amazónicas, según algunos obispos y expertos del sínodo, ha llegado hasta el punto de aceptar acríticamente prácticas como el infanticidio y la eliminación selectiva de adultos y ancianos juzgados incompatibles con las exigencias de la comunidad.

De hecho, he aquí lo que dijo textualmente, el 15 de octubre pasado, en la sala de prensa vaticana, con un desapego imperturbable privo de valoración, la antropóloga brasileña Marcia María de Oliveira, una de los 25 colaboradores oficiales de los secretarios especiales del sínodo para la Amazonia:

“Hay algunas comunidades que establecen algunas técnicas o algunas determinaciones colectivas de control de natalidad. Está todo en relación con el tamaño de la familia y la amplitud de sus grupos. Todo esto está basado en la manutención, la supervivencia, la alimentación, cuántas personas conforman el grupo… También tiene mucho que ver con las relaciones internas, hasta qué punto ese niño, ese anciano, esa persona mayor puede acompañar al grupo en lo que son sus traslados”.

TRIBUNALES POLÍTICOS

Al filón populista de la política del papa Francisco se pueden añadir también dos de sus recientes discursos, de carácter jurídico.

El primero, del 5 de junio de este año, lo pronunció en una cumbre de magistrados latinoamericanos reunidos en el Vaticano, con muchas referencias al segundo de los tres discursos dirigidos a los "movimientos populares", el que pronunció en Bolivia, y claramente no escrito por él, aunque en plena consonancia con su ideas, sino tal vez por uno de los magistrados argentinos presentes, Raúl Eugenio Zaffaroni, figura relevante, miembro del tribunal interamericano de los derechos humanos y defensor de una “teoría crítica” de la criminología que basa el origen del crimen y la naturaleza de la justicia a la estructura de las clases sociales y las desigualdades.

“No hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad”: así ha resumido Francisco su visión, entre grandes aplausos.
El segundo discurso es del 15 de noviembre y lo dirigió a los participantes en un congreso de la Asociación internacional de derecho penal.

En él, Francisco acusó a la ciencia penal de adecuarse a “un saber meramente especulativo”, descuidando “los datos de la realidad”; es decir, ese “mercado divinizado” que, en nombre de la maximización del provecho, produce sólo “exclusión”. Los juristas, en cambio, deberían "utilizar la propia sabiduría para contrarrestar la macro-delincuencia de las corporaciones”, a las que el papa asocia “la irracionalidad punitiva que se manifesta en reclusiones de masa, hacinamiento y torturas en las cárceles, arbitrio y abuso por parte de las fuerzas de seguridad, expansión del ámbito de la penalidad, criminalización de la protesta social, abuso de la prisión preventiva”.

No parece que a Francisco le roce la idea de que esta “irracionalidad punitiva” es típica, no de un “mercado divinizado”, sino más bien de países como China, donde el mercado está bajo la tutela de una dictadura política generalizada y liberticida.

Francisco ha vuelto a citar este discurso en la rueda de prensa que ha dado en el avión de vuelta de su viaje a Japón. La misma rueda de prensa en la que –interpelado a causa de la tormenta financiera que agita el Vaticano– ha declarado que ha sido él personalmente quien ha promovido y autorizado verbalmente o por escrito las iniciativas de la magistratura y de la gendarmería pontificias, eliminando con ello la áurea distinción entre poder judicial y poder ejecutivo.

POR UNA ECONOMÍA “FRANCISCANA”

Por último dos corolarios, vinculados a dos citas fijadas por el papa Francisco para la primavera de 2020.

El primero es la reunión en Asís, del 26 al 28 de marzo, de medio millar de jóvenes aspirantes a economistas de todo el mundo, para un “festival de la economía de los jóvenes con el papa, un intermedio entre Greta Thunberg y los poderosos de la tierra”, como ha anunciado el principal organizador, Luigino Bruni, perteneciente al movimiento de los Focolares, profesor de economía política en la LUMSA y asesor del dicasterio para los laicos, la familia y la vida.

En la carta del invitación a este evento, Francisco ha propuesto nada menos que “un pacto para cambiar la economía actual“ y sustituirla con una “Economy of Francesco” (leer san Francisco de Asís, pero el equívoco es fácil).

Entre los personajes que ya han confirmado su presencia, además de Bruni y Stefano Zamagni, presidente de la pontificia academia de las ciencias sociales, estarán los Premios Nobel Amartya Sen y Muhammad Yunus; el economista malthusiano Jeffrey Sachs que, en este pontificado, es el huésped que no puede faltar en cualquier evento vaticano que tenga que ver con la economía y la ecología; Carlo Petrini, fundador de Slow Food e invitado personal de Bergoglio al sínodo para la Amazonia; y la ecologista india Vandana Shiva, muy alabada en el círculo de los “movimientos populares” (participó en su tercer encuentro mundial) y desacreditada por la comunidad científica digna de este nombre.

Curiosamente, Vandana Shiva y Carlo Petrini han anticipado en tres años la sanción punitiva contra el pecado de “ecocidio”, que Francisco ha dicho que quiere introducir en el catecismo en el segundo de los discursos antes mencionados a los juristas. De hecho, en octubre de 2016, ambos pusieron en escena en La Haya, en Holanda, un falso proceso en el que condenaron en contumacia, precisamente por ese reato, a la multinacional de biotecnología Monsanto.

ESCUELAS DE COMPAÑÍA, PERO NO DE JESÚS

La segunda cita está convocada para el 14 de mayo de 2020 en el Vaticano y estará abierta a “todas las personalidades públicas” que “estén comprometidas a nivel mundial” en el ámbito escolar, sin importar la religión de pertenencia.

No sorprende que un papa como Jorge Mario Bergoglio, que forma parte de la Compañía de Jesús, que durante siglos ha sido la gran educadora de las clases dirigentes, le dé tanta importancia a la escuela y la formación de las nuevas generaciones. Lo que asombra es la total ausencia en este proyecto educativo suyo de cualquier especificidad cristiana.

En el mensaje por vídeo con el que Francisco ha lanzado la iniciativa no hay ni una sola mención a Dios, a Jesús o a la Iglesia. La fórmula dominante es “nuevo humanismo”, con sus añadidos de “casa común”, “solidaridad universal”, “fraternidad”, “convergencia”, “acogida”…

¿Y las religiones? Unidas y neutralizadas con un “diálogo” indistinto. Para “bonificar el terreno de las discriminaciones”, el papa remite al documento “sobre la hermandad humana” que suscribió el 4 de febrero de 2019 con el Gran Imán de Al-Azhar, un documento en el que “el pluralismo y la diversidad de religión” son remitidos a la “sabia voluntad divina con la que Dios ha creado a los seres humanos”.

La novedad de esta iniciativa de Francisco consiste en el hecho de que es la primera vez que un papa se apropia y se sitúa como guía de un pacto educativo mundial tan radicalmente secularizado.

En este caso, Bergoglio hace tesoro de nuevo de sus precedentes argentinos. De hecho, fue en Buenos Aires donde fundó una red de “escuelas de vecinos”, de escuelas de barrio, que poco a poco se implantaron en otras ciudades y naciones, hasta convertirse en una red de medio millón de escuelas en los cinco continentes, llamadas “Scholas Occurrentes”, escuelas para el encuentro, que desde 2015 son pía fundación de derecho pontificio con sede en la Ciudad del Vaticano.

Sin embargo, de “pías” no tienen nada. En los numerosos discursos que el papa ha dirigido a las “Scholas”, el silencio sobre el Dios cristiano, sobre Jesús y el Evangelio es de lo más elocuente. ¿Y los santos? También han desaparecido. En los encuentros de las “Scholas Occurrentes”, que incluyen una audiencia con el papa, los invitados son las estrellas del espectáculo y del deporte, desde George Clooney y Richard Gere hasta Lionel Messi y Diego Armando Maradona.

SOMETIMIENTO AL MUNDO

Esta aplanamiento secular no es marginal en la visión política de Francisco. En el “Corriere della Sera” del 2 de octubre pasado, Ernesto Galli della Loggia acertó cuando detectó en este pontificado la tendencia a disolver el catolicismo en “la indistinción”, a interpretar “la vocación íntima misionera del catolicismo hacia el mundo como el equivalente a la necesidad de confundirse con el mundo”.

Lo que pasa es que en el mundo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, se está imponiendo “una ideología ética de inspiración naturalista” hecha de derechos individuales, pacifismo, ecologismo, antisexismo, que le asigna al discurso religioso, cuando no lo aparta del todo, sólo un lugar subordinado y decorativo.

Por lo tanto, cuando el papa Francisco elimina cualquier rasgo de la identidad histórica de la Iglesia y la asimila a la ideología y el lenguaje del mundo, está llevando a cabo una decisión muy, muy aventurada. Le gustaría hacer que el mundo fuera cristiano, con el serio riesgo, en cambio, de "mundanizar" a la Iglesia.

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RÉPLICA A LAS OBJECIONES

(Sandro Magister) Durante la discusión algunas personas han objetado que Francisco dice y hace otras muchas cosas -disonantes- respecto al perfil que he trazado de él. Como, por ejemplo, cuando el pasado 29 de noviembre denunció la frecuente y ruinosa “extralimitación de los jueces en ámbitos que no les son proprios" sobre, por ejemplo, una cuestión de vida y muerte como es la eutanasia.

Es verdad. El papa Francisco no deja de denunciar con firmeza el aborto, la eutanasia, la ideología de género, a veces con palabras más fuertes –”sicarios”, “asesinos”…– que las utilizadas por sus predecesores.

Sin embargo, estas condenas encuentran poco eco en la prensa. Y Francisco lo sabe, pero es como si se adaptara a este silencio.
El motivo es el “cuándo” y el “cómo” dice estas palabras.

Para comprender lo determinantes que son las modalidades de una comunicación para que tenga resonancia y sea eficaz, puede ser instructivo lo que sucedió en 1994, antes y durante la conferencia internacional para la población y el desarrollo convocada en El Cairo por la Organización de las Naciones Unidas.

El objetivo de esa conferencia era “garantizar los derechos reproductivos”, fórmula que Juan Pablo II tradujo como “muerte sistemática de los no nacidos”. Ese papa, a medida que se acercaba el evento, pronunció palabras muy duras en defensa de la vida y de la familia en una serie de Ángelus dominicales; también convocó en el Vaticano a los embajadores, entregó a los responsables de la ONU un memorándum con todas sus objeciones y recibió al presidente estadounidense Bill Clinton en una audiencia que los testigos definieron como “tensísima”.

El resultado fue que la conferencia del Cairo se convirtió en los medios de comunicación mundiales en una batalla campal del papa contra los poderosos del mundo, en favor y contra el aborto, los anticonceptivos y la esterilización. Yo estaba allí y recuerdo que incluso llegaron los corresponsales de guerra más famosos, entre ellos Christiane Amanpour de la CNN.

Volviendo a hoy, ¿cuál es, en cambio, la forma del “magisterio” del papa Francisco?

Además de elegir los tiempos y los interlocutores para que algunas de sus declaraciones sean amplificadas o calladas por los medios de comunicación, diría que, fundamentalmente, no tiene el principio aristotélico de la no contradicción, sino más bien una especie de principio de contradicción.

Sobre muchas cuestiones, también cruciales, Francisco sistemáticamente dice y no dice, desdice, se contradice. A veces dentro de un única declaración. Es memorable, en este aspecto, la respuesta que dio cuando visitó la iglesia luterana de Roma a la pregunta de una mujer protestante que le preguntaba si podía comulgar cuando iba a misa junto a su marido católico. El papa le respondió de todo: sí, no, no sé, ved vosotros… El resultado fue que, a partir de entonces, en la Iglesia católica, cada uno hace lo que quiere.

Francisco justifica este modo de hablar con la voluntad de poner en marcha “procesos” de profundización y de evolución de la doctrina, de la que juzga equivocado fijar antes del tiempo las metas.

“Amoris laetitia”, con su ausencia de claridad en autorizar o no la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar es un emblema de este magisterio del “proceso”.

Cuando algunos cardenales le expusieron sus “dubia”, él no respondió.
De hecho, no podía responder. Esos cardenal habían comprendido plenamente la esencia de su magisterio.

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