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CEGUERA ESPIRITUAL Y NEGACIÓN DE LA REALIDAD.

“Ceguera espiritual y negación de la realidad” - Miles Christi - 30/08/2024

“Es sabido que el papa San Pablo VI ha querido caracterizar el tema central del Concilio Vaticano II, en torno al cual se han recopilado todos los demás, como reflexión de la Iglesia sobre sí misma en servicio del hombre de nuestro tiempo (…) La Iglesia, según San Pablo VI, con el Concilio ha tomado una mejor conciencia de sí misma en su esencia y en su historia, en su humanidad y en su santidad, en su relación con Cristo y en su relación con el mundo. El aporte doctrinal más importante del Concilio parece ser el que gira sobre la Iglesia.” [1]

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1. "Ceguera espiritual y negación de la realidad" - L…

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ÍNDICE

1. Introducción - p. 2
2. Una nueva conciencia de la Iglesia - p. 4
3. Confirmación de la ruptura conciliar - p. 6
4. La libertad religiosa - p. 8
5. El ecumenismo - p. 13
6. El diálogo interreligioso - p. 15
a. Declaraciones de Juan Pablo II - p. 16
b. Declaraciones de Benedicto XVI - p. 18
c. Declaraciones de Francisco - p. 21
7. El modernismo de la doctrina ecuménica e interreligiosa - p. 27
8. Juan Pablo II y la salvación universal - p. 28
9. Declaraciones de Francisco relacionadas con el tema - p. 33
10. La influencia de Teilhard de Chardin - p. 35
11. Teilhard de Chardin y los tres últimos Papas - p. 39
12. Conclusión - p. 43
13. Anexo I: Ceguera espiritual y misterio de iniquidad - p. 44
14. Anexo II: Karol Wojtyla y la “nouvelle théologie”- p. 49
15. Epílogo - P. 52

Introducción

El texto del epígrafe lo he tomado del artículo “Puntos controvertidos del Vaticano II: la Iglesia”, publicado en el blog argentino Linum Fumigans, cuyo administrador es un sacerdote mendocino que utiliza el nombre de pluma Fray Filemón de la Trinidad, un infatigable apologeta tanto del “Papa Francisco” como del Concilio Vaticano II. [2]

Relacionado: 1. DIEZ AÑOS CON FRANCISCO. - 2. 11 AÑOS CON FRANCISCO. - 3. Frente a la acusación de blasfemia y herejía del blog Linum Fumigans. - 4. ECUMENISMO, MODERNISMO Y APOSTASÍA. - 5. La Sala de Audiencias del Vaticano es diabólica. - 6. CUATRO AÑOS CON MILES CHRISTI. - 7. Amazon.es

En esta nota me propongo demostrar sucintamente el carácter absurdo y la falsedad radical de lo que allí se afirma. Concretamente, suministraré evidencias de que el pretendido “aporte doctrinal” del concilio no es más que una solapada tentativa de legitimación de la herejía modernista condenada por San Pío X; que su nueva “eclesiología” es una alteración radical de la esencia de la Iglesia; y que, finalmente, su supuesto “servicio del hombre”, no es sino un malicioso e hipócrita atentado contra el ser humano, al buscar privarlo de la verdad católica acerca de sí mismo y del mundo en el que vive, proponiéndole a cambio una visión humanista de la existencia, valiéndose taimadamente de un lenguaje de apariencia cristiana para transmitir un mensaje cuyo contenido es de corte gnóstico y naturalista.

Destinado a engañar, el objetivo perseguido por los sectarios de la gnosis “progresista” no fue expresado ostensiblemente en los textos conciliares, por obvias razones, sino de modo sibilino, aplicando la clásica táctica modernista acerca de la cual nos había advertido San Pío X en su encíclica Pascendi [3], como imperceptibles gotas de arsénico esparcidas con habilidad en medio de una logorrea farragosa destinada a volverlas casi imperceptibles para la mirada de una mayoría desprevenida.

El autor del artículo asegura que “la Iglesia, con el Concilio, ha tomado una mejor conciencia de sí misma en su esencia y en su historia”. Esta apreciación grotesca pone de relieve involuntariamente un hecho indiscutible, a saber, la tentativa de desvirtuar la naturaleza de la Iglesia efectuada por la secta modernista durante el concilio, el propósito indisimulado de los campeones de la nouvelle théologie [4] de alterar su esencia, de modificar su constitución divina en un sentido “ecuménico”, haciendo surgir una nueva “conciencia eclesial” impostada, en consonancia con la mentalidad del “hombre moderno”.

Las múltiples y graves advertencias de los Papas de las décadas previas -Pascendi, Mortalium Animos, Humani Generis- serían desestimadas por los novadores, fortalecidos y estimulados por el apoyo decisivo recibido de la máxima autoridad eclesial de entonces, cuya meta explícita era implementar el aggiornamento de la Iglesia y proceder a su adaptación a la mentalidad contemporánea.

Considero que la pasmosa incapacidad de la mayoría del clero “conservador” para comprender la revolución teológica conciliar y la apostasía en curso constituye un caso flagrante de negación de la realidad y un síntoma inequívoco de una ceguera espiritual inquietante, como se puede comprobar en el caso de este sacerdote argentino, quien no vacila en soltar despropósitos que serían dignos de pena si no fuera por el daño inmenso que provocan en las almas, al favorecer objetivamente la empresa de devastación doctrinal modernista implementada por las autoridades romanas desde el CVII:

“(…) me siento honrado de haber dado una contribución, aunque modesta y defectuosa, a la solución de este enorme problema no digo histórico, sino epocal, que es la comprensión del sentido preciso del Concilio Vaticano II, ciertamente uno de los más grandes, si no el más grande y el más innovador de toda la historia de la Iglesia, aunque muy firmemente anclado en la Sagrada Tradición y en la Sagrada Escritura.” [5]

Una nueva conciencia de la Iglesia

Uno de los más conspicuos representantes del modernismo, el cardenal Karol Wojtyla, no tuvo empacho alguno en proclamar esta “toma de conciencia” de viva voz ante Pablo VI y sus principales colaboradores de la curia -dos años antes de ocupar a su vez él mismo el Trono de San Pedro-, como podremos comprobar a continuación:

“A este Dios confiesa el trapense o el camaldulense en su vida de silencio. A Él se dirige el beduino en el desierto, cuando llega la hora de la oración. Y tal vez también el budista que, concentrado en su contemplación purifica su pensamiento preparando el camino hacia el nirvana. (…) La Iglesia del Dios viviente congrega a todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa trascendencia del espíritu humano. Y todos ellos saben que nadie logrará colmar sus deseos más profundos. La manifestación de esta trascendencia de la persona humana la constituye la oración de fe, pero en ocasiones también el profundo silencio. Este silencio, que a veces parece separar al hombre de Dios, es no obstante un acto especial de la unión vital entre Dios y el espíritu humano. La Iglesia de nuestro tiempo se ha hecho particularmente consciente de esta verdad y, por ello, a su luz ha logrado redefinir, en el Concilio Vaticano II, su propia naturaleza.” [6]

Como reza el axioma jurídico, “a confesión de parte, relevo de prueba”: a decir verdad, no ha habido una mejor “toma de conciencia” de la auténtica e inmutable naturaleza de la Iglesia, sino que se ha procedido a redefinirla, es decir, a reformular su esencia. Luego comentaré más en detalle estas declaraciones -inauditas en boca de un príncipe de la Iglesia, dirigiéndose nada menos que al “Soberano Pontífice” y a la Curia Romana-, pero ahora veamos la nueva definición conciliar, que distingue capciosamente la “Iglesia de Cristo” de la Iglesia Católica, negando así, subrepticiamente, su verdadera identidad:

“Esta Iglesia [de Cristo], establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él, si bien, fuera de su estructura, se encuentran muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica.” Lumen Gentium n. 8. [7]

Esto fue ratificado en el año 2000 por la declaración Dominus Iesus de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

“Con la expresión subsitit in el Concilio Vaticano II quiere armonizar dos afirmaciones doctrinales: por un lado, que la Iglesia de Cristo, no obstante las divisiones entre los cristianos, sigue existiendo plenamente sólo en la Iglesia católica, y, por otro lado, que fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad, ya sea en las Iglesias como en las Comunidades eclesiales separadas de la Iglesia católica […] Las Iglesias [esto es herético, porque sólo existe una Iglesia fundada por Cristo, a saber, la Iglesia Católica] que no están en perfecta comunión [como si existiera una “comunión imperfecta”, noción completamente contradictoria [8] con la Iglesia católica pero se mantienen unidas a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica [esto no es cierto, pues la sucesión apostólica implica el poder de jurisdicción sobre los fieles -potestas iurisdictionis-, no basta con la transmisión válida del poder de orden -potestas ordinis-; un sucesor de los apóstoles es, por definición, miembro de la Iglesia católica] y la Eucaristía válidamente consagrada, son verdaderas iglesias particulares [esto es una mentira descarada: son sectas heréticas y cismáticas: la cantidad de textos magisteriales al respecto -anteriores al CVII, naturalmente-, es apabullante. Y las “iglesias particulares” son las diferentes diócesis católicas bajo la autoridad de un obispo en comunión con la Santa Sede]. Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo […]” n. 16/17. [9]

El carácter heterodoxo de esta novedosa “eclesiología conciliar” es patente. Si alguien tuviera alguna duda, no tiene más que leer a Pío XII para quedar definitivamente convencido:

“Algunos no se consideran obligados por la doctrina -que, fundada en las fuentes de la revelación, expusimos Nos hace pocos años en una encíclica [Mystici Corporis]-, según la cual el Cuerpo místico de Cristo y la Iglesia católica romana son una sola y misma cosa.” Pío XII, encíclica Humani Generis n. 21, 12/08/1950. [10]

El cardenal Ratzinger explicó con total claridad el fundamento de la nueva “doctrina conciliar” en una conferencia del mismo año, admitiendo su incompatibilidad con la enseñanza de Pío XII y su finalidad “ecuménica” e “interreligiosa”:

“Ahora bien, por lo que atañe a la eclesiología de la Lumen Gentium, han quedado ante todo en la conciencia de la gente algunas palabras clave: la idea de pueblo de Dios, la colegialidad de los obispos como revalorización del ministerio episcopal frente al primado del Papa, la revalorización de las Iglesias locales frente a la Iglesia universal, la apertura ecuménica del concepto de Iglesia y la apertura a las demás religiones; y, por último, la cuestión del estado específico de la Iglesia católica, que se expresa en la fórmula según la cual la Iglesia una, santa, católica y apostólica, de la que habla el Credo, subsistit in Ecclesia catholica. […] Al llegar a este punto, resulta necesario analizar un poco más a fondo el sentido de la palabra subsistit. Con esta expresión el Concilio se aparta de la fórmula de Pío XII que, en su encíclica Mystici Corporis Christi, había dicho: la Iglesia católica es (est) el único cuerpo de Cristo. En la diferencia entre subsistit y est subyace todo el problema ecuménico. […] la diferencia entre subsistit y est encierra el drama de la división eclesial. Aunque la Iglesia sólo sea una y subsista en un único sujeto, también fuera de este sujeto existen realidades eclesiales, verdaderas Iglesias locales y diversas comunidades eclesiales. Dado que el pecado es una contradicción, en definitiva esta diferencia entre subsistit y est no puede resolverse plenamente desde el punto de vista lógico. [Esta explicación es falaz y totalmente descabellada, un sofisma grotesco e insostenible: es un ejercicio de dialéctica gnóstica hegeliana en estado puro].” [11]

En otro pasaje, el autor del artículo enumera los principales temas en los que el concilio habría provocado una ruptura con el magisterio preconciliar, desde la óptica de los tradicionalistas:

“Es por tanto sobre este tema acerca de la Iglesia (…) que han surgido las mayores dificultades acerca de la cuestión de la continuidad. Es conocido el amplio y profundo estudio de Romano Amerio, quien hablaba de variaciones de la Iglesia por obra del Concilio. El disenso del obispo Marcel Lefebvre apuntaba sustancialmente a cuestiones ligadas a la eclesiología conciliar: el ecumenismo, la libertad religiosa, el diálogo interreligioso, la reforma litúrgica, la relación con el mundo moderno.”

Confirmación de la ruptura conciliar

Luego volveré sobre los tres primeros puntos mencionados -en aras de la brevedad omitiré referirme a las importantes cuestiones de la “reforma litúrgica” y de la relación de la Iglesia con el “mundo moderno”-, pero primero brindaré elementos de confirmación acerca del hecho innegable de la discontinuidad doctrinal operada durante el CVII. En efecto, el cardenal Ratzinger admitió la realidad de dicha ruptura:

“Si se desea presentar un diagnóstico del texto [Gaudium et Spes] en su totalidad, podríamos decir que, en unión con los textos sobre la libertad religiosa [Dignitatis Humanae] y las religiones del mundo [Nostra Aetate] se trata de una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Anti-Syllabus [...] Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como un Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789”. [12]

Y también reconoció la asimilación de las ideas liberales por el CVII:

“El problema de los años sesenta era el de adquirir los mejores valores resultantes de dos siglos de cultura liberal. De hecho, son valores que, aunque nacidos fuera de la Iglesia, pueden encontrar su lugar -purificados y corregidos- en su visión del mundo. Es lo que se ha hecho.” [13]

Otros importantes protagonistas conciliares han hecho declaraciones análogas:

“La Iglesia ha hecho pacíficamente su revolución de octubre” (Yves Congar, Le Concile au jour le jour, 2ª session, París, Cerf, 1964, p. 115). Y a propósito de la Iglesia escribía: “Lumen Gentium abandonó la tesis que la Iglesia Católica sería Iglesia de modo exclusivo” (Yves Congar, Essais Ecuméniques, Le Centurion, 1984, p. 216). En relación con el ecumenismo: “Es claro, sería vano esconderlo: el decreto conciliar Unitatis Redintegratio dice sobre varios puntos otra cosa que el axioma Extra Ecclesiam, nulla salus -fuera de la Iglesia no hay salvación-, en el sentido en que se entendió durante siglos.” (Ibid. p. 85). Admitió también Congar que la declaración Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa es contraria al Syllabus del Papa Pío IX: “Es innegable que la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa expresa algo muy distinto de aquello que afirmó el Syllabus de 1864, diciendo justamente lo contrario de las proposiciones 16, 17 y 19 de ese documento” (Yves Congar, La crise de l’Église et Mgr. Lefebvre, París, Cerf, 1977, p. 54). Por su parte, el Cardenal Suenens dijo que “podríamos hacer una lista impresionante de las tesis enseñadas en Roma antes del Concilio como las únicas válidas, y que fueron eliminadas por los Padres conciliares” (I.C.I., 15 de mayo de 1969). [14]

El “Papa Francisco” ha tenido palabras coincidentes:

“El Vaticano II supuso una relectura del Evangelio a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son enormes. Basta recordar la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo, releyendo el Evangelio a partir de una situación histórica concreta. Sí, hay líneas de hermenéutica de continuidad y de discontinuidad, pero una cosa es clara: la dinámica de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es absolutamente irreversible”. [15]

“El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Desde entonces, se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de querer hacerlo”. [16]

Pasemos ahora a tratar los tres temas principales de los cinco enumerados por el autor del artículo, comenzando por la libertad religiosa.

I. LA LIBERTAD RELIGIOSA

En la declaración Dignitatis Humanae n. 2 el concilio sostiene lo siguiente:

“El derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural. Este derecho (…) ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil (…) no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.” [17]

Esto es totalmente falso (nótese que, curiosamente, el documento no brinda ninguna cita bíblica ni magisterial en respaldo de su posición), además de blasfemo y herético, ya que se opone diametralmente al primer mandamiento:

“Yo, el Señor, soy tu Dios (…) No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto.” (Ex. 20, 2-5).

Y también es contrario a la enseñanza de Jesucristo:

“Está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, sólo a Él darás culto.” (Mt. 4, 10).

Comparar ahora con este pasaje de D. H. 4:

“(…) la naturaleza social, tanto del hombre como de la religión misma, exige las comunidades religiosas. A estas comunidades (…) se les debe (…) la inmunidad (…) para honrar a la Divinidad con culto público (…) Forma también parte de la libertad religiosa el que no se prohíba a las comunidades religiosas manifestar libremente el valor peculiar de su doctrina para la ordenación de la sociedad (…)”

Sería muy interesante saber lo que dirían al respecto un Moisés o un San Pablo...

BXVI ha hecho en reiteradas ocasiones la apología de ese error tantas veces condenado por la Iglesia, veamos dos ejemplos:

“La paz se arraiga en el respeto de la libertad religiosa, que es un aspecto fundamental y primordial de la libertad de conciencia de las personas y de la libertad de los pueblos. Es importante que (…) cada persona pueda adherirse a la religión que quiera y practicarla libremente (…) Aceptar esa dimensión personal y colectiva tendrá (…) efectos benéficos sobre la vida social, pues amar al Todopoderoso y acogerlo invita a (…) construir la paz. Aliento a los responsables de las naciones (…) a comprometerse cada vez con mayor decisión en la construcción de un mundo libre, fraterno y solidario.” [18]

“Se puede decir que, entre los derechos y libertades fundamentales enraizados en la dignidad de la persona, la libertad religiosa goza de un estatuto especial. (…) La libertad religiosa significa también, en este sentido, una conquista de progreso político y jurídico. Es un bien esencial: toda persona ha de poder ejercer libremente el derecho a profesar y manifestar, individualmente o comunitariamente, la propia religión o fe, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, las publicaciones, el culto o la observancia de los ritos. No debería haber obstáculos si quisiera adherirse eventualmente a otra religión, o no profesar ninguna. (…) La dimensión pública de la religión ha de ser siempre reconocida, respetando la laicidad positiva de las instituciones estatales.” [19]

Leamos lo decía al respecto León XIII al emperador de Brasil en 1889:

“La libertad de religión considerada en relación con la sociedad se basa en este concepto, que el Estado, incluso en una nación católica, no está obligado a profesar ni favorecer ninguna; debe ser indiferente hacia todos y considerarlos jurídicamente iguales. Por lo tanto, no se trata de esa tolerancia de facto, que en determinadas circunstancias puede concederse a las sectas disidentes, sino reconocer a éstas los mismos derechos que pertenecen a aquella única religión verdadera que Dios estableció en el mundo y distinguió con caracteres y signos muy claros y definidos, para que todos pudieran reconocerla como tal y abrazarla. Con tal libertad, por tanto, verdad y error, fe y herejía, la Iglesia de Jesucristo y cualquier institución humana se ponen en la misma línea: con ella se establece una separación deplorable y desastrosa entre la sociedad humana y Dios que es el autor, y llegamos a la triste consecuencia del indiferentismo del Estado en materia de religión, o lo que es lo mismo, su ateísmo.

Sin embargo, nadie podrá negar razonablemente que la sociedad civil, al igual que el hombre individualmente, tiene deberes para con Dios, su creador, supremo legislador y providencial benefactor. Romper todo vínculo de sujeción y respeto con el Ser Supremo, negarse a honrar su poder y dominio soberano, negar los beneficios que de él recibe la sociedad, es algo condenado no sólo por la fe, sino por la razón y sentimiento general de los propios antiguos paganos, que situaron el culto a la divinidad como base de su orden público y de sus empresas civiles y militares, desde las que repitieron su prosperidad y grandeza. Pero sería superfluo insistir en estas reflexiones. Ya hemos demostrado en otras ocasiones en documentos públicos dirigidos al mundo católico cuán errónea es la doctrina de quienes, bajo el seductor nombre de libertad de culto, proclaman la apostasía legal de la sociedad respecto de su divino Autor.” [20]

¿Sería acaso excesivo aplicar el calificativo de “apostasía” a la libertad religiosa conciliar invocando estas palabras de León XIII? Sinceramente, yo no lo creo…

Y esto enseñaba León XIII en su encíclica Inmortale Dei del año 1885:

“Constituido sobre estos principios, es evidente que el Estado tiene el deber de cumplir por medio del culto público las numerosas e importantes obligaciones que lo unen con Dios. La razón natural, que manda a cada hombre dar culto a Dios piadosa y santamente, porque de Él dependemos, y porque, habiendo salido de Él, a Él hemos de volver, impone la misma obligación a la sociedad civil. […] El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere. Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios. Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla.” [21]

El concilio niega implícitamente el deber del Estado de adherir a la religión revelada por Dios. Este deber supone, como el reverso de la medalla, la obligación del poder público de regular, restringir -e incluso, en casos extremos, prohibir y reprimir-, la acción de las sectas anticristianas o subversoras de la moral natural y del orden social (cf. por ejemplo el caso de los albigenses, enemigos del matrimonio, la familia y el orden social cristiano), como ha ocurrido en régimen de Cristiandad, y como sucedía igualmente en el Israel del Antiguo Testamento.

Según el concilio, ya no debe regir el principio de confesionalidad del Estado -católico y protector de la Iglesia-, sino el de la “laicidad” o “neutralidad” revolucionarias -mero pretexto para llevar a cabo la descristianización de la sociedad-, en conformidad con las doctrinas liberales anglosajonas y las políticas masónicas imperantes en Occidente desde la sanguinaria y anticristiana “Revolución Francesa”.

El objetivo de las sectas conspiradoras (cabalistas, rosacruces, masones, etc.), siempre había sido acabar con el “régimen constantiniano”, desbaratar la unión entre el Trono y el Altar -obstáculo infranqueable para el mundialismo luciferino-, que debían ser suprimidos, para allanar así el camino al falso mesías esperado, que será el Anticristo, el hombre de pecado, el hijo de iniquidad, al que se ha referido San Pablo, y cuya manifestación pública se antoja, si no inminente, cuando menos, muy cercana…

“Si, consideradas las circunstancias peculiares de los pueblos, se da a una comunidad religiosa un especial reconocimiento civil en la ordenación jurídica de la sociedad, es necesario que a la vez se reconozca y respete el derecho a la libertad en materia religiosa a todos los ciudadanos y comunidades religiosas. Finalmente, la autoridad civil debe proveer a que la igualdad jurídica de los ciudadanos, que pertenece también al bien común de la sociedad, jamás, ni abierta ni ocultamente, sea lesionada por motivos religiosos, y a que no se haga discriminación entre ellos.” D. H. n. 6

Obsérvese que, según el texto conciliar, el eventual “reconocimiento” por parte del Estado de alguna religión particular, por encima de las otras, constituiría sólo un “privilegio” excepcional, una suerte de “excepción” accidental, una “anomalía” transitoria, debido a las contingencias históricas específicas de cada país…

En definitiva, el concilio enseña que el deber de justicia del Estado hacia Dios en materia religiosa ya no tiene vigencia, y que la Iglesia debe, de una vez por todas, aggiornarse, “ponerse al día”, subirse al “tren del progreso”, no ser un actor rezagado de la “historia”, abandonar su postura “reaccionaria” ante la “evolución” de la sociedad, dar el salto indispensable hacia la “edad adulta” de la humanidad, reconciliarse con la nueva era de “autonomía” de las realidades temporales, tomar debida nota de la universal “toma de conciencia” de los pueblos y su irrefrenable aspiración a la “libertad”…

El concilio concibe a la Iglesia poniéndose de buena gana en sintonía con la mentalidad y los valores del “mundo moderno”, pero no contentándose con ser el “furgón de cola”, sino siendo la “locomotora” que impulsa, la guía intrépida y la voz profética que conduce al hombre hacia la humanidad nueva, la de la “civilización del amor”, hacia el mundo hermanado que construiremos juntos, hacia la sociedad futura donde reinará la “fraternidad universal”, con las diversas “tradiciones religiosas” obrando de consuno, tomadas de la mano, edificando cada día más y mejor la paz y la concordia entre los pueblos, “tendiendo puentes” y derribando los “muros” que nos dividen, fomentando la “cultura del encuentro”, como nos alecciona a hacerlo de manera incesante Bergoglio…

Veamos ahora lo que enseña Pío XI en Quas Primas, la encíclica por la cual instituyó la solemnidad de Cristo Rey en 1925, acerca de los deberes religiosos de la sociedad políticamente organizada:

“La celebración de esta fiesta, que se renovará cada año, enseñará también a las naciones que el deber de adorar públicamente y obedecer a Jesucristo no sólo obliga a los particulares, sino también a los magistrados y gobernantes. A éstos les traerá a la memoria el pensamiento del juicio final, cuando Cristo, no tanto por haber sido arrojado de la gobernación del Estado cuanto también aun por sólo haber sido ignorado o menospreciado, vengará terriblemente todas estas injurias; pues su regia dignidad exige que la sociedad entera se ajuste a los mandamientos divinos y a los principios cristianos, ora al establecer las leyes, ora al administrar justicia, ora finalmente al formar las almas de los jóvenes en la sana doctrina y en la rectitud de costumbres.” [22] § 33

Veamos igualmente cómo el Papa Pío IX condenó sin atenuantes la libertad religiosa promovida por el CVII en su encíclica Quanta Cura, del año 1864, así como en el Syllabus o Índice de los principales errores de nuestro siglo, publicados conjuntamente: [23]

“Pues sabéis muy bien, Venerables Hermanos, se hallan no pocos que aplicando a la sociedad civil el impío y absurdo principio que llaman del naturalismo, se atreven a enseñar «que el mejor orden de la sociedad pública, y el progreso civil exigen absolutamente, que la sociedad humana se constituya y gobierne sin relación alguna a la Religión, como si ella no existiesen o al menos sin hacer alguna diferencia entre la Religión verdadera y las falsas.» Y contra la doctrina de las sagradas letras, de la Iglesia y de los Santos Padres, no dudan afirmar que «es la mejor la condición de aquella sociedad en que no se le reconoce al Soberano derecho ni obligación de reprimir con penas a los infractores de la Religión católica, sino en cuanto lo pida la paz pública.» Con cuya idea totalmente falsa del gobierno social, no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari Vos), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin rebozo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra o por impresos, o de otro modo, sin trabas ningunas por parte de la autoridad eclesiástica o civil.»”

§ X. Errores relativos al liberalismo de nuestros días

LXXVII.
En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos (Alocución Nemo vestrum, 26 julio 1855).

LXXVIII. De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno (Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852).

LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo (Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856).

LXXX. El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización (Alocución Jamdudum, 18 marzo 1861).

Monseñor Marcel Lefebvre describió las consecuencias prácticas en la sociedad de la declaración Dignitatis Humanae:

“En nombre de la libertad religiosa del Vaticano II se han suprimido los Estados todavía católicos, se los ha laicizado, se ha borrado de las constituciones de dichos Estados el primer artículo que proclamaba la sumisión del Estado a Dios, su Autor, o en el cual hacía profesión de la verdadera religión. Esto es precisamente lo que los masones no querían escuchar más; entonces encontraron el medio radical: obligar a la Iglesia, por la voz de su magisterio, a proclamar la libertad religiosa, nada menos; y así por una consecuencia inevitable, obtener la laicización de los Estados católicos.” [24]

Recomiendo la descarga y la lectura atenta de esta obra esencial para comprender la infiltración progresiva del liberalismo dentro de la Iglesia, la cual desembocó en la declaración conciliar Dignitatis Humanae sobre la libertad religiosa, en nombre de la cual el Vaticano impuso a todos los Estados confesionales católicos que todavía existían en el mundo la firma de un nuevo Concordato que incorporase la innovadora doctrina conciliar en la materia.

II. EL ECUMENISMO

Con respecto al ecumenismo, ya hemos visto que la nueva eclesiología de Lumen Gentium permite incluir a las sectas heréticas y cismáticas dentro de la “Iglesia de Cristo”. En efecto, el concilio afirma que:

“(…) las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación (…).” Unitatis Redintegratio, n. 4. [25]

Concretamente, ¿qué implican y cómo deben aplicarse estos principios en la Iglesia? Demos la palabra a uno de sus principales valedores, “San Juan Pablo II”:

“El acontecimiento de Asís puede ser considerado, pues, como una ilustración visible, una lección de hechos, una catequesis inteligible para todos, de lo que presupone y significa el compromiso ecuménico y el recomendado diálogo interreligioso y promovido por la Concilio Vaticano II.” [26]

Sin embargo, lo que consta en las actas conciliares es herético, pues solo la Iglesia Católica es el Cuerpo Místico de Cristo y la única Arca de Salvación, las diferentes sectas heréticas no lo son: se podrían citar innumerables textos magisteriales al respecto, totalmente incompatibles con las novedades actuales. Que Dios distribuya gracias actuales e incluso la gracia santificante entre sus miembros, según sus misericordiosos designios, no habilita para conferir algún tipo de entidad teológica o de legitimidad eclesial a las que no son de ninguna manera “iglesias particulares” (como erróneamente se enseña desde el concilio -cf. supra, Dominus Iesus-), sino agrupaciones de personas objetivamente desviadas de la verdad, en abierta oposición a la verdadera Iglesia de Cristo, sin perjuicio de la buena fe en que pudieran estar -y que solo Dios conoce-, lo que es irrelevante en la materia.

Igualmente, que Dios eventualmente pueda servirse de un “misionero protestante” como instrumento para que alguien descubra el cristianismo, no implica en absoluto que su falsa “iglesia” en cuanto tal constituya un “medio de salvación”, o que forme parte de la “Iglesia de Cristo”, y se encuentre en “comunión imperfecta” con la Iglesia Católica: estas ideas son completamente ajenas a la enseñanza bimilenaria de la Iglesia y son ciertamente heréticas. Doy un ejemplo extremo, para que se perciba bien lo incongruente de la argumentación conciliar: Dios es perfectamente libre de valerse de un musulmán para lograr que alguien abandone el ateísmo, lo que, obviamente, no conferiría al Islam ninguna legitimidad religiosa ni constituiría de ninguna manera a esa falsa religión como un “medio de salvación” establecido por Dios.

Declaraciones de Francisco

Salta a la vista que la actitud ecuménica promovida desde el concilio favorece el indiferentismo religioso, como puede comprobarse en las siguientes declaraciones del “Papa Francisco”:

1. “En el norte de argentina se encuentran las misiones anglicanas y católicas con los aborígenes, y el obispo anglicano y el católico trabajan juntos. Y cuando la gente no puede ir el domingo a la celebración católica van a la anglicana, y los anglicanos van a la católica, porque no quieren pasar el domingo sin una celebración, y trabajan juntos. Y aquí, la Congregación para la Doctrina de la Fe lo sabe. Y participan en la caridad juntos. Creo que esto es una riqueza que nuestras iglesias jóvenes pueden aportar a Europa y a las iglesias que tienen una gran tradición. Y ellos nos dan la solidez de una tradición cuidada, pensada”. [27]

2. “Yo creo que con la ortodoxia estamos en camino; tienen sacramentos y sucesión apostólica. Estamos en camino. Si tenemos que esperar a que los teólogos se pongan de acuerdo. ¡No llegará nunca ese día! Soy escéptico: trabajan bien los teólogos, pero Atenágoras había dicho: ¡Pongamos a los teólogos en una isla para que discutan y nosotros seguimos adelante! La unidad es un camino que se debe hacer, y se debe hacer juntos; es el ecumenismo espiritual, rezar juntos, trabajar juntos. (...) Las Iglesias orientales católicas tienen derecho de existir, pero el unitarismo es una palabra de otra época; hay que encontrar otra vía”. [28]

3. “Para las relaciones ecuménicas es importante una cosa: no sólo conocerse mejor, sino también reconocer lo que el Espíritu ha ido sembrando en los otros como don también para nosotros.” (…) - Intento captar cómo ve el Papa el futuro de la unidad de la Iglesia. Me responde: “Tenemos que caminar unidos en las diferencias: no existe otro camino para unirnos. El camino de Jesús es ése”. [29]

4. “Las Iglesias jóvenes logran una síntesis de fe, cultura y vida en progreso diferente de la que logran las Iglesias más antiguas. Para mí, la relación entre las Iglesias de tradición más antigua y las más recientes se parece a la relación que existe entre jóvenes y ancianos en una sociedad: construyen el futuro, unos con su fuerza y los otros con su sabiduría. El riesgo está siempre presente, es obvio; las Iglesias más jóvenes corren peligro de sentirse autosuficientes, y las más antiguas el de querer imponer a los jóvenes sus modelos culturales. Pero el futuro se construye unidos”. [30]

III. EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

Veamos ahora brevemente la cuestión del “diálogo interreligioso”, basado en la declaración conciliar Nostra Aetate, sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas. Cito un pasaje de ese documento, repleto de cabo a rabo de falacias, ambigüedades y medias verdades, destinadas a conseguir imponer una imagen positiva de los falsos cultos inspirados por el maligno para desfigurar la verdad, distorsionar la revelación divina y alejar a los hombres de Nuestro Señor Jesucristo, de la Iglesia y de la salvación eterna:

“Las religiones, al tomar contacto con el progreso de la cultura, se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con un lenguaje más elaborado. Así, en el Hinduismo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de una profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios, con amor y confianza.” Declaración Nostra Aetate, n. 2. [31]

Declaraciones de Juan Pablo II

En una aplicación práctica emblemática del documento conciliar, JPII convocó a las “grandes tradiciones religiosas” a una asamblea interreligiosa en Asís, en el año 1986 -que luego repetiría dos veces más-, para “rezar por la paz en el mundo”. Leamos dos de sus declaraciones en dicho encuentro:

1. “Las religiones son muchas y variadas, y reflejan el deseo de los hombres y las mujeres de todos los tiempos de entrar en relación con el Ser Absoluto. La oración supone de parte nuestra la conversión del corazón. Lo cual significa una profundización en nuestro sentido de la Realidad última. Ésta es la verdadera razón de nuestro encuentro en este lugar. Desde aquí iremos a los distintos sitios de oración. Cada religión tendrá el tiempo y la oportunidad de expresarse en su propio rito tradicional. Luego, desde los distintos lugares de oración, caminaremos en silencio hacia la plaza de la basílica inferior de San Francisco. Una vez reunidos en la plaza, de nuevo cada religión tendrá la posibilidad de presentar su propia oración, una después de otra.” [32]

2. “Sí, está la dimensión de la oración, que, a pesar de la diversidad real de las religiones, busca expresar la comunicación con un Poder que está por encima de todas nuestras fuerzas humanas. La paz depende fundamentalmente de este Poder que llamamos Dios y que, como creemos los cristianos, se ha revelado en Cristo. Este es el significado de este día de oración. Por primera vez en la historia nos hemos reunido de todas partes, iglesias cristianas y comunidades eclesiales y religiones del mundo, en este lugar sagrado dedicado a San Francisco para testimoniar ante el mundo, cada uno según su propia convicción, la cualidad trascendente de la paz. La forma y el contenido de nuestras oraciones son muy diferentes, como hemos visto, y no es posible reducirlas a una especie de denominador común.” [33]

Cito seguidamente a JPII en una audiencia de septiembre de 1998 en la que expone el fundamento del ecumenismo puesto en práctica desde el CVII:

3. “Ante todo, es preciso tener presente que toda búsqueda del espíritu humano en dirección a la verdad y al bien, y, en último análisis, a Dios, es suscitada por el Espíritu Santo. Precisamente de esta apertura primordial del hombre con respecto a Dios nacen las diferentes religiones. No pocas veces, en su origen encontramos fundadores que han realizado, con la ayuda del Espíritu de Dios, una experiencia religiosa más profunda. Esa experiencia, transmitida a los demás, ha tomado forma en las doctrinas, en los ritos y en los preceptos de las diversas religiones. En todas las auténticas experiencias religiosas la manifestación más característica es la oración. Teniendo en cuenta la constitutiva apertura del espíritu humano a la acción con que Dios lo impulsa a trascenderse, podemos afirmar que toda oración auténtica está suscitada por el Espíritu Santo, el cual está misteriosamente presente en el corazón de cada hombre.” (Discurso a los miembros de la Curia romana, 22 de diciembre de 1986, n. 11: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 4 de enero de 1987, p. 8). [34]

Y en “Asís III”, en 2002, JPII decía lo siguiente:

4. “Hermanos y hermanas que habéis acudido aquí de diversas partes del mundo, dentro de poco nos dirigiremos a los lugares previstos a fin de implorar de Dios el don de la paz para toda la humanidad. Pidámosle que nos conceda reconocer el camino de la paz y de las correctas relaciones con Dios y entre nosotros. Pidámosle que abra los corazones a la verdad sobre él y sobre el hombre. El objetivo es único y la intención es la misma, pero oraremos según formas diversas, respetando las demás tradiciones religiosas. En el fondo, también esto entraña un mensaje: queremos mostrar al mundo que el impulso sincero de la oración no lleva a la contraposición y menos aún al desprecio del otro, sino más bien a un diálogo constructivo, en el que cada uno, sin condescender de ningún modo con el relativismo ni con el sincretismo, toma mayor conciencia del deber del testimonio y del anuncio.”[35]

Otra cita de JPII, sacada de su encíclica programática de 1979, Redemptor Hominis:

5. “[…] hay que aplicar lo que se ha dicho [sobre el ecumenismo] a la actividad que tiende al acercamiento con los representantes de las religiones no cristianas, y que se expresa a través del diálogo, los contactos, la oración comunitaria, la búsqueda de los tesoros de la espiritualidad humana que -como bien sabemos- no faltan tampoco a los miembros de estas religiones. ¿No sucede quizá a veces que la creencia firme de los seguidores de las religiones no cristianas, -creencia que es efecto también del Espíritu de verdad, que actúa más allá de los confines visibles del Cuerpo Místico- haga quedar confundidos a los cristianos […], tan propensos al relajamiento de los principios de la moral y a abrir el camino al permisivismo ético?” [36]

Y también ésta, del año 1986, pronunciada en India, ante la tumba de Gandhi:

6. “Que estas palabras, y otras expresiones de los libros sagrados de las grandes tradiciones religiosas presentes en el suelo fecundo de la India, sean fuente de inspiración para todos los pueblos, y para sus líderes, en la búsqueda de la justicia entre los pueblos y la paz entre todas las naciones del mundo. Mahatma Gandhi enseñó que si todos los hombres y mujeres, independientemente de las diferencias entre ellos, se aferran a la verdad, con respeto por la dignidad única de cada ser humano, se puede lograr un Nuevo Orden Mundial, una Civilización del Amor. Y hoy todavía lo escuchamos suplicar al mundo: vencer el odio por el amor, la falsedad por la verdad, la violencia por el sufrimiento. ¡Que Dios nos guíe y nos bendiga mientras nos esforzamos por caminar juntos, tomados de la mano, y construir juntos un mundo de paz!” [37]

Por último, una cita de mayo de 1986, que sintetiza el pensamiento de Wojtyla respecto al significado y al propósito de su inagotable actividad “misionera”:

“Si viajo por el mundo, para encontrarme con hombres de todas las civilizaciones y religiones, es porque tengo fe en las semillas de sabiduría que el Espíritu suscita en la conciencia de los pueblos: de allí proviene el verdadero recurso para el futuro humano de nuestro mundo.” [38]

Declaraciones de Benedicto XVI

También BXVI convocó un encuentro interreligioso en Asís, en el año 2011:

1. “Queridos hermanos y hermanas, en el Mensaje para la Jornada de la Paz de hoy subrayé que las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana, y recordé, al respecto, que en este año 2011 se celebrará el 25° aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz que el venerable Juan Pablo II convocó en Asís en 1986. Por esto, el próximo mes de octubre, iré como peregrino a la ciudad de san Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de las distintas confesiones, a los representantes de las tradiciones religiosas del mundo, y de forma ideal, a todos los hombres de buena voluntad, con el fin de recordar ese gesto histórico querido por mi predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones de vivir la propia fe religiosa como servicio a la causa de la paz. Quien está en camino hacia Dios no puede menos de transmitir paz; quien construye paz no puede menos de acercarse a Dios. Os invito a acompañar esta iniciativa desde ahora con vuestra oración.” [39]

He aquí una breve cita de BXVI del encuentro interconfesional de Asís convocado por él mismo en octubre de 2011, destinada a abrir los ojos de quienes ingenuamente lo consideran un “papa tradicional”, un “baluarte de la ortodoxia” contra el azote modernista:

2. “Distinguidos huéspedes, queridos amigos: Os acojo esta mañana en el palacio apostólico y os agradezco una vez más vuestra disponibilidad a participar en la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, que celebramos ayer en Asís, veinticinco años después de aquel primer encuentro histórico (…) Mirando hacia atrás, podemos apreciar la clarividencia del Papa Juan Pablo II al convocar el primer encuentro de Asís, y la necesidad continua de hombres y mujeres de distintas religiones de testimoniar juntos que el viaje del espíritu siempre es un viaje de paz.” [40]

Veamos otras dos citas de BXVI:

3. “Lugares de culto, como esta estupenda mezquita de Al-Hussein Bin Talal (…) se alzan como joyas sobre la superficie de la tierra. Desde las antiguas a las modernas, desde las espléndidas a las humildes, todas hacen referencia a lo divino, al Único Trascendente, al Omnipotente (…) Musulmanes y cristianos (…) tienen que comprometerse hoy por ser conocidos y reconocidos como adoradores de Dios fieles a la oración, deseosos de comportarse y vivir según las disposiciones del Omnipotente, misericordiosos y compasivos, coherentes para dar testimonio de todo lo que es justo y bueno, recordando siempre el origen común y la dignidad de cada persona humana, que constituye la cumbre del designio creador de Dios para el mundo y la historia.” [41]

4. “(…) Es innegable la aportación que las comunidades religiosas dan a la sociedad. Son muchas las instituciones caritativas y culturales que dan testimonio del papel constructivo de los creyentes en la vida social. Más importante aún es la contribución ética de la religión en el ámbito político. (…) En un mundo globalizado, caracterizado por sociedades cada vez más multiétnicas y multiconfesionales, las grandes religiones pueden constituir un importante factor de unidad y de paz para la familia humana. (…) El espacio público, que la comunidad internacional pone a disposición de las religiones y su propuesta de “vida buena”, favorece el surgir de un criterio compartido de verdad y de bien, y de un consenso moral, fundamentales para una convivencia justa y pacífica. (…) En el año 2011 se cumplirá el 25 aniversario de la Jornada mundial de oración por la paz, que fue convocada en Asís por el Venerable Juan Pablo II, en 1986. En dicha ocasión, los líderes de las grandes religiones del mundo testimoniaron que las religiones son un factor de unión y de paz, no de división y de conflicto.” [42]

Las cinco reuniones interconfesionales de oración por la paz de Asís -convocadas por los tres últimos “papas”-, son un escándalo inaudito en la historia de la Iglesia, una violación flagrante del primer mandamiento y una manifestación patente del ecumenismo modernista condenado por Pío XI en su encíclica Mortalium Animos:

“[…] invitan a todos los hombres indistintamente, a los infieles de todo género como a los fieles de Cristo […] Tales empresas no pueden ser aprobadas por los católicos de ninguna manera, ya que se basan sobre la teoría errónea según la cual todas las religiones son todas más o menos buenas, en el sentido de que todas, aunque de maneras diferentes, manifiestan y significan el sentimiento natural e innato que nos conduce a Dios y nos lleva a reconocer con respeto su poder. La verdad es que los partidarios de esa teoría se extravían en pleno error, pero además, pervirtiendo la noción de la verdadera religión, la repudian […] La conclusión es clara: solidarizarse con los partidarios y los propagadores de tales doctrinas es alejarse completamente de la religión divinamente revelada § 2 y 3. [43]

Recordemos estas proposiciones condenadas por el Papa Pío IX en su Syllabus de errores modernos del año 1864: [44]

§ III. Indiferentismo. Latitudinarismo

XV.
Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera (Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851 -Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862).

XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación (Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846 - Alocución Ubi primum, 17 diciembre 1847 - Encíclica Singulari quidem, 17 Marzo 1856).

XVII. Es bien por lo menos esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo (Alocución Singulari quadam, 9 diciembre 1854 - Encíclica Quanto conficiamur, 17 agosto 1863).

XVIII. El protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios (Encíclica Noscitis et Nobiscum 8 diciembre 1849).

DECLARACIONES DE FRANCISCO

La declaración de Abu Dabi en 2019


Veamos ahora algunas declaraciones del “Papa Francisco” al respecto, comenzando por la que probablemente haya tenido mayor repercusión mediática de su abundantísimo repertorio:

“El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos. Esta sabiduría divina es la fuente de la que proviene el derecho a la libertad de credo y a la libertad de ser diferente.” [45]

Estas palabras están tomadas del Documento sobre la Fraternidad Humana por la Paz Mundial y la Convivencia Común, firmado por Francisco y del Gran Imán Ahmed Al-Tayeb en febrero de 2019 en Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos. Esta declaración pronto formará parte del adoctrinamiento practicado por los organismos mundialistas -con el auspicio del Vaticano- para allanar el camino a una futura religión mundial que garantice la paz y la seguridad del planeta. Cito el texto, para que no queden dudas: [46]

“[…] la Iglesia Católica y al-Azhar, a través de la cooperación conjunta, anuncian y prometen llevar este Documento a las Autoridades, a los líderes influyentes, a los hombres de religión de todo el mundo, a las organizaciones regionales e internacionales competentes, a las organizaciones de la sociedad civil, a las instituciones religiosas y a los exponentes del pensamiento; y participar en la difusión de los principios de esta Declaración a todos los niveles regionales e internacionales, instándolos a convertirlos en políticas, decisiones, textos legislativos, planes de estudio y materiales de comunicación. Al-Azhar y la Iglesia Católica piden que este documento sea objeto de investigación y reflexión en todas las escuelas, universidades e institutos de educación y formación, para que se ayude a crear nuevas generaciones que traigan el bien y la paz, y defiendan en todas partes los derechos de los oprimidos y de los últimos.”

Esta aseveración bergogliana, diametralmente opuesta tanto a la enseñanza del Magisterio de la Iglesia como a la de la Sagrada Escritura, es eminentemente gnóstica y panteísta, puesto que realiza la identificación de los contrarios, equiparando la verdad con el error y la mentira, conciliando la luz con las tinieblas, identificando la revelación divina con las abominaciones de la idolatría, nivelando el dogma católico con las incontables herejías inventadas por los enemigos de la Iglesia, sosteniendo implícitamente que la doctrina revelada por Jesucristo es equivalente a las de las perversas fábulas anticatólicas inspiradas por el Padre de la Mentira. Ésta fue la reacción del Gran Oriente de Italia:

“Fratellanza umana per la pace mondiale e la convivenza comune; un documento innovativo promettente con due autorevoli firme, quelle del @Pontifex_it e del Grande Imam Ahamad al-Tayyeb. Leggi il saggio di P. Cascioli in #NuovoHIRAM. #Massoneria #Cultura.” [47]

Declaración de Asís

Leamos ahora lo que dijo el “Papa Francisco” con motivo de la reunión interreligiosa en Asís que él convocó en 2016:

“Nuestras tradiciones religiosas son diversas. Pero la diferencia no es para nosotros motivo de conflicto, de polémica o de frío desapego. Hoy no hemos orado los unos contra los otros, como, por desgracia, ha sucedido algunas veces en la historia. […] San Juan Pablo II dijo en este mismo lugar: ‘‘Acaso más que nunca en la historia ha sido puesto en evidencia ante todos el vínculo intrínseco que existe entre una actitud religiosa auténtica y el gran bien de la paz’’ […] Aquí, nosotros, unidos y en paz, creemos y esperamos en un mundo fraterno. Deseamos que los hombres y las mujeres de religiones diferentes, allá donde se encuentren, se reúnan y susciten concordia […] Que los creyentes sean artesanos de paz invocando a Dios y trabajando por los hombres. Y nosotros, como responsables religiosos, estamos llamados a ser sólidos puentes de diálogo, mediadores creativos de paz”. [48]

Otras declaraciones de Francisco

Brindo a continuación una serie de aseveraciones bergoglianas muy esclarecedoras sobre el tema de la “interreligiosidad”:

1. “Si en el pasado las diferencias religiosas nos enfrentaban, hoy vemos en ellas la riqueza de caminos distintos para llegar a Dios y para educar a las nuevas generaciones a la convivencia pacífica en el respeto recíproco.” [49]

2. “Pido para todos ustedes la bendición de Dios, Padre de todos nosotros, Padre de todas las confesiones.” [50]

3. “Gracias por estar presentes las distintas confesiones religiosas. Gracias por animaros a vivir el desafío de la paz y a celebrarla hoy juntos como familia; también a aquellos que sin ser parte de alguna tradición religiosa estáis participando. Es hacer la experiencia de que todos somos necesarios, con nuestras diferencias, pero necesarios. Nuestras diferencias son necesarias”. [51]

4. “Las religiones verdaderas son el desarrollo de la capacidad que tiene el hombre de trascenderse hacia lo absoluto.” [52]

5. “Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza (…): todos somos hijos de Dios.” [53]

6. “Dialogar significa estar convencidos de que el otro tiene algo bueno que decir, acoger su punto de vista, sus propuestas. Dialogar no significa renunciar a las propias ideas y tradiciones, sino a la pretensión de que sean únicas y absolutas.” [54]

7. “Compartir nuestra experiencia de cargar la cruz para arrancar de nuestros corazones la enfermedad que envenena muestras vidas: es importante que hagan eso en sus reuniones. Los que son cristianos, con la Biblia; los musulmanes, con el Corán. La fe que vuestros padres os han inculcado siempre os ayudará a avanzar”. [55]

8. “Os expreso, por último, mis mejores deseos y oraciones para que vuestras vidas puedan glorificar al Altísimo y dar alegría a los que os circundan. ¡Feliz fiesta a todos vosotros!” [56]

9. “Quiero tener un recuerdo para los queridos inmigrantes musulmanes que esta tarde comienzan el ayuno del Ramadán, con el deseo de abundantes frutos espirituales”. [57]

10. “Es admirable ver cómo jóvenes y ancianos, mujeres y varones del Islam son capaces de dedicar tiempo diariamente a la oración y de participar fielmente de sus ritos religiosos”. [58]

11. “Yo fui a Turquía como peregrino, no como turista. Cuando fui a la mezquita no podía decir: ¡Ahora soy un turista! Vi aquella maravilla, el gran muftí me explicaba muy bien las cosas, con mucha humildad, me citaba el Corán, cuando habla de María y de Juan el Bautista. En ese momento sentí la necesidad de rezar. Le pregunté: ¿Rezamos un poco? Y él me respondió: Sí, sí. Yo recé por toda Turquía, por la paz, por el muftí, por todos y por mí. Dije: ¡Señor, acabemos con estas guerras! Fue un momento de oración sincera”. [59]

12. “Mis felicitaciones más fervientes por la gran fiesta de Pesaj. El Omnipotente, que ha liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto para guiarlo a la tierra prometida, siga librándolos de todo mal y los acompañe con su bendición. Les pido que recen por mí”. [60]

13. “Una mirada muy especial se dirige al pueblo judío [61], cuya Alianza con Dios jamás ha sido revocada, porque ‘los dones y el llamado de Dios son irrevocables’ (Rm. 11, 29)”. [62]

14. “Dios sigue obrando en el pueblo de la primera Alianza y hace nacer tesoros de sabiduría que brotan de su encuentro con la palabra divina. Por eso, la Iglesia también se enriquece cuando recoge los valores del judaísmo”. [63]

15. “Deseo saludarlos (…) en nombre de esa fraternidad que nos une a todos, como hijos e hijas del mismo cielo. (…) El mundo espera de nosotros el ejemplo de almas despiertas y de mentes claras, espera una religiosidad auténtica. (…) Las religiones (…) están llamadas (…) a ser promotoras de unidad ante las pruebas que amenazan con dividir aún más la familia humana. (…) Nos corresponde a nosotros, que creemos en la Divinidad, ayudar a los hermanos y las hermanas de nuestra época a no olvidar la vulnerabilidad que nos caracteriza.” [64]

16. “En un momento en que la familia humana y el Planeta enfrentan múltiples amenazas, el diálogo amistoso y la estrecha colaboración son aún más necesarios. Desafortunadamente, de todos lados escuchamos el grito de una humanidad herida y una Tierra desgarrada. Buda y Jesús entendieron la necesidad de superar el egoísmo que genera conflicto y violencia. El Dhammapada resume así las enseñanzas de Buda: ‘Evita el mal, cultiva el bien y purifica tu mente: esta es la enseñanza de Buda’ (Dph 183). Jesús dijo a sus discípulos: ‘Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros. Como yo os he amado, así también os amáis unos a otros’ (Jn 13,34). Es nuestra tarea hoy llevar a nuestros respectivos fieles a un sentido más vivo de la verdad de que todos somos hermanos y hermanas. Y eso implica que debemos trabajar juntos para cultivar la compasión y la hospitalidad hacia todos los seres humanos, especialmente hacia los pobres y marginados.” [65]

17. “Las palabras que hemos escuchado, y también los cantos y las danzas que han animado nuestra asamblea, nos han hablado de modo elocuente del deseo de armonía, fraternidad y paz encarnado en las enseñanzas de las religiones del mundo (…) Es un signo particularmente reconfortante de nuestros tiempos que los creyentes y las personas de buena voluntad se sientan cada vez más llamados a cooperar en la formación de una cultura del encuentro, del diálogo y de la colaboración al servicio de la familia humana.” [66]

18. “Vuestra laicidad es incompleta. Francia debe volverse un país más laico. Hace falta una sana laicidad (...) Una laicidad sana comprende una apertura a todas las formas de trascendencia, según las diferentes tradiciones religiosas y filosóficas. Además, incluso un ateo puede tener una interioridad.” [67]

19. “Es fundamental la contribución de las grandes tradiciones religiosas, que desempeñan un papel fecundo de fermento en la vida social y de animación de la democracia. La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad, favoreciendo sus expresiones concretas.” [68]

20. “Queridos hermanos y hermanas: Permítanme, antes de nada, saludar con afecto y estima al Gran Imán Ahmed Al-Tayyeb con quien, hace exactamente tres años en Abu Dabi, firmé el Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común. En estos años hemos caminado como hermanos conscientes de que, respetando nuestra respectivas culturas y tradiciones, estamos llamados a construir la fraternidad como una defensa contra el odio, la violencia y la injusticia. (...) Todos vivimos bajo el mismo cielo, independientemente de dónde y de cómo vivimos, del color de la piel, de la religión, de la clase social, del sexo, de la edad, de las condiciones de salud y de las económicas. (…) Como creyentes, pertenecientes a distintas tradiciones religiosas, tenemos un papel que cumplir. ¿Cuál sería? Ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar su mirada y su oración al Cielo.” [69]

21. “Queridos amigos Hindúes: el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso os envía cordiales saludos y sinceros deseos con ocasión de la Deepavali que este año celebráis el 27 de octubre. Que esta fiesta de luces ilumine vuestros corazones y hogares y traiga alegría y felicidad, paz y prosperidad a vuestras familias y comunidades. Al mismo tiempo, que fortalezca el espíritu de hermandad entre vosotros. (…) La religión nos inspira fundamentalmente a “ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar” -Francisco y Ahmaed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar en Abu Dhabi, el 4/2/ 2019-. (…) Sólo cuando los seguidores de las religiones se exigen a sí mismos una vida coherente con su ética religiosa, pueden ser vistos como personas que desempeñan realmente su papel de constructores de paz y de testigos de nuestra humanidad compartida.” Mensaje a los hindúes con ocasión de la fiesta de Deepavali, 21/10/2019. [70]

22. “El Papa Francisco afirma que la crisis ecológica es un llamado a una profunda conversión interior. Lo que se necesita es la educación, la apertura espiritual y una ‘conversión ecológica global’ para responder adecuadamente a este desafío. Como creyentes, nuestra relación con Dios tiene que ser cada vez más evidente a través de la forma en que nos relacionamos con el mundo que nos rodea. Nuestra vocación de ser los guardianes de la obra de Dios no es facultativa, ni marginal en relación con nuestro compromiso religioso como cristianos y musulmanes: es una parte esencial del mismo. ¡Que los pensamientos religiosos y las bendiciones derivadas del ayuno, la oración y las buenas obras, nos sostengan, con la ayuda de Dios, en el camino de la paz y de la bondad en el cuidado de todos los miembros de la familia humana y de todo lo Creado!” Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso - Mensaje a los musulmanes para el mes de Ramadán, 2/6/2017. [71]

El modernismo de la doctrina ecuménica e interreligiosa

De todas estas declaraciones “pontificias” se desprende -directa o indirectamente-, un nítido indiferentismo religioso, de raíz modernista, que implícitamente acuerda legitimidad a todas las “tradiciones religiosas”, caminos válidos para conocer y alcanzar la unión con la “divinidad”. Esto es normal en la óptica modernista, puesto que Dios, mediante la “inmanencia vital”, reside en el psiquismo de cada persona, en un vínculo inamisible con cada ser humano (lo que implica a su vez una visión panteística del universo, en la línea de un Teilhard de Chardin o un Rahner [72], y la doctrina de la “salvación universal”), experiencia subjetiva de la que derivan todas las religiones, las que no hacen sino expresar conceptualmente de diferentes modos dicha experiencia mística primigenia, valiéndose de las herramientas culturales asequibles a cada civilización particular. Es por esto que lo esencial para el modernista es lo que nos une, no lo que nos separa (“construir puentes, no muros”, enseña Bergoglio), los contenidos “dogmáticos” relativos a lugares, épocas y culturas diversas, son provisorios y perfectibles, sujetos a evolución, a un aggiornamento incesante, en función de los “progresos científicos”, de la “evolución cultural” y de las circunstancias cambiantes de cada época.

Juan Pablo II y la salvación universal

El fundamento de la “salvación universal” se halla en Gaudium et Spes 22: [73]

“El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre.”

Esta noción ha sido ampliamente desarrollada por JPII, veamos algunas citas en donde aborda la cuestión: [74]

I. “Cristo Señor ha indicado estos caminos sobre todo cuando -como enseña el Concilio- mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre. […] Este hombre es el camino de la Iglesia, camino que conduce en cierto modo al origen de todos aquellos caminos por los que debe caminar la Iglesia, porque el hombre -todo hombre sin excepción alguna- ha sido redimido por Cristo, porque con el hombre -cada hombre sin excepción alguna- se ha unido Cristo de algún modo, incluso cuando ese hombre no es consciente de ello.” Redemptor Hominis n. 13/14. [75]

II. “[…] debemos […] manifestar al mundo nuestra unidad […] en la revelación de la dimensión divina y humana […] de la Redención, en la lucha con perseverancia incansable en favor de esta dignidad que todo hombre ha alcanzado, […] que es la dignidad de la gracia de adopción divina.” Idem, n. 11.

III. “Nace el Redentor del hombre. Con Él nace la humanidad nueva. Y con Él nace la Iglesia […] A la Iglesia, por su misión primordial, nacida con Cristo nacido, y recibida de Él con mandato solemne, incumbe defender la dignidad del hombre: de cada hombre -como he escrito en mi primera Encíclica-. Porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este misterio.” Discurso a la curia romana, 22-12-1979, n. 3. [76]

IV. “Cristo […] nos conoce con el conocimiento y con la ciencia más interior, con el mismo conocimiento con que Él, Hijo, conoce y abraza al Padre y, en el Padre, abraza la verdad infinita y el amor. Y, mediante la participación en esta verdad y en este amor, Él hace nuevamente de nosotros, en Sí mismo, los hijos de su Eterno Padre; obtiene, de una vez para siempre, la salvación del hombre: de cada uno de los hombres y de todos, de aquellos que nadie arrebatará de su mano... En efecto, ¿quién podría arrebatarlos?” Homilía del 27-04-1980, n. 5. [77]

V. “[…] como el Concilio Vaticano II recuerda, [el hombre] es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto, es decir, la participación en la salvación eterna. No se trata del hombre abstracto, sino del hombre real, concreto e histórico: se trata de cada hombre, porque a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio.” Centesimus Annus n. 5. [78]

VI. “En el hecho de la Redención está la salvación de todos, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno Cristo se ha unido, para siempre, por medio de este misterio.” Redemptoris Missio n. 4.[79]

VII. “Este rayo de la noche de Navidad […] es la chispa de luz más profunda de la humanidad a quien Dios ha visitado, esta humanidad acogida de nuevo y asumida por Dios mismo […] La naturaleza humana asumida místicamente por el Hijo de Dios en cada uno de nosotros, que hemos sido adoptados en la nueva unión con el Padre. La irradiación de este misterio se expande lejos, muy lejos; alcanza también aquellas partes o esferas de la existencia de los hombres en las que todo pensamiento acerca de Dios […] parece estar ausente.” Audiencia general, 27-12-1978, n. 1. [80]

VIII. “La Eucaristía: el Sacramento de la Alianza del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, de la Alianza que es eterna. Esta es la Alianza que abarca a todos. Esta Sangre llega a todos y salva a todos.” Homilía, 06-06-1985, n. 7. [81]

Para comprender adecuadamente lo que se significa a través de esas citas conviene tener presente el texto con el que comencé este estudio, por lo que lo transcribiré nuevamente e intentaré descifrar su contenido, poniéndolo en relación con la noción de salvación universal que JPII profesaba:

“A este Dios confiesa el trapense o el camaldulense en su vida de silencio. A Él se dirige el beduino en el desierto, cuando llega la hora de la oración. Y tal vez también el budista que, concentrado en su contemplación purifica su pensamiento preparando el camino hacia el nirvana. (…) La Iglesia del Dios viviente congrega a todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa trascendencia del espíritu humano. Y todos ellos saben que nadie logrará colmar sus deseos más profundos. La manifestación de esta trascendencia de la persona humana la constituye la oración de fe, pero en ocasiones también el profundo silencio. Este silencio, que a veces parece separar al hombre de Dios, es no obstante un acto especial de la unión vital entre Dios y el espíritu humano. La Iglesia de nuestro tiempo se ha hecho particularmente consciente de esta verdad y, por ello, a su luz ha logrado redefinir, en el Concilio Vaticano II, su propia naturaleza.” [82]

El mensaje de Karol Wojtyla proclamando la salvación universal de los hombres, en razón de una unión esencial e indisoluble con Cristo en virtud de la Encarnación, no solo es herética, pues suprime el infierno y la condenación eterna, sino que incurre necesariamente en una suerte de panteísmo implícito, al quedar suprimida la distinción entre la naturaleza y la gracia, entre el orden natural y el sobrenatural, entre el Creador y la creatura.

Esto es expresado con las palabras “la trascendencia de la persona humana”, cuando se sabe que Dios es el único ser trascendente a todos los entes, situado en un plano ontológico infinitamente superior a cualquiera de sus creaturas. De éstas, el ángel y el hombre disponen de una “potencia obediencial” hacia Dios, pudiendo ser objeto de la recompensa divina consistente en la “beatificación” o fruición de Dios por la “visión beatífica”, libremente concedida por Dios a quienes le hayan sido fieles durante su estado de “viadores”. Pero ningún ser dotado de libre arbitrio tiene acceso al estado de “beatitud” por el mero hecho de existir, ni el ángel con anterioridad a la prueba inicial, ni el hombre con posterioridad a la encarnación -o con anterioridad a ella, en previsión de su efecto futuro-.

Esta doctrina panteísta de la salvación universal acarrea como consecuencia lógica que la Iglesia -única Arca de Salvación-, vea sus confines extendidos no ya solamente hasta incluir todas las “denominaciones” cristianas -lo que es el objetivo manifiesto del subsistit in conciliar, con vistas a desplegar la pastoral “ecuménica” para poder realizar la “unidad de los cristianos”-, sino al conjunto mismo de la humanidad, puesto que el vínculo salvífico entre Dios y los hombres es universal, sin tomar en consideración el credo profesado ni la índole moral de los actos de cada persona. JPII ha significado esto sin circunloquios ni precauciones oratorias:

“La Iglesia del Dios viviente congrega a todos los hombres que, en cualquier forma, toman parte de esta maravillosa trascendencia del espíritu humano”.

De este modo, tenemos que todos los hombres acceden a la beatitud eterna y todos los hombres son miembros del Cuerpo Místico de Cristo, quien, no lo olvidemos, por su Encarnación, se ha unido para siempre con cada persona:

“(…) a cada uno llega el misterio de la redención, y con cada uno se ha unido Cristo para siempre a través de este misterio.” Centesimus Annus, n. 5.

Esta unión entre Dios y el hombre, inherente a la naturaleza humana en su estado concreto hic et nunc, es claramente expresada por Wojtyla al referirse a la “unión vital entre Dios y el espíritu humano” que opera en el corazón de cada hombre, ya sea éste monje “trapense”, “beduino del desierto” (musulmán o animista), o incluso un monje budista procurando alcanzar el “nirvana” (estado de “iluminación”, disolución del “ego” dualista y de sus deseos personales en el todo cósmico).

La “trascendencia” del ser humano se manifiesta igualmente ya sea mediante la “oración de fe” -de cualquiera que se trate, naturalmente, no faltaría más-, o bien aun a través del “silencio profundo” del no teísta, dado que, si a primera vista parecería separar al hombre de Dios, sin embargo, en razón de la “unión vital” entre el espíritu humano y el espíritu divino, de hecho no es sino una expresión alternativa del vínculo indisoluble que une a ambos, la “unión vital” ya mencionada.

“Unión vital” que es llamada por San Pío X en su encíclica Pascendi “inmanencia vital” e “inmanencia divina”, a propósito de la cual afirma que de ella se sigue el “panteísmo” [83]. En efecto, el “modernismo” no es otra cosa que la ancestral gnosis panteísta y evolucionista, que tantas formas ha tomado y que de tantos sistemas de pensamiento se ha servido a lo largo de los siglos (gnosticismo, cábala, neoplatonismo, spinozismo, rosacrucismo, hegelianismo, etc., expresiones todas del primigenio “seréis como dioses” luciferino del Génesis.)

Así pues, la “maravillosa trascendencia del espíritu humano” y la “unión vital entre Dios y el espíritu humano” a las que alude Wojtyla no significan otra cosa que la “inmanencia vital o divina” de corte panteísta denunciada por San Pío X en su encíclica condenatoria del modernismo, “unión vital” cuya consecuencia lógica es la doctrina de la “salvación universal”, entendida no como una ayuda objetiva, exterior, sobrenatural de la gracia, sino como una “toma de conciencia” subjetiva de nuestra propia divinidad intrínseca, a saber, de nuestra dimensión “crística”, ínsita en el espíritu humano e inalienable.

En efecto, dado que Cristo “revela el hombre a sí mismo”, dándole a conocer su verdadera naturaleza (la cual posee una “dignidad sin igual” por su “semejanza divina”), la “dimensión humana” de la redención le permite “apropiarse toda la realidad de la encarnación” para, de este modo, “encontrarse a sí mismo”, cuyos frutos serán a la vez la “adoración de Dios” y el maravillarse profundamente “de sí mismo”:

“El Concilio Vaticano II, en su análisis penetrante del mundo contemporáneo, llegaba al punto más importante del mundo visible: el hombre bajando -como Cristo- a lo profundo de las conciencias humanas (…) Enseña el Concilio Vaticano II: «En realidad el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor. Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación». Y más adelante: «Él, que es imagen de Dios invisible, es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En Él la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada, también en nosotros, a dignidad sin igual. El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido en cierto modo con todo hombre.” Redemptor Hominis n. 8.

“(…) Cristo Redentor revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad. En el misterio de la Redención el hombre es confirmado y en cierto modo es nuevamente creado. (…) El hombre que quiere comprenderse hasta el fondo a sí mismo debe (…) acercarse a Cristo. Debe entrar en Él con todo su ser, debe apropiarse y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de la Redención para encontrarse a sí mismo. Si se actúa en él este hondo proceso, entonces él da frutos no sólo de adoración a Dios, sino también de profunda maravilla de sí mismo. (…) En realidad, ese profundo estupor respecto al valor y a la dignidad del hombre se llama Evangelio, es decir, Buena Nueva. Se llama también cristianismo. Este estupor justifica la misión de la Iglesia en el mundo, incluso, y quizá aún más, en el mundo contemporáneo. Este estupor y al mismo tiempo persuasión y certeza que en su raíz profunda es la certeza de la fe, pero que de modo escondido y misterioso vivifica todo aspecto del humanismo auténtico, está estrechamente vinculado con Cristo.” R. H. n. 10.

Declaraciones de Francisco relacionadas con el tema

El “Papa Francisco” también ha manifestado en múltiples ocasiones su adhesión a esta doctrina herética que supone una unión esencial del hombre con Dios, de claro corte gnóstico panteístico:

1. “Dios no puede estar sin nosotros: Él no será nunca un Dios sin el hombre [84]; ¡es Él quien no puede estar sin nosotros, y esto es un misterio grande! Dios no puede ser Dios sin el hombre: ¡este es un gran misterio! (...) Pensemos también en el Padre, en nuestro Padre, que no puede estar sin nosotros, y que en este momento nos está mirando.” [85]

2. “Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza (…): todos somos hijos de Dios.” [86]

3. “El Hijo de Dios se ha encarnado para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de la fraternidad. Todos hermanos y todos hijos de Dios”. [87]

4. “El Señor a todos, a todos nos ha redimido con la sangre de Cristo: a todos, no solo a los católicos. ¡A todos! ‘‘Padre, ¿y los ateos?’’. A ellos también. ¡A todos! ¡Y esta sangre nos hace hijos de Dios de primera clase! ¡Hemos sido creados hijos a imagen de Dios y la sangre de Cristo nos ha redimido a todos!” [88]

5. “Dios es luz que ilumina las tinieblas y que aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra especie termine, no terminará la luz de Dios que en ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos”. [89]

6. “El Paraíso, más que de un lugar, se trata de un estado del alma, en el cual nuestras expectativas más profundas serán cumplidas de manera superabundante y nuestro ser, como criaturas y como hijos de Dios, alcanzará la plena maduración. ¡Seremos finalmente revestidos de la alegría, de la paz y del amor de Dios en modo completo, sin más ningún límite, y estaremos cara a cara con Él! ¡Es bello pensar esto! Pensar en el cielo. Todos nosotros nos encontraremos allí. Todos, todos, allí, todos”. [90]

7. “En virtud de la comunión de los santos, de esta unión, cada miembro de la Iglesia está unido a mí de forma profunda (…) y esta unión es tan fuerte que no puede romperse ni siquiera por la muerte. (…) en Cristo nadie puede nunca separarnos verdaderamente de aquellos que amamos porque la unión es una unión existencial, una unión fuerte que está en nuestra misma naturaleza; (…) ‘Padre, pensemos en aquellos que han renegado de la fe, que son apóstatas, que son los perseguidores de la Iglesia, que han renegado su bautismo: ¿también estos están en casa?’. Sí, también estos, también los blasfemos, todos. Somos hermanos: esta es la comunión de los santos. La comunión de los santos mantiene unida la comunidad de los creyentes en la tierra y en el Cielo.” [91]

8. “El don es el amor de Dios, un Dios que no puede separarse de nosotros. Esa es la impotencia de Dios. Nosotros decimos: ‘¡Dios es poderoso, lo puede todo!’ Menos una cosa: ¡separarse de nosotros! En el Evangelio esa imagen de Jesús que llora sobre Jerusalén, nos hace comprender algo de este amor. ¡Jesús ha llorado! Ha llorado sobre Jerusalén y en ese llanto está toda la impotencia de Dios: su incapacidad de no amar, de separarse de nosotros. (…) El más malo, el más blasfemador es amado por Dios, con una ternura de padre, de papá. (…) Dios llora por los malvados, que hacen tantas cosas feas, tanto mal a la humanidad. Espera, no condena, llora. ¿Por qué? ¡Porque ama!” [92]

9. “Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Éste es mi Ser.” [93]

La influencia de Teilhard de Chardin [94]

El modernismo no es otra cosa que la ancestral y multifacética gnosis panteísta y evolucionista, revestida de un lenguaje cristiano para despistar a los incautos. Su principal exponente del siglo pasado fue el jesuita francés Pierre Teilhard de Chardin. Repasemos brevemente las características más salientes del personaje, pues su influencia en la corriente progresista ha sido determinante, desde incluso antes del CVII, y su gnosticismo evolutivo-panteísta encaja perfectamente con la doctrina modernista profesada por los artifices del concilio y sus diferentes reformas.

Primeramente transcribo el Monitum del Santo Oficio del 30/06/1962 sobre la obra del sacerdote francés:

“Varias obras del P. Pierre Teilhard de Chardin, algunas de las cuales fueron publicadas en forma póstuma, están siendo editadas y están obteniendo mucha difusión. Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica. Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores.” [95]

En segundo lugar, brindo una breve síntesis de sus errores:

“L'Osservatore Romano del 30 de junio/1 de julio de 1962 publicaba ese monitum, acompañándolo de un extenso artículo sin firma titulado “Pierre Teilhard de Chardin e il suo pensiero sul piano filosofico e religioso”. En ese artículo se afirma que Teilhard incurre en una indebida transposición al plano metafísico y teológico de términos y conceptos tomados del evolucionismo, incurriendo así en diversos graves errores. Concretamente se indican: 1. Un defectuoso concepto de creación, que no salva la gratuidad del acto creador ni la ausencia de un sujeto preexistente. 2. Puntos débiles en la descripción de las relaciones entre Dios y el cosmos, no dejando clara la trascendencia divina. 3. Una extraña presentación de Cristo, como parte del cosmos, que no salva la gratuidad de la Encarnación. 4. Ignorancia de los límites entre la materia y el espíritu. 5. Una concepción insuficiente del pecado, que queda reducido más bien a algo de carácter colectivo. 6. Una concepción naturalista de la ascesis y del sentido de la vida cristiana.” [96]

Por último, he aquí una carta extraordinariamente reveladora del modus operandi de los modernistas, escrita a un ex dominico que, a raíz de la encíclica Humani Generis, había abandonado la Iglesia para unirse a los “viejos católicos”, y que escribió a Teilhard invitándolo a seguirlo:

“Esencialmente considero como usted que la Iglesia (como toda realidad viviente al cabo de cierto tiempo) llega a un periodo de muda o reforma necesaria. Al cabo de dos mil años, es inevitable. La humanidad está en trance de mudar. ¿Cómo no debería hacerlo el cristianismo? Más precisamente, considero que la Reforma en cuestión (mucho más profunda que la del siglo XVI) no es simple cosa de instituciones o de costumbres, sino de Fe. De alguna manera, nuestra imagen de Dios se ha desdoblado: transversalmente (si se puede decirlo así) al Dios tradicional y trascendente de lo En Alto, surge para nosotros una especie de Dios de lo En Adelante, desde hace un siglo, en dirección a algún 'ultra-humano'. A mi juicio, todo está ahí. Se trata para el hombre de repensar a Dios en términos, no ya de Cosmos, sino de Cosmogénesis: un Dios que no se adora y que no se alcanza más que a través del acatamiento de un Universo que él ilumina y “amoriza” (e irreversibiliza) desde dentro. Sí, lo En Alto y lo En Adelante se sintetizan en un Por-Dentro.

Ahora bien, ese gesto fundamental de engendrar una nueva Fe para la Tierra (Fe en lo En Alto combinada con la fe en lo En Adelante), sólo, yo creo (e imagino que usted es de mi parecer), sólo el cristianismo puede hacerlo, a partir de la asombrosa realidad de su Cristo-Resucitado: no entidad abstracta, sino objeto de una amplia corriente mística, extraordinariamente adaptable y viva. Estoy convencido: es de una Cristología nueva extendida a las dimensiones orgánicas de nuestro nuevo Universo de donde se apresta a salir la Religión de mañana.

Esto establecido (y es aquí donde nosotros diferimos: pero ¿no procede la vida por buenas voluntades titubeantes?), esto establecido, yo no veo en ningún caso medio mejor para mí, para promover eso que anticipo, que trabajar en la reforma (tal como antes la he definido) desde dentro: es decir, en adhesión sincera al phylum del que espero su desarrollo. Muy sinceramente (¡y sin querer criticar su gesto!) sólo en el tallo romano, tomado en su integridad, veo el soporte biológico suficientemente vasto y diferenciado para obrar y soportar la transformación esperada. Y esto no es pura especulación. Desde hace cincuenta años, he visto de demasiado cerca, en torno a mí, revitalizarse el pensamiento y la vida cristiana -a pesar de toda Encíclica- para no tener una inmensa confianza en los poderes de reanimación del viejo tallo romano. Trabajemos cada uno por nuestra parte. Todo lo que sube converge. Muy cordialmente suyo, Teilhard de Chardin.”
[98]

Inquietantes palabras que hacen pensar en otras pronunciadas nada menos que por el entonces Cardenal Giovanni Battista Montini, en una conferencia dada en Turín, el 27 de marzo de 1960 -tres años antes de convertirse en “Pablo VI”-, intitulada “Religión y trabajo”, las que muestran una notable coincidencia con las elucubraciones “teológicas” del jesuita francés:

“¿Acaso el hombre moderno no llegará un día, a medida que sus estudios científicos progresen y descubran leyes y realidades ocultas bajo el rostro mudo de la materia, a prestar oídos a la maravillosa voz del espíritu que palpita en ella? ¿No será ésa la religión del mañana? El mismísimo Einstein previó la espontaneidad de una religión del universo.” [99]

Por todo esto es que el Padre Philippe de la Trinité O.C.D. pudo decir respecto al pensamiento de Teilhard de Chardin que:

“el teilhardismo es, en el fondo, una deformación del cristianismo, metamorfoseado en evolucionismo monista y panteísta.” [100]

Veamos a continuación cuál es la valoración que han efectuado los tres últimos “Vicarios de Cristo” acerca de este insigne heresiarca.

Teilhard de Chardin y los tres últimos Papas

FRANCISCO [101]


“La Misa es acción de gracias, “eucaristía”. Celebrarla en esta tierra me ha hecho recordar la oración del padre jesuita Pierre Teilhard de Chardin, elevada a Dios hace exactamente cien años, en el desierto de Ordos, no muy lejos de aquí. Dice así: “Me prosterno, Dios mío, ante tu Presencia en el Universo, que se ha hecho ardiente, y en los rasgos de todo lo que encuentre, y de todo lo que me suceda, y de todo lo que realice en el día de hoy, te deseo y te espero”. El padre Teilhard trabajaba en investigaciones geológicas. Deseaba ardientemente celebrar la Santa Misa, pero no tenía consigo ni pan ni vino. Fue entonces cuando compuso su “Misa sobre el mundo”, expresando su ofrenda de este modo: “Recibe, Señor, esta Hostia total que la Creación, atraída por Ti, te presenta en esta nueva aurora”. Y una oración similar había nacido ya en él durante la Primera guerra mundial, mientras estaba en el frente, ejerciendo como camillero. Este sacerdote, a menudo incomprendido, había intuido que “la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo” y que es “el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vida inagotable” (Laudato Si’, 236), incluso en un tiempo de tensiones y de guerras como el nuestro. Recemos hoy, por tanto, con las palabras del Padre Teilhard: “Verbo resplandeciente, Potencia ardiente, Tú que amasas lo múltiple para infundirle tu vida, abate sobre nosotros, te lo ruego, tus manos poderosas, tus manos previsoras, tus manos omnipresentes.” [102]

Seguidamente encontrarán un elenco de breves citas tomadas de la encíclica Laudato Si’ [103], afines con las doctrinas panteístas profesadas por el jesuita francés:

1. “[…] estamos llamados a aceptar el mundo como sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global.” § 9

2. “[…] Si bien el cambio es parte de la dinámica de los sistemas complejos, la velocidad que las acciones humanas le imponen hoy contrasta con la natural lentitud de la evolución biológica.” § 18

3. “El ser humano, si bien supone también procesos evolutivos, implica una novedad no explicable plenamente por la evolución de otros sistemas abiertos.” § 81

4. “[Dios], de algún modo, quiso limitarse a sí mismo al crear un mundo necesitado de desarrollo, donde muchas cosas que nosotros consideramos males, peligros o fuentes de sufrimiento, en realidad son parte de los dolores de parto que nos estimulan a colaborar con el Creador.” § 80

5. “El fin de la marcha del universo está en la plenitud de Dios, que ya ha sido alcanzada por Cristo resucitado, eje de la maduración universal.” § 83

6. “Podemos decir que, junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en la sagrada Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche. Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a reconocerse a sí mismo en la relación con las demás criaturas: yo me autoexpreso al expresar el mundo; yo exploro mi propia sacralidad al intentar descifrar la del mundo.” § 85

7. “[…] estamos llamados a aceptar el mundo como sacramento de comunión […] Es nuestra humilde convicción que lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta.” § 9

8. “[…] no siempre los cristianos hemos recogido y desarrollado las riquezas que Dios ha dado a la Iglesia, donde la espiritualidad no está desconectada del propio cuerpo ni de la naturaleza o de las realidades de este mundo, sino que se vive con ellas y en ellas, en comunión con todo lo que nos rodea.” § 216

9. “[las creaturas] avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo.” § 83

10. “[…] todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde.” § 89

11. “No puede ser real un sentimiento de íntima unión con los demás seres de la naturaleza si al mismo tiempo en el corazón no hay ternura, compasión y preocupación por los seres humanos. […] Todo está conectado. Por eso se requiere una preocupación por el ambiente unida al amor sincero hacia los seres humanos y a un constante compromiso ante los problemas de la sociedad.” § 91

BENEDICTO XVI [104]

1. “[Dios] Pudo así crear también en la resurrección una nueva dimensión de la existencia, pudo colocar, como dice Teilhard de Chardin, más allá de la biosfera y de la noosfera, una esfera nueva en la que el hombre y el mundo llegan a la unidad con Dios.” [105]

2. “La función del sacerdocio es consagrar el mundo para que se transforme en hostia viva, para que el mundo se convierta en liturgia: que la liturgia no sea algo paralelo a la realidad del mundo, sino que el mundo mismo se transforme en hostia viva, que se convierta en liturgia. Es la gran visión que tuvo también Teilhard de Chardin: al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en la que el cosmos se convierta en hostia viva.” [106]

3. “La creación con todos sus dones aspira, más allá de sí misma, hacia algo todavía más grande. Más allá de la síntesis de las propias fuerzas, y más allá de la síntesis de la naturaleza y el espíritu que en cierto modo experimentamos en ese trozo de pan, la creación está orientada hacia la divinización, hacia las santas bodas, hacia la unificación con el Creador mismo.” [108]

4. “Un teólogo alemán dijo una vez con ironía que el milagro de un cadáver reanimado -si es que eso hubiera ocurrido verdaderamente, algo en lo que no creía- sería a fin de cuentas irrelevante para nosotros porque, justamente, no nos concierne. En efecto, el que solamente una vez alguien haya sido reanimado, y nada más, ¿de qué modo debería afectarnos? Pero la resurrección de Cristo es precisamente algo más, una cosa distinta. Es -si podemos usar por una vez el lenguaje de la teoría de la evolución- la mayor mutación, el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos: un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la histori.” [109]

JUAN PABLO II

1. “Cuando pienso en la Eucaristía, mirando mi vida de sacerdote, de Obispo y de Sucesor de Pedro, me resulta espontáneo recordar tantos momentos y lugares en los que he tenido la gracia de celebrarla. Recuerdo la iglesia parroquial de Niegowic donde desempeñé mi primer encargo pastoral, la colegiata de San Florián en Cracovia, la catedral del Wawel, la basílica de San Pedro y muchas basílicas e iglesias de Roma y del mundo entero. He podido celebrar la Santa Misa en capillas situadas en senderos de montaña, a orillas de los lagos, en las riberas del mar; la he celebrado sobre altares construidos en estadios, en las plazas de las ciudades. Estos escenarios tan variados de mis celebraciones eucarísticas me hacen experimentar intensamente su carácter universal y, por así decir, cósmico. ¡Sí, cósmico! Porque también cuando se celebra sobre el pequeño altar de una iglesia en el campo, la Eucaristía se celebra, en cierto sentido, sobre el altar del mundo.[110] Ella une el cielo y la tierra. Abarca e impregna toda la creación. […] Verdaderamente, éste es el mysterium fidei que se realiza en la Eucaristía: el mundo nacido de las manos de Dios creador retorna a Él redimido por Cristo.” [111]

2. “La Encarnación de Dios-Hijo significa asumir la unidad con Dios no sólo de la naturaleza humana sino asumir también en ella, en cierto modo, todo lo que es ‘‘carne’’ toda la humanidad, todo el mundo visible y material. La Encarnación, por tanto, tiene también su significado cósmico y su dimensión cósmica. El ‘‘Primogénito de toda la creación’’, al encarnarse en la humanidad individual de Cristo, se une en cierto modo a toda la realidad del hombre, el cual es también ‘‘carne’’, y en ella a toda ‘‘carne’’ y a toda la creación.” [112]

CONCLUSIÓN

En consideración de lo expuesto queda establecida la radical heterodoxia de los “aportes doctrinales” efectuados por el CVII y por los “papas conciliares” en materia de “libertad religiosa”, “ecumenismo” y “diálogo interreligioso”. Y, teniendo en cuenta que la infalibilidad que la Iglesia posee en materia de fe le es comunicada por Cristo a través de sus legítimos Vicarios, se vuelve inevitable el cuestionamiento del estatuto y la naturaleza de dichos pontífices.

A quien pudiera escandalizarse ante esta eventualidad, le haría dos observaciones. La primera de ellas es que lo único realmente escandaloso es lo que viene sucediendo en la Iglesia desde el CVII: la manifestación progresiva del misterio de iniquidad, que terminará concretándose, cuando llegue a su apogeo, con la “abominación de la desolación en el lugar santo”, como nos advirtiera Nuestro Señor en su discurso escatológico, retomando la expresión del profeta Daniel. Creo haber brindado suficientes testimonios que lo demuestran a lo largo de esta publicación.

En segundo lugar, le haría notar que lo que está aconteciendo, por perturbador e inaudito que sea, es algo acerca de lo cual hemos sido debidamente alertados. ¿O acaso San Pablo no nos advirtió que, antes de la Parusía, deberá producirse la “apostasía”, seguida del advenimiento del “hombre de pecado, el hijo de perdición”, es decir, del Anticristo? (II Tes., 2). Y Nuestro Señor, en su discurso escatológico, ¿no nos anticipó que, en los tiempos previos a su retorno, surgirían “falsos profetas” y “falsos cristos” (Mt. 24), los que, de ser esto posible, engañarían incluso a los elegidos?

En mi opinión, éste es el punto en el que nos encontramos. Esto implica que la naturaleza de esta crisis inédita que atraviesa la Iglesia reviste un inconfundible sesgo escatológico. Ser conscientes de esto nos confiere la certeza de que “las puertas del infierno” no han prevalecido en absoluto sobre Ella -como muchos alegan escandalizados ante este panorama sobrenatural que intento describir-, sino que, actualmente, el Cuerpo Místico de Cristo está sufriendo su pasión, previa a su muerte y posterior resurrección, a semejanza de lo acaecido hace dos mil años con el cuerpo físico de Cristo.

Esta crisis terminal, a no dudarlo, no hará sino agravarse, hasta llegar a su punto culminante bajo el reino del Anticristo, del cual nos librará, tras unos pocos años de tribulación y de testimonio público de nuestra fe, Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, mediante su intervención directa, con ocasión del Juicio de las Naciones -el célebre Dies Irae-, seguido de su segunda venida gloriosa, para restaurar todas las cosas…

ANEXO I

Ceguera espiritual y misterio de iniquidad
- 04/08/2024

“Se trata de un ejemplo paradigmático de un entorno que parece ir engrosándose. Pensemos, aparte de los lefebvrianos y sedevacantistas, en los casos, en Italia, de un Enrico Maria Radaelli, de un Roberto de Mattei, de un Andrea Cionci, de un Aldo Maria Valli, de un Serafino Lanzetta; y pensemos, en Argentina, en los casos -ciertamente de mayor o menor gravedad, y cada uno de ellos con sus particulares matices- de monseñor Héctor Aguer, de Javier Olivera Ravasi, de Antonio Caponnetto, o bien, ya en un nivel más burdo y menos atendible, los casos de personajes como Rubén Peretó Rivas o Alejandro Sosa Laprida.” Linum Fumigans, “Enemigos de los Papas del post concilio”, 31/07/2024.

La incapacidad en la que se encuentra la mayor parte del clero para comprender la naturaleza y el alcance de la presente crisis eclesial es algo realmente pasmoso. En vano esgrimirá uno, entre muchísimos otros casos que la ilustran, la incalificable anomalía que constituyen las asambleas interreligiosas de oración por la paz de Asís [113] -convocadas por los tres últimos papas, en aplicación de los documentos conciliares-, el Novus Ordo Missae [114] “fabricado” prácticamente ex nihilo junto a pastores protestantes en una óptica “ecuménica”, el culto rendido a la “Pachamama” en el Vaticano [115], o la inaudita bendición del concubinato y la sodomía autorizadas por la declaración Fiducia …
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