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Maranatha, Ven señor Jesús

La reciente desacralización de un templo en Barcelona, para construir una biblioteca, recuerda un hecho similar acaecido en Mexico, por orden de la jefa del nuevo gobierno y las quemas de iglesias por todo el mundo, de Canada a Chile, de París a Australia o la desacralización de templos convertidos en cervecerías, restaurantes hoteles o discotecas, similares a un evento que acaeció en tiempos de Ezequiel -sobre el año 597 a.C.-, cuando el profeta se encontraba desterrado en Babilonia, a cientos de kilómetros de Jerusalén.
La espectacular descripción que Ezequiel hace, del momento en que la gloria de Dios abandona el templo construido por Salomón, esa Gloria, tras salir del Tabernáculo y antes de subir al Cielo, se detiene en el Monte de los Olivos, en la parte oriental de la ciudad, al este del templo (Ez. 11,23): el mismo lugar donde Nuestro Señor profetizó el segundo abandono de la Gloria de Dios -la de Él- por parte de su pueblo (Lc. 19,42-44). Vaciados de la Presencia de Dios, del Padre en el primer caso, y del Hijo en el segundo, el destino de ambos templos -el de Salomón y el de Herodes-, erigidos sobre el monte en el que Abraham iba a sacrificar a Isaac, quedó fatalmente sellado: y convertido en «un montón de ruinas y una guarida de chacales» (Jer. 8,11).
Jesús morirá fuera de la muralla de Jerusalén, de espaldas a la ciudad santa de los judíos, y su mirada desde la cruz se dirigirá hacia el horizonte de un nuevo pueblo, porque como anunció días antes:
«se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos» (Mt. 21,43).
Quien sabe dónde esté hoy día ese pueblo que da Frutos, porque no se ve por ninguna parte. La causa por la que la Gloria de Dios abandona el Templo es la idolatría, tanto de laicos como de consagrados. Nos narra el Cap. 8 del Libro de Ezequiel que la mano de fuego de YHWH le agarró por el cabello, mientras rezaba con los ancianos de Israel, y le transportó extáticamente hacia Jerusalén, ciudad en la que contempló la Gloria de Dios (Ez. 8,4). Pero la luz de esa Gloria, le fue desvelando las diversas idolatrías de la ciudad y del pueblo, hasta las implementadas en el mismo templo, por los pontífices y sacerdotes:
«Las grandes abominaciones que la casa de Israel comete aquí para alejarme del Santuario» (Ez. 8,6).
Roma se convirtió y ese pueblo convertido dio frutos que perduran hasta hoy, aun cuando se marchitan. Y nuevamente Dios es expulsado por los idólatras del templo, el cielo lo anuncia con rayos de indignación, una nube que oculta su grandeza, y con una alborada en el cielo, eclipses, lunas rojas, terremotos y toda clase de advertencias, pero nadie parece querer ver.
Tebas tenía una magnífica herencia militar, pero estaban obsoletas y no podía competir con Alejandro Magno de Macedonia. La ciudad fue arrasada y la población superviviente dispersada. Cartago, un próspero centro comercial de 500.000 habitantes,Tras El largo asedio romano de la Tercera Guerra Púnica provocó la muerte o el hambre de 450.000 cartagineses, los supervivientes fueron vendidos como esclavos, la ciudad arrasada y la tierra quedó inhabitable durante un siglo.
El Imperio Bizantino, sucesor de Roma en Oriente, sobrevivió durante un milenio gracias a una tecnología militar superior, fortificaciones inexpugnables y confianza en la protección del cielo. En 1453, un estado bizantino encogido y vicioso no podía contar con ninguna de estas ventajas, ni con ninguna ayuda real del Occidente cristiano. Pero, no obstante, se aferró a la creencia en el manto del cielo y en su propia capacidad para resistir a los Musulmanes. El resultado no fue simplemente la derrota, sino el borrado de cualquier presencia griega y cristiana significativa en Constantinopla.
En cuanto a los aztecas, malinterpretaron fatalmente las intenciones de los españoles, así como el odio de sus “aliados” conquistados que cambiaron de bando y lucharon junto a los conquistadores, los sacrificios humanos y el canibalismo practicados por los aztecas (más de 20.000 cautivos eran masacrados ritualmente cada año) horrorizó a los españoles, del mismo modo que la práctica cartaginesa del sacrificio de niños había enfurecido a los romanos. Al final, a pesar de la fuerza masiva de los ejércitos aztecas, armados con la letal obsidiana que cortaba cabezas sin esfuerzo, un pequeño grupo de españoles capturó Tenochtitlán, la hermosa capital azteca.
La historia nunca se repite, pero los patrones de pensamiento y comportamiento humanos se repiten todo el tiempo.
La civilización moderna se enfrenta a una paradoja tóxica. Cuanto más desarrolla la capacidad de eliminar a los enemigos en tiempos de guerra, más desarrolla una presunción de que la guerra total es un ejercicio obsoleto. La misma arrogancia que postula que se pueden crear herramientas complejas de destrucción masiva, pero nunca utilizarlas, también alimenta la fatal vanidad de que la guerra en sí misma es un anacronismo y ya no es una preocupación existencial.
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Marcelo Fernando de Argentina
Gracias Bottega!!!!!!!