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Las batallas que el papa Francisco ya no libra. Por Sandro Magister

(s.m.) Las batallas que el papa Francisco ha renunciado a librar son las de la defensa de la vida naciente y las de la visión cristiana de la generación y de la familia. Por supuesto, no deja de condenar el aborto o la ideología de “género”, a veces con palabras aún más duras –“sicarios”, “asesinos”...- que las de sus predecesores, pero estas condenas suyas encuentran muy poca resonancia en los medios de comunicación, y es como si él se adaptara a este silencio.

Nada remotamente comparable, por ejemplo, con la extenuante batalla que Juan Pablo II libró en 1994, antes y durante la conferencia internacional convocada en El Cairo por la Organización de las Naciones Unidas con el propósito declarado de “asegurar los derechos reproductivos”, en realidad el derecho al aborto, y que se convirtió en los medios de comunicación mundiales en una pugna entre ese Papa y los poderosos de la tierra, con la corresponsal de guerra más famosa en la escena, para Christiane Amanpour, de la CNN.

En ese mismo año, 1994, el Domingo de Resurrección, moría “un gran cristiano del siglo XX, un hombre para quien la defensa de la vida se había convertido en un apostolado”, como lo describió Juan Pablo II en una emotiva carta fúnebre.

Se llamaba Jérôme Lejeune. Biólogo de fama mundial y cristiano íntegro, a él se debe la creación de la Pontificia Academia para la Vida, de la que fue el primer presidente. Tres años después de su muerte, en 1997, Juan Pablo II visitó su tumba en el pueblo de Chalo-Saint-Mars, no lejos de París. Está en proceso su causa de beatificación y en 2021 fue declarado “venerable”. La postuladora de la causa, Aude Dugast, publicó en 2019 en Francia una documentada y convincente biografía suya, que dentro de unos días, el 15 de septiembre, saldrá a la venta también en versión italiana, editada por Cantagalli.

El título del libro es “Jérôme Lejeune. La libertad del científico” y en la página web de la editorial puede adquirirse y se ofrecen para su lectura los dos primeros capítulos.

A continuación reproducimos un extracto que da testimonio de la vivacidad de la batalla en la que se empeñó Lejeune a raíz de la publicación en 1987 de la Instrucción “Donum vitae”, firmada por el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger.

Del relato se desprende la profunda comunión de visión y acción que unía a Lejeune con Ratzinger, Juan Pablo II y el entonces arzobispo de París Jean-Marie Lustiger.

Pero también es evidente la distancia entre la vivacidad de aquellos años, en la cúspide de la Iglesia, sobre aquellos temas cruciales, y la laxitud de hoy.

“OBISPOS, NO TENGAN MIEDO”
(De Jérôme Lejeune. La libertà dello scienziato, pp. 386-393)

En noviembre de 1987 Jérôme Lejeune parte para Roma, donde interviene en el sínodo de los obispos sobre los laicos. Tiene el privilegio de ser invitado a participar en la Misa matutina en la capilla privada del Papa Juan Pablo II, quien luego le recibe para desayunar. Esto es, como siempre, una gran alegría para Jérôme, particularmente apreciada en esos tiempos difíciles. Y la actualidad, especialmente con la reciente publicación de la Instrucción “Donum vitae”, les ofrece muchos temas de discusión.

En esta Instrucción, la Congregación para la Doctrina de la Fe propone una reflexión sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, y Jérôme, que defiende la dignidad del embrión humano ante el parlamento francés y en los parlamentos extranjeros, aprecia la calidad, la medida y la belleza de este documento. [...].

Pero la Instrucción no es bien recibida por gran parte de la opinión pública, incluidos muchos clérigos y fieles católicos franceses, para quienes el sufrimiento de la infertilidad legitima que se recurra a las técnicas médicas de procreación. El noble fin de dar vida justifica, a sus ojos, los medios.

Ahora bien, la Instrucción expone los límites de esta práctica, que introduce una tercera persona en el acto conyugal, y muestra que esta sustitución de persona es perjudicial para la pareja. Es la primera voz que se alza para poner en guardia a las familias del alcance de estas técnicas, mientras empieza a desarrollarse el mercado de la procreación.

La Instrucción suscita entonces reacciones vivas y [...] decir que Jérôme defiende la Instrucción “Donum vitae” no significa sólo referirse a sus entrevistas en los medios de comunicación, sino también a las intervenciones concretas y valientes que se le piden, a riesgo de atraer la ira de la comunidad científica y de la opinión pública.

En particular, Jérôme tendrá que lidiar con un equipo de médicos del hospital parisino de Nuestra Señora del Buen Socorro que, como su nombre lo indica, es católico y pertenece a una congregación de religiosas. Es el mismo hospital en el que, antes de la ley Veil, Jérôme había acudido, a pedido de la madre superiora, al obispo auxiliar de París para que allí se detuvieran los abortos. En vano. Pero trece años después, con el nuevo arzobispo, las cosas cambiarían.

Esta vez el cardenal Lustiger inicia una investigación dentro del hospital. La superiora, la hermana Jeanne, se pone en contacto con Jérôme para pedirle que ocupe el puesto vacante en el Consejo de administración. Espera poder ayudarlos, desde adentro, a detener los abortos y las fertilizaciones in vitro iniciados en 1984 y practicados por el Dr. Chartier. […] El cardenal Lustiger nombra a Jérôme miembro del Consejo de administración del hospital y el 15 de septiembre de 1987 el Consejo vota para detener los abortos y las fertilizaciones “in vitro”. Los médicos responsables de estos actos ilegítimos en ese hospital católico renuncian y se van enojados, con el Dr. Chartier a la cabeza.

Unos meses más tarde, a principios de 1988, se inició una campaña de prensa denunciando el oscurantismo y la arrogancia del magisterio romano, representado por el cardenal Ratzinger y por su defensor, Jérôme Lejeune. Los medios de comunicación, sin embargo, alardean de los méritos del Dr. Chartier, presentado en términos elogiosos como un médico católico practicante con una mente tan abierta que podía criticar el magisterio.

La campaña a favor de Chartier fue relanzada por decenas de medios de comunicación, entre ellos el periódico “La Croix”. […] Estas turbulencias llevan a la cancelación de una conferencia que Jérôme debía celebrar sobre “Donum vitae” en la Universidad Católica de Lille, por invitación de los estudiantes. Aproximadamente quince días antes de la fecha prevista, Jérôme recibe una carta en la que se le comunica que el rector, habiendo conocido el nombre del orador elegido por los estudiantes, había emitido un veto sin apelación.

“Buen ejemplo de libertad de expresión en una facultad llamada 'católica'. El Papa está prohibido y está prohibido estar de acuerdo con él”, deja escapar Jérôme al enterarse de la noticia. […].

Este rector, como otros católicos partidarios de los métodos de procreación médicamente asistida, reprocha al Vaticano no haber consultado a los médicos que practican la fecundación “in vitro”.

Pero Jérôme está en una posición privilegiada para saber hasta qué punto estas críticas son infundadas, desde el momento que la Pontificia Academia de las Ciencias ha consultado, como siempre, a los principales especialistas en la materia. Jérôme lo explica al periódico Famille Chrétienne: “El Dr. Edwards, el inventor de la técnica, y el Dr. Frydman, el promotor del método en Francia, presentaron sus opiniones ante la Pontificia Academia de las Ciencias”.

Jérôme sigue siendo interrogado sobre la Instrucción por numerosos corresponsales, a los que responde entre otras cosas [...]: “El cardenal Ratzinger, con la 'Donum vitae', enseña a los hombres la verdadera moral en un intento de protegerlos de un formidable abuso de la tecnología capaz de conducir a un colapso total de la moral. Vuelvan a leer El mundo feliz de Huxley, relean a Goethe y el segundo Fausto y verán la inmensa necesidad del llamado de la 'Donum vitae'”.

Jérôme hace luego un comentario sobre el cardenal Ratzinger que lleva en el corazón: “Hablando del cardenal Ratzinger, lo vi y lo oí durante una sesión de trabajo sufrir, no hay otra palabra, ataques personales muy duros y razonamientos teológicos demenciales, ¡sin perder ni un instante la calma y la bondad! Luego volvió al tema en unos minutos y volvió a poner en su lugar todo lo que estaba patas arriba, con un respeto por las personas que sus interlocutores casi nunca habían demostrado. En la discusión él es la mente más ilustrada y caritativa que he conocido. Sólo se inclina ante la verdad. Pero él sabe buscarla”.

Cuando Jérôme participa en estos debates para defender la belleza de la vida y de la familia humana, es consciente de las críticas violentas que encontrará, pero [...] como Juan Pablo II, también él nos invita a no tener miedo. Y es precisamente en estos términos que se dirigió a los obispos, con ocasión del sínodo sobre los laicos celebrado en Roma en 1987: “Se reirán de ustedes, que están a favor de la familia. El espectro de la ciencia, aparentemente amordazada por una moral obsoleta, ondeará contra vosotros la bandera tiránica de la experimentación a ultranza. Obispos, no tengan miedo. Ustedes tienen las palabras de vida”.

Publicado originalmente en italiano el 12 de setiembre de 2023, en Jérôme Lejeune, ovvero le battaglie che papa Francesco non combatte più

Traducción al español por: José Arturo Quarracino