LA DIETA PSICOLÓGICA...

A menudo no tomamos conciencia de los pensamientos en “mal estado” que masticamos e ingerimos durante el día y, luego, a la noche nos encontramos deprimidos sin saber porqué. Sin darnos cuenta, frecuentemente ahondamos nuestras heridas con recuerdos dolorosos del pasado, que nos angustian, nos producen rencor u odio, alientan actitudes que nos hacen daño y condicionan nuestro comportamiento. La más de las veces esto se produce tan habitualmente que ni siquiera advertimos que éstos pensamientos son el “pan nuestro de cada día”.

Resulta obvio que si me “alimento” durante un tiempo -a veces sólo basta un rato- de pensamientos negativos hacia determinada persona, recordando lo malo que me hizo o pudo haber hecho, etc., cuando me encuentre con ella experimentaré –en el nivel afectivo- un gran rechazo, puesto que tales pensamientos influirán sobre mis emociones; actuarán como estímulos o disparadores de afectos –para bien o para mal-. A su vez, determinados estados afectivos suscitan pensamientos acordes con tal estado, en una espiral difícil (aunque no imposible) de detener. De allí la importancia de nutrirse de pensamientos (o vivencias) contrarios que lleven hacia la paz interior y que alejen la perturbación. Los pensamientos, afectos y conductas se influyen entre sí recíprocamente.
Cordis en latín es corazón. Recordar, por tanto, significa “volver a pasar por el corazón”. Si he de volver a pasar por mi corazón algunas vivencias, es de sentido común que me hará mejor pasar las “buenas”, esto es, aquellos buenos momentos vividos, las experiencias enriquecedoras, los momentos emotivos agradables, que constituyen mis “riquezas”, que además me pertenecen y no los inventé. No se trata de inflar un globo imaginando “lo que no fue y pudo haber sido”, esto es un tanto peligroso, tarde o temprano se desinfla. Sin embargo, cuando me apoyo en aquellos momentos reales y valiosos, que no me he inventado, que son “tesoros” míos, la fuerza arrolladora de la consolación me empuja hacia arriba, me levanta el ánimo, me enciende la vida.
Pero hemos de reconocer que si de imaginar el futuro se trata, ¿para qué imaginar lo catastrófico que no ha sucedido?, con sentido realista puedo tener una mirada esperanzadora, sin negar las dificultades que al presente nos depara la vida, que a veces puede ser muy dura o difícil, pues no se trata de negar la realidad sino de atreverse a transitarla. ¿Porqué cargar la barca del presente con la cruz de mañana que todavía no vino? ¿No es suficiente con la cruz del presente? Ello sin contar con la cruz de ayer con la que suelo cargar la barquita de mi vida. Sin duda le exijo demasiado y no es extraño que sienta que se hunde…
Pongamos en práctica esta verdadera “dieta psicológica” y veremos el bienestar que nos hace.

Lic. Horacio Muñoz Larreta