Podemos sacar numerosas enseñanzas de la docilidad de María. ¿No representa María la prefiguración a la que cada cristiano está llamado?
Como ella, nuestra misericordia debe salir de la sobre abundancia de nuestro amor por Su Hijo. Ella nos enseña a mirar más allá de nuestra justicia. Nosotros dividimos fácilmente a la humanidad entre los “buenos” y los “malos”. Con María, estamos llamados a no dividir más. En nuestro corazón, todos deben ocupar el mismo lugar y ser presentados de la misma forma ante Jesús.
María nos enseña también con su ejemplo a defender a los pecadores frente a Jesús. No es una condescendencia piadosa, es una actitud que debemos recibir de ella. Ella nos enseña a amar a los más desfavorecidos.
Más aun, Ella nos enseña a perdonarlos. Un perdón divino que consiste en ponerse en el lugar del pecador y llevar ante Dios y ante los hombres la responsabilidad del pecador, a servirse de las consecuencias del pecado para dar más.