Kevin Angel
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Evangelio según San Lucas 9, 22-25. (11/02/2016) Jesús dijo a sus discípulos: "El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, …Más
Evangelio según San Lucas 9, 22-25. (11/02/2016)

Jesús dijo a sus discípulos:
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?

Palabra del Señor.
Kevin Angel
Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. (Lucas 9, 23).
El sufrimiento y la adversidad son aspectos de la vida humana que no podemos evitar, y esta es la experiencia personal de todos. ¿Quién no ha pasado por dolores físicos o emocionales, incomprensiones, desilusiones e incluso enfermedades y tragedias? Todos los hemos experimentado. Pero …
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Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. (Lucas 9, 23).

El sufrimiento y la adversidad son aspectos de la vida humana que no podemos evitar, y esta es la experiencia personal de todos. ¿Quién no ha pasado por dolores físicos o emocionales, incomprensiones, desilusiones e incluso enfermedades y tragedias? Todos los hemos experimentado. Pero cuando el Señor nos invita a “morir a nosotros mismos”, no se refiere tanto a esos padecimientos, sino a aceptar y hacer la voluntad de nuestro Padre celestial.

El Señor dice que la vida cristiana es como el grano de trigo, que debe morir para renacer y dar fruto, y nos promete que si nos unimos a él en su muerte, el Padre celestial nos acepta y nos cuida. Pero no hay que esperar decisiones u oportunidades realmente extraordinarias para poner en práctica esta forma de “morir”. Cada vez que tomamos pequeñas decisiones de cumplir la voluntad de Dios, morimos a nosotros mismos. Las cosas que podemos hacer para parecernos más a Cristo son orar con fidelidad, ser bondadosos con los demás, meditar en la Palabra de Dios, reconocer las faltas cometidas, arrepentirnos y recibir los sacramentos. Cuando actuamos de esta forma, empezamos a morir a nosotros mismos y recibimos la ayuda generosa que nuestro Padre celestial nos concede gozosamente.

Cada día tenemos que optar por la vida o la muerte, por seguir los caminos de Dios o dejarnos arrastrar por la corriente del mundo (v. Deuteronomio 30, 15-17). Cada día, si nos disponemos a recibir todo lo que Dios quiere darnos, el Espíritu Santo estará con nosotros para fortalecernos y consolarnos.

Aceptemos, pues, esta llamada de Dios y la libertad que ella trae consigo. Si día tras día decidimos vivir para Cristo en cada situación y morir a nuestro egoísmo y arrogancia, empezaremos a profundizar en la unión con Jesús. Además, nuestro Padre celestial nos fortalecerá y alentará a cada paso que demos. Aceptemos, pues, su voluntad y su providencia imitando a Jesús y entrando en la plenitud de su Reino.


“Padre mío, ¡te amo porque no me pides algo imposible, y me das la fortaleza de tu Espíritu a medida que me pongo en tus manos! Ahora, reconfortado con tu amor, quiero amarte más plenamente y aceptar de corazón tu voluntad para mi vida.”