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Salesman Eliecer - Manual de Predicadores y Catequistas
MTMolina compartió esto
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Bltdn
Es una pena que no se pueda descargar para ser portable, aparece
500 Internal Server Error.
San Benedicto José Labré
Tenéis el libro, de este mismo autor Eliécer Sálesman, sobre EL ROSARIO ? Si lo llegáis a subir, enviadme un mensaje. Gracias.
liz hurtado compartió esto
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TEXTOS.
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TEXTOS.

ESCRITOS
porsusllagas compartió esto
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Infierno Eterno.
Libro acerca del InfiernoMás
Infierno Eterno.

Libro acerca del Infierno
ferchof05
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Angelo Lopez
Cuando nos preparamos bien {Espiritualmente} como Predicadores y Catequistas sucede en nosotros o mejor dicho, debe haber un Nuevo Pentecostés Permanento en nosotros.
Un Pentecostés permanente
El Cardinal Ratzinger ha dicho que «la Iglesia es un Pentecostés permanente, no una racionalización permanente». Pues bien, esto es lo que descubrimos ante todo en el libro de los Hechos: Pentecostés es el …
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Cuando nos preparamos bien {Espiritualmente} como Predicadores y Catequistas sucede en nosotros o mejor dicho, debe haber un Nuevo Pentecostés Permanento en nosotros.
Un Pentecostés permanente

El Cardinal Ratzinger ha dicho que «la Iglesia es un Pentecostés permanente, no una racionalización permanente». Pues bien, esto es lo que descubrimos ante todo en el libro de los Hechos: Pentecostés es el acontecimiento que pone en marcha a la Iglesia como comunidad de los hombres nuevos que, habiendo sido transformados por el Espíritu, son capaces de testimoniar a Cristo y la novedad de vida aportada por Él. Más aún, los Hechos de los Apóstoles manifiestan que no se da un único Pentecostés: el Espíritu Santo se derrama sin cesar sobre las personas y comunidades. Se da un Pentecostés permanente. Es una Iglesia que vive en Pentecostés.
A la luz de estos datos y de la afirmación de Ratzinger es obligado preguntarnos si no será ésta una de las causas principales –por no decir la principal– de la debilidad de nuestras comunidades. Se dice que el Espíritu Santo es el gran desconocido; ahora bien, si el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia (cf. Prefacio de Pentecostés), el que anima y vigoriza a la Iglesia, una Iglesia –parroquia, comunidad, etc., o un cristiano– que no vive una relación profunda con el Espíritu Santo es una Iglesia –o un cristiano– desanimada y sin vigor. En lugar de ser un Pentecostés permanente, se convierte en una racionalización permanente, vive y actúa no según el impulso divino del Espíritu, sino según su lógica natural, sus planes «razonables» y sus fuerzas humanas; deja de ser luz del mundo y sal de la tierra y se queda en una institución humana más, con sus mismos límites, con sus mismos defectos, incapaz de cambiar el mundo, pues sólo el soplo divino del Espíritu renueva la faz de la tierra (cf. Sal 104,30).
Ocurre hoy a muchos cristianos lo mismo que a aquellos discípulos de Juan Bautista que ni siquiera habían oído hablar del Espíritu Santo (Hch 19,2) ; no tenían conocimiento ni experiencia de su acción. Y sin embargo, cuando Pablo les anunció a Cristo y les impuso las manos, recibieron el Espíritu y se pusieron a profetizar (19,4-7). También hoy puede y debe darse una renovada efusión del Espíritu que convierta a los cristianos en testigos valientes de Cristo y les impulse a anunciarle a los que no le conocen.
Recojamos más en detalle del libro de los Hechos los datos que nos hacen descubrir la Iglesia como un Pentecostés permanente.

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