La Sangre preciosísima de Jesucristo nos fortifica en el Sacramento de la Extremaunción
I. Preveía muy bien nuestro divino Redentor las agonías, inquietudes, aflicciones y dolores en que se encuentran las almas en los momentos de la separación de sus cuerpos; sabía bien cuáles son sus necesidades en el momento de la muerte, momento terrible del que depende la eternidad.