Esta obra, titulada Consagración a San Miguel Arcángel, recopila poderosas devociones y oraciones al Príncipe de las Milicias Celestiales. Entre estas devociones se encuentra la Coronilla de San Miguel Arcángel, atribuida al Hmno. Agustín del Divino Corazón.
El Arcángel San Miguel es reconocido como el más próximo a la Divinidad y el defensor celestial más poderoso, siendo el símbolo de la lucha y la victoria sobre el mal. Es el Vencedor del dragón infernal y el Príncipe de la Jerarquía Angelical. Dios le ha conferido la fuerza y el poder para aniquilar el orgullo de los poderes de las tinieblas por medio de la humildad. Al postrarnos en espíritu ante este Glorioso Arcángel, lo reconocemos como el eterno defensor de los Derechos de Dios en el Cielo y en la Tierra, y como el Custodio y Patrón Universal de la Iglesia Católica.
Este compendio de oraciones es una súplica para permanecer fuertes ante la adversidad, buscando protección contra todo mal y ayuda para que el Señor nos ilumine. En unión con los nueve Coros Angélicos —desde los Serafines hasta los Ángeles—, se invoca a San Miguel para que nos defienda de los asaltos, sugestiones, incitaciones y tentaciones del enemigo.
La consagración y las plegarias buscan liberar a quienes las recitan de una multitud de adversidades terrenales y espirituales. Rogamos por la liberación de las tiranías, abusos, injusticias, hechicerías y brujerías, de los falsos testimonios, las malas lenguas, las envidias, intrigas y rencores, así como de los celos y malos tratos. También se pide auxilio contra los agresores violentos, los depravados y viciosos, las desdichas y desgracias. Se anhela el deseo tenaz de liberarse, tanto uno mismo como la familia y los allegados, de enfermedades corporales, mentales y, sobre todo, espirituales.
A través de esta devoción, buscamos que San Miguel suscite en nosotros la verdadera humildad del corazón, una fidelidad inquebrantable para cumplir siempre la Voluntad de Dios, y fortaleza en el sufrimiento y las necesidades. El Arcángel nos ayuda a dominar nuestros sentidos y a corregir nuestros malos hábitos, y promete a quienes recen su Coronilla una defensa especial en este final de los tiempos, un don de discernimiento para no ser engañados, y resguardo bajo su capa.
San Miguel es invocado para asistirnos en nuestra agonía y para ser nuestro amparo contra la Perversidad y las Asechanzas del demonio. Él es quien aquilata y presenta las Almas a Dios. El anhelo supremo de esta devoción es que el Valeroso Guerrero del Altísimo nos una al Triunfo de los Sagrados Corazones y nos conduzca al Cielo para compartir la contemplación de la Gloria Eterna de Dios.
Al renovar el grito de batalla de este Príncipe, "¿Quién como Dios?", afirmamos nuestra firme voluntad de defender y amar el Santo Nombre de Dios y de esforzarnos por vencer el mal haciendo el bien.
Raul em fern shares this