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"Unplanned" desafía la censura y muestra el horror del aborto

Por MARCO RESPINTI

Se titula
Unplanned y es lo peor del mundo: entra en escena el aborto. El film está extraído del libro homónimo, escrito por una ex dirigente de una clínica de Planned Parenthood, quien se convirtió a la causa provida después de haberse dado cuenta de lo que está haciendo. La película, aunque subrepticiamente boicoteada (incluso por Twitter), es un éxito de público.

Las luces se van apagando. Imágenes de una amena vida familiar. Después, en los primeros cuadros del comienzo, el puño llega directo al estómago. Asistes a un aborto. Recreado por el cine, lo sabes, pero en ese momento lo olvidas intencionalmente, ya has suspendido tu incredulidad, estás totalmente adentro, estás allí donde y mientras está sucediendo. Te mueves inquieto en la butaca, incapaz de resistir. Querrías arrancarte la ropa, quieres vomitar. Jadeas, te falta el aire, piensas en mandar a todos al infierno y escapar lejos. La cabeza te da vueltas. Odias ese film, lo maldices, especialmente en el momento en que has decidido entrar a la sala. Cierras oídos y ojos, no quieres saber nada, nada de nada, sólo quieres despertarte de la pesadilla a miles de kilómetros de distancia. Pero sientes las imágenes apoderarse de tu carne y que se meten dentro de ti. “¡Basta!”, dices bruscamente en tu interior, y casi lo dices en voz alta. Quieres encender la luz, salir del túnel y liberarte de los fantasmas. Sí, es precisamente un film adaptado a todos a pesar de la censura, un film que hay que hacer ver a todos.

Se titula Unplanned y es lo peor del mundo. Extraído del libro homónimo del 2011, es la historia verdadera y conocida de Abby Johnson, quien hoy tiene 39 años. Cuando tenía 29 años vio un aborto monitoreado por ultrasonido. Buscando el mejor modo para traducir esta expresión del inglés, me encuentro con una fantástica jeremíada de la NARAL Pro-Choice America, una de las históricas costillas del lobby abortista estadounidense: «Obligar a una paciente a someterse a un procedimiento médicamente no necesario no es ético y es humillante, pero esto es exactamente lo que las leyes sobre la ecografía obligatoria imponen a las mujeres que piden intervenciones abortivas». El original, hipócrita, falso e indolente, dice «abortion care», un oximorón para «cura abortiva». Prosigue: «Para la mayor parte de las mujeres que buscan abortion care, la ecografía no es necesaria desde el punto de vista médico. Sin embargo, distintos Estados del país imponen a los médicos que hagan la ecografía antes de llevar a cabo un aborto. Algunas de estos Estados obligan también a las mujeres a visualizar los ultrasonidos o a escuchar el latido cardíaco, aunque la mujer se oponga decididamente». Aparte de la reconstrucción caricaturesca del asunto, el punto es que los abortistas se escandalizan porque una mujer puede ver y sentir al hijo que están a punto de suprimir. El NARAL lo dice abiertamente: «Las leyes sobre la obligatoriedad del ultrasonido no tienen justificación médica y están pensadas por políticos anti-choice sólo para intimidar, avergonzar y molestar a las mujeres que quieren abortar». Aquí la reconstrucción caricaturesca se hace grotesca, pero el punto está expresado con claridad (en el medio hay un pasaje ridículo: «Vale la pena hacer notar que, por razones de seguridad, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos recomienda que el ultrasonido sea llevado a cabo sólo para fines médicos por un operador sanitario calificado». ¿Razones de seguridad mientras se está literalmente desintegrando una vida humana?).

Existió una vez Bernard Nathanson (1926-2011), el médico que maquilló las cifras del aborto clandestino y que se vanagloriaba de haber sido responsable de 75 mil abortos. Después llegó la ecografía y Nathanson quedó con la boca abierta. Se convirtió (al final también al catolicismo) y llegó a ser un héroe pro-life como pocos, al realizar también el impactante documental El grito silencioso, que otro héroe, una mujer, convertida al catolicismo también ella, Faith Whittlesay (1939-2018), regaló en videocasete a cada uno de los parlamentarios estadounidenses.

También Abby Johnson fue fulminada por el ultrasonido. Ella misma había tenido dos abortos. Había padecido físicamente dolores infernales, pero jamás había visto qué sucede físicamente a un bebé en el vientre de su madre cuando es aniquilado por succión. Un día, por casualidad, pero la casualidad no existe, fue llamada a una sala operatoria. Desempeñaba trabajos administrativos, había hecho carrera: de hostess on the road [anfitriona en el camino], es decir, de las que toman a su “cargo” a las que quieren abortar, para sustraerlas a los pro vida que intentan disuadirlas, a dirigente de una clínica de Planned Parenthood. Pero jamás había visto en directo un aborto, aunque no eran nuevas para ella las turbulencias. Fue en ese momento que se alejó de todo.

Su conversión fue la peor noticia que la Planned Parenthood haya tenido jamás. Porque obviamente Abby Johnson no se quedó callada. He aquí que Unplanned es el film de su historia. Unplanned es la cosa más cruda que puedas ver, la más densa y también la más grave. Una masacre repugnante. Pero no se puede huir de Unplanned: porque relata exactamente cuanto sucede todos los días, desde hace décadas, en miles de lugares del mundo.

La actriz Ashley Bratcher interpreta a Abby a la perfección, y Abby aprobó el guión. Dirigido por Chuck Konzelman y Cary Solomon, el film costó 6 millones de dólares a Pure Flix y su rodaje se llevó a cabo en secreto. Cuando lo vean, entenderán por qué. Unplanned tiene una ventaja enorme. Está muy bien hecho, es de lo mejor. En los 110 “interminables” minutos de su cabalgata muestra escenas que hacen poner la piel de gallina y compadecerse.

El viernes 29 de marzo se exhibió en 1059 salas de Estados Unidos y recaudó 3 millones de dólares. En los dos días posteriores la recaudación subió a 6,400 millones de dólares, más de lo que costó, ubicándose en el cuarto puesto de las ventas del fin de semana, en el momento del triunfo de Dumbo. La Motion Picture Association of America, la asociación que da las patentes a los films, lo marcó con un “R”: menores de 17 años sólo pueden verlo si van acompañados. Pero los abortos se pueden hacer aunque sean más jóvenes. En consecuencia, mientras Unplanned arrasaba, Twitter suspendía la cuenta. Dicen que por un error. Después lo han reconectado: obvio, se levantó medio mundo, y entre los fanáticos de la película están también Donald J. Trump y su vice Mike Pence.

Lo he visto en preestreno privado al margen del Congreso Mundial de las Familias. El film llegará también a Italia. Todos iremos a verlo, y sufriremos, lloraremos, gritaremos, golpearemos los puños, pero será fundamental hacerlo ver a quien predica y practica el aborto. Porque Unplanned cambia realmente la vida. Se reciben ideas sobre cómo convencer a los abortistas para que vean esta pequeña pero gran obra maestra que amamos y odiamos al mismo tiempo.

Publicado originalmente en italiano el 3 de abril de 2019, en 03-04-2019, in www.lanuovabq.it/it/unplanned-sfida…

Traducción al español por: José Arturo Quarracino