El diablo no la dejaba en paz, con el permiso de Dios / Santa Eduviges Carboni

EDUVIGES CARBONI -

EL DIABLO

El diablo no la dejaba en paz y, con el permiso de Dios, la hacía sufrir de
distintas maneras. Ella todo lo ofrecía por amor a Jesús y por la salvación de
los pecadores. Recuerda Paulina que en 1925 fueron a visitar Roma por el
Año Santo. Nosotras estábamos sanas y no teníamos catarro ni tos; pero,
con gran maravilla, por la mañana vimos las paredes de la habitación de
la pensión donde nos alojábamos, llena de escupitajos... Recuerdo también
una figura feísima que nos miraba con mala cara impresionándonos de tal
manera que, a pesar de tanto tiempo que ha pasado, no me puedo olvidar59.
Dice la amiga Vitalia Scodina: Muchas veces, el diablo le quemaba el
dinero que tenía preparado para ir a comprar; también le echó agua en la cama
que, después, secó la Virgen María; la ataba a la cama, la arañaba, le tiraba

piedras a la cabeza; le quemó el libro que le había regalado Monseñor Vitali; le
tiraba la harina, la polenta y la pasta, haciéndole miles de desaguisados.
Algunos de estos hechos los he presenciado yo misma. Por ejemplo, cuando el
diablo la golpeó con un palo y la ató a la cama. Otros me los ha contado ella
misma. Recuerdo que, para desatar los nudos de la cuerda con la que el diablo
había atado a Eduviges a la cama no pude hacerlo hasta que invoqué a
la Virgen. En estas y en otras contrariedades, la sierva de Dios sólo repetía:
“Que se haga la voluntad de Dios”60. Una vez, en una visión, vio al diablo que
estaba enfurecido y tomaba su “Diario” y quería tirarlo por la ventana.
Al despertar de la visión, fue a ver y lo encontró junto a la ventana un
poco quemado. Para evitarlo en el futuro, Monseñor Massimi bendijo
el “Diario” y nos dio una caja que tenía reliquias para guardarlo. Cuando
volvimos de la visita a Monseñor, encontramos las almohadas y otras
cosas tiradas en el suelo o sobre las manijas de puertas y ventanas61.

Vitalia relató que cuando Eduviges sentía necesidad de descansar un poco,
de improviso, venía la bestia infernal y la golpeaba fuertemente. Yo y
Paulina, al sentir los golpes, recitábamos jaculatorias: “Oh María sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”... Y la bestia huía.
El diablo le golpeaba especialmente en las partes más delicadas como los
riñones, pues padecía nefritis. A veces, se le presentaba en formas
monstruosas y le decía: “Maldita, me has arrebatado tal alma que era mía”62.
En febrero de 1942 escribe en el “Diario”: Me había preparado para ir a la
iglesia. Siento tocar el timbre, me acerco y veo en la puerta una fea bestia. Me
dijo: “¿Se te ha curado la muñeca?”. Me lo había arañado el mes anterior. Y me
arañó de nuevo la mano. Después corrió por las escaleras. Invoqué a la Virgen
para que no me maltratase más63. En diciembre de 1941, después de la
comunión, en la capilla dedicada a santa Ana, vi acercarse a una fea bestia.
Me agarró la bolsa y sacó 100 liras que tenía para hacer las compras. Las tomó
en sus manos y las convirtió en un poco

de ceniza. Apenas salí del éxtasis, encontré sobre la bolsa las 100 liras
convertidas en ceniza64. Cuenta Vitalia: A principios de 1942, Eduviges estaba
enferma y Paulina en la escuela. Yo pensaba hacer las compras. Fui a su casa y
vi un cajón abierto y la caja donde tenía el dinero por el suelo, a los pies
de la cama. Vi que se estaban quemando los billetes y, mirando, vi la
cola de una serpiente que se retiraba del lecho… Al volver en sí, me
preguntó: “¿Qué hay ahí en el suelo?”. Están los billetes quemados, respondí.
Eduviges, levantando los ojos al cielo, dijo: “Sólo tenía ese dinero
¿Cómo haré la compra para mi hermana? Que se haga la voluntad de Dios”.
Entonces le dije que yo se lo daría para que no se diera cuenta Paulina, pues
desde últimamente se disgustaba mucho por estas cosas que estaban
sucediendo65.

El padre Valeriano Valeriani certificó por escrito: En 1948,
mi hija espiritual Argia Papini me llamó para ver algo extraño que había
sucedido en la casa de la señora Amalia, cuando había hospedado en Tivoli
a las dos hermanas Carboni. Eduviges, durante la noche, era mortificada
por el diablo que no la dejaba dormir. Como prueba de estos ataques
diabólicos, me mostraron algunas huellas de la palma de un hombre que
aparecían en la parte blanca del colchón. Parecía que hubiera sido marcada y
ensuciada con carbón. La señora Amalia había probado con toda clase de
jabones y detergentes y no había podido eliminar esa suciedad. Entonces, yo
me puse la estola, hice unos exorcismos y eché agua bendita. Cuando terminé,
todo quedo limpio, habían desaparecido las huellas66.

Cuando Eduviges iba
a confesarse con el padre Ignacio (su último director), el diablo la golpeaba
fuerte y le daba patadas en las piernas para que no pudiera caminar.
Esto sucedía también cuando iba a otros confesores. Pero Eduviges, aunque
fuera cojeando, iba de todos modos. Y Satanás quedaba derrotado67.
Un día, vino a visitarnos la señorita Velletrani. Cuando la acompañamos a la
puerta, vimos una carta que se quemaba en el suelo. El humo era
irrespirable. Llegamos a saber que aquella carta se la había enviado una
amiga

de Calangianus, y el demonio estaba celoso de esa alma, porque era muy
buena y amante de Jesús.

María Battagliani recuerda que otro día Monseñor Vitali les dio a las
hermanas Carboni tres libritos escritos por él: “Mes de noviembre”, “Mes de
san José” y “Mes del Sagrado Corazón”. Al regresar, le dijeron que el demonio
los había quemado y los había echado al baño. De nuevo les dio una copia de
cada uno y pasó lo mismo. Paulina recogió los pedazos quemados y lo
que quedaba de los tres libritos y se los llevó a Monseñor, que los conservó en
una caja para mostrarlos de vez en cuando. El diablo le hizo sufrir de muchas
maneras. A veces, le rompía los platos, los espejos y hasta los cristales de las
ventanas. Le deshacía sus labores de lana y la golpeaba y arañaba
frecuentemente. Hasta se atrevió (por supuesto con el permiso de Dios)
a sacarle los pedazos de oro de los dientes y, cuando iba al dentista, éste se
maravillaba de que hubieran podido salir, estando tan bien pegados.
El diablo ponía motes. A Monseñor Massimi le llamaba el gallo de puerta Pía,
a Monseñor Vitali el Moisés del monte, y al padre Ignacio le decía Gnacio con
desprecio.

Dice Dionisio Argenti: Un día Eduviges tuvo que estar en cama, porque el diablo
le había dado un martillazo en una rodilla. A este respecto, Monseñor
Massimi declaró: Un día me fui a casa de Eduviges. Me recibió junto con
Paulina. Eduviges sufría aquellos días un fuerte dolor en una rodilla que le
hacía cojear al caminar. En un momento en que Eduviges se alejó, Paulina
me dijo que le había insinuado su hermana que aquel mal se curaría si recibía la
bendición de un sacerdote. Cuando regresó Eduviges, le hablé del mal de la
rodilla y le dije que sería bueno darle la bendición. Eduviges aceptó.
Se puso de rodillas sobre una silla. Le di la bendición y saltó de la silla,
poniéndose a caminar ligera y veloz, diciendo: “Estoy curada

Evidentemente, el diablo sólo puede hacer lo que Dios le permite y hasta
donde se lo permite. Y Dios lo permite para darle la oportunidad de sufrir
por Él y así recibir muchas gracias y bendiciones para los demás.


El perfume de Dios/ Santa Eduviges Carboni
Josefa Menendez
FÜR DIE SPANISCHSPRÄCHLER