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Homilía Mons. Schneider en Parroquia M Auxiliadora (Ramos Mejía) Impresiones de la visita de Mons.Schneider -pinceladas fotográficas y una homilía sobre Cristo Rey- Mª Virginia, el 23.10.17 a las 3…Más
Homilía Mons. Schneider en Parroquia M Auxiliadora (Ramos Mejía)

Impresiones de la visita de Mons.Schneider -pinceladas fotográficas y una homilía sobre Cristo Rey-

Mª Virginia, el 23.10.17 a las 3:09 AM
Como vulgarmente se dice, hay personas y momentos que señalan “un antes y un después”, ya sea para bien o para mal, en muchas almas y sociedades. En nuestro caso, aunque sea algo tardíamente, recién terminando de reponernos de los trabajos y emociones vividos en el último Encuentro de Formación Católica y de la primera visita de Mons. A. Schneider a nuestra patria, no queremos seguir adelante sin detenernos para compartir con nuestros lectores al menos unas impresiones, porque creemos que la gratitud debe ser distintivo de los hijos de Dios, y en medio de las noticias que vemos últimamente, vemos oportuno este post, para levantar los corazones.

No hace falta insistir –sobre todo luego del último post- sobre el daño que hace a los fieles la sensación de orfandad de auténticos pastores que velen por la integridad de la fe en el contemporáneo romance que muchos de ellos mantienen con el mundo y sus máximas.

Pero en proporción inversa, el regocijo y consuelo (“Consolad a mi pueblo, dice el Señor” Is. 40,1) y fortaleza que nos proporcionan a laicos y sacerdotes los pastores fieles a la Verdad del Evangelio, es evidente.

Pero a decir verdad, no necesariamente esta fidelidad viene siempre acompañada de las virtudes más nobles en el trato personal con todos ellos. Quiero decir que hay obispos a quienes agradecemos de todo corazón su contundencia a la hora de defender la verdad y fustigar el error, pero que lamentablemente “dan de comer al león” del modernismo cuando en su trato personal con la grey se manifiestan ostensiblemente altaneros, quisquillosos, fríos…en fin, en quienes no resplandece precisamente su caridad, y con quienes por ejemplo, lograr al menos una respuesta de su parte cuando se les escribe o requiere pastoralmente -ya se trate de laicos o de sacerdotes-, es casi como ganar la lotería. Se abona así la falsa dialéctica entre verdad y caridad por la cual se confunde a muchos que se prosternan maravillados cuando se topan con otros pastores demagogos, que se dejan llamar por su nombre de pila y se reúnen asiduamente con los más pequeños (que no necesariamente son los pobres), aunque relativicen luego moral y doctrina, y les importe un rábano la integridad de la fe.

Personalmente, obligados a elegir, por supuesto preferimos a los primeros, que nos confirman en la fe, pero esto no significa que no echemos de menos un trato más cordial, si es que por otra parte, nosotros les debemos un asentimiento filial.

Habida cuenta de estas “enormes minucias", el caso es que, debemos confesarlo, al invitar a Mons. Schneider para nuestro último Encuentro de Formación Católica, sin haberlo tratado nunca sino epistolarmente -aunque por cierto, de modo amabilísimo-, no sabíamos qué tal se llevaría nuestro temperamento latino, fuertemente afectivo, con el de alguien oriundo de la antigua Unión Soviética, con una historia más que austera. Algunos esperaban a alguien más bien parco o tal vez algo distante y muy reservado… y la sorpresa ha sido mayúscula, verdaderamente sobrecogedora, al encontrarnos con un ser humano profundamente cálido, extremadamente paternal, con una delicadeza exquisita hacia cada alma -grande o pequeña- que ha salido a su paso, aunando en sí virtudes preciosas que raramente se encuentran juntas en gran medida: profundidad y solidez doctrinal, y una sencillez y cordialidad extrema, sin afectación. Hemos visto a un hombre verdaderamente humilde sin fingimiento, paciente y jovial, con una inalterable y sorprendente serenidad ante algunas incomodidades ante las que más de uno hubiera perdido la calma, como cuando al llegar al aeropuerto el sábado 30 por la mañana, se enteró de que su equipaje había sido retenido hasta el lunes por la tarde…Hubo otros incidentes más o menos pintorescos y también exasperantes, y en todos ellos se lo vio con la misma paciencia y mirada ancha y elevada mucho más allá de las circunstancias, instándonos siempre a soportar, ofrecer y reparar. Cuando alguna vez alguien le ha hecho notar susolicitud con todos(como cuando prefirió compartir ciertas comidas con los más jóvenes, o demorarse en charla íntima y amena con los acólitos en sacristía, o accediendo a entrevistas de buen grado aún interrumpiendo un momento de descanso), se ha mostrado extrañado, y ha respondido es lo que debe hacer un pastor, a quien le corresponde más que a nadie, el rol de padre ante todo”

Podemos afirmar que no en vano el Señor, mucho antes de su consagración episcopal, lo eligió como miembro de los Canónigos Regulares de la Santa Cruz, cuyo carisma descansa sobre la adoración, la expiación y la misión. Allí recibió el nombre de Athanasius, que no fue elección propia, sino de sus superiores. En el relato que nos hizo de su vocación, doy fe que el fervor de su expresión denotaba aún el corazón puro y radiante del niño que confirmaba aquel llamado con signos más que contundentes, que sería largo describir aquí. Haber sido testigos de que ese mismo corazón sea el que anima al león de ortodoxia que hace honor a su nombre, ha sido una gracia inestimable.

Ahora bien, ¿por qué este retrato de tono laudatorio? Y yo digo ¿y por qué no? Si damos nombre y apellido cuando se trata de señalar ciertos vicios o yerros de los lobos disfrazados de pastores, ¿por qué no hemos de señalar también las virtudes de los pastores fieles y celosos? ¿Por qué guardar el encomio sólo para los difuntos, si los vivos también pueden y deben ser estimulados en las gracias recibidas, agradeciéndoles la respuesta a ellas, por las que son ejemplo para sus hermanos y fieles? Creo que además de escuchar sus entrevistas y declaraciones, es muy saludable gozarnos en las personas que el Señor nos regala en ciertos pastores “con perfume a Cristo", yno dejar de rogar por ellos, y su perseverancia en la fidelidad.

Conocer y tratar a Mons. Schneider ha sido para nosotros un verdadero regalo del Padre,
y con la croniquita fotográfica que acompaña este post queremos ilustrar lo que decimos, aprovechando para reflejar algunos momentos de este agradecido XX Encuentro en que se ha beneficiado una considerable cantidad de jóvenes y familias con niños de todas las edades. Dios mediante, iremos subiendo a nuestro canal de You tube -CF.S.Bernardo de Claraval- y a este blog algunas de sus conferencias de esos días, ya del Encuentro como fuera de éste.

Hoy dejamos aquí su homilía del martes 3 de octubre, en la Misa celebrada en la Pquia. Ntra. Sra. de las Victorias (Ciudad de Buenos Aires):

Una muy querida amiga suele decir “¡Dios es tan delicado con sus hijos!”, y es una frase maravillosa, harto comprobada por nosotros.

Dios consuela a su Pueblo, no nos deja huérfanos. Y así como castiga nuestras infidelidades con pastores inicuos, sostiene también la fidelidad de los pequeños con pastores que nos remiten al Corazón de Jesús.

Benditos sean todos ellos, y por amor de Dios, ¡que se atrevan a alzar su voz cada vez más!.