Padre Alfredo Sáenz. El espíritu del mundo.

I DIVERSOS SENTIDOS DE LA PALABRA "MUNDO "
En su comentario al Evangelio de San Juan, escribe Santo Tomás: "Mundo se puede tomar de dos maneras. Unas veces, en buen sentido, por aquellos que viven bien en el mundo; II Cor. 5,11: Dios estaba en Cristo, reconciliando el mundo consigo. Otras veces, en mal sentido, a saber, por los que aman el mundo; I Jo. 5,19: Todo el mundo está puesto bajo el maligno. Así pues todo el mundo odia a todo el mundo: porque los que aman el mundo, que están difundidos por todo el mundo, odian a todo el mundo, es decir, a la Iglesia de los buenos, consolidada por todo el mundo" Dios es el creador del mundo y al hacerlo lo hizo bueno. El Génesis nos relata cómo Dios creó la luz, el firmamento, las aguas, las plantas, los astros, los animales y, tras crearlos, encontró que lo que había hecho era bueno; en especial cuando creó al hombre a su imagen, y lo puso sobre todos los elementos, se nos dice que lo halló muy bueno. "En este mundo del hombre —escribe Meinvielle— hemos de incluir con el hombre mismo y con todo lo que a él se refiere, su diferencia de sexos con la fecundidad procreativa, y su dominio sobre toda la creación inferior, y la capacidad de alimentación de la tierra, y finalmente, las relaciones mismas de los hombres", es decir, el matrimonio, la familia, la economía, la política, la cultura; todo eso, tan propio del hombre, es bueno, y muy bueno. Numerosas expresiones evangélicas confirman el sentido positivo de la palabra: "Todo ha sido hecho por El [por el Verbo] y sin El nada se ha hecho" (Jo. 1,3), "el mundo ha sido hecho por El" (Jo. 1,10), Cristo es "luz del mundo" (Jo. 8,12; 9,5; 12,46), "pan del cielo que da vida al mundo" (Jo. 6,33). Así pues erran los gnósticos al afirmar que el mundo material es originalmente malo. Sin embargo, en este mundo, que emergió bueno de las manos de Dios, Adán con su transgresión introdujo el desorden, "por un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por el pecado, la muerte" (Rom. 5,12). El hombre se encontró vergonzosamente desnudo, sus trabajos se harían con fatiga, en su matrimonio se introdujo la poligamia; en una palabra, la armonía entre Dios, el hombre y el cosmos se encontró quebrada. El mundo, oscurecido por el pecado del hombre, quedó bajo la férula del demonio, "el Príncipe de este mundo" (Jo. 12,31; 14,30; 16,11). El Nuevo Testamento nos presenta a este mundo perturbado por el pecado y puesto bajo el dominio de satanás, como un universo que está "bajo la cólera divina" (Rom. 1,18) a tal punto perverso que "quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios" (Sant. 4,4). Este es el mundo en sentido negativo, aquel del que dijo el Apóstol: "Cuanto a mí, jamás me gloriaré a no ser en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo" (Gál. 6,14). Refiriéndose al carácter ambivalente de la palabra "mundo", según lo acabamos de exponer, tiene San Agustín palabras esclarecedoras: "¿En qué forma es malo el mundo, siendo bueno el que hizo el mundo? ¿No hizo El, por ventura, todas las cosas, y todas son muy buenas? ¿No va la Escritura atestiguando, una por una, que las hizo buenas Dios, al decir: Y vio Dios que era bueno? Y al final, ¿no las engloba a todas, y dice que Dios las hizo, y todas eran muy buenas (Gén. 1,31)? ¿Cómo, por tanto, es malo el mundo, siendo bueno el Hacedor del mundo? ¿Cómo? Porque el mundo fue hecho por El, y el mundo no le reconoció (Jo. 1,10). El mundo hecho por Él es el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos; el mundo que no le conoció significa los amadores del mundo, y despreciadores de Dios; éste es el mundo que no le conoció. El mundo es malo en el sentido de que son malos los que prefieren el mundo a Dios".
Y explicando en otro lugar aquella expresión de San Juan "la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la conocieron" (Jo. 1,5), dice que las tinieblas no son sino el mundo, es decir, los amadores del mundo. Tinieblas no pueden ser las creaturas, porque éstas sí que supieron conocer a Dios que es su luz. El cielo, el mar, los vientos, la tierra dieron testimonio de su Creador: el cielo, ofreciendo una de sus estrellas para guiar a los Magos; el mar, conduciendo a Jesús sobre sus olas; los vientos, calmándose al imperio de la voz del Señor; y la tierra, estremeciéndose después de la crucifixión. "Todos estos elementos del mundo dieron testimonio de su Creador. Cuando se dice, pues, que el mundo no lo conoció, se entiende quienes aman el mundo, quienes habitan en él con el corazón. Es malo el mundo porque son malos los que viven en él, como es mala la casa no por sus muros sino por los que en ella viven".

II. LA NATURALEZA DEL MUNDO
Tras haber considerado los dos sentidos de la palabra "mundo", pasemos ahora a la exposición de lo que es más importante, a saber, en qué consiste el espíritu del mundo, qué es lo que lo constituye como tal.
1.El mundo es una atmósfera. Según San Agustín el mundo está formado por el conjunto de los hombres malos: "Mundo llámase a los hombres malos, llámase también mundo a los hombres sin fe; recibieron ese nombre de lo que aman, finando a Dios, nos, hacemos dioses: amando a mundo, se nos llama mundo" En la visión agustiniana, "mundo" es igual a "hombres pecadores". Tal identidad, si bien es valedera, no nos parece que destaque suficientemente el carácter por así decir "institucional" del mundo, al que, por otra parte, el mismo Doctor de Hipona describe con mano maestra en su De Civitate Dei cuando caracteriza a la "ciudad del mundo" como marcada por el "amor sui". El mundo, más que una serie de hombres, es una mentalidad. El espíritu del mundo —escribe Scaramelli—es una propensión "infernal a la ambición, a las honras, a la gloria a los puestos, a las dignidades, a la hacienda y a las riquezas". Nos parece pues conveniente complementar la visión de San Agustín con las magistrales enseñanzas de un autor más reciente, el P. Faber, quien ha dedicado un lúcido estudio al "espíritu del mundo". Advierte dicho autor la dificultad de encontrar una definición adecuada del mundo. Sabemos que el mundo existe, aunque también sabemos que Dios nunca lo ha creado. Es una especie de espíritu desprendido de la creación desobediente, como si los resultados y consecuencias de todos los pecados cometidos desde el principio hubiesen permanecido en la atmósfera con un formidable poder de contagio colectivo. Si bien no es el mundo una persona, parecería poseer una inteligencia y una voluntad propias, una perfecta conciencia de si mismo. “No es precisamente el pecado, es una peste, una influencia, una atmósfera, una materia colorante, una pompa exterior, una nada, un gusto, un encanto, un sistema que no se puede asir, y sin embargo muy fácil de reconocer. Ninguno de esos nombres le conviene solo, sino todos juntos. La Escritura le llama mundo…
Vivimos en medio de él, le respiramos, obramos bajo su influencia, somos engañados por sus apariencias, y sim apercibirnos de ello, adoptamos sus principios.
Elsa Ines Burgos compartió esto
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kaoshispano1
KENOSIS.... no queda otra para ir a CRISTO PARUSIACO