Carta al Papa Benedicto XVI por Alberto Villasana

Carta al Papa Benedicto XVI por Alberto Villasana

Beatísimo Padre:
El 17 de diciembre de 2012 los cardenales Herranz, Tomko y De Giorgi te entregaron el expediente con los resultados de la investigación que les pediste realizar acerca de las filtraciones de documentos confidenciales conocidas como "Vatileaks" y acerca, sobre todo, de la amenaza de muerte que había contra tu persona, filtrada al periódico "Il Fatto Quotidiano", y de la cual te había informado en su momento el cardenal Darío Castrillón.
Al constatar que, efectivamente, altos prelados dentro de El Vaticano, pertenecientes a la logia de la masonería eclesiástica, habían tomado la decisión de matarte, tú te resolviste a renunciar. A los pocos días comunicaste a tu hermano, el sacerdote Georg Ratzinger, que abandonarías la Sede de Pedro pues nunca imaginaste conocer "ese rostro de la Iglesia". Antes de las Navidades ya habías decidido renunciar, si bien lo diste a conocer públicamente hasta el 11 de febrero de 2013.

No es que hayas tenido miedo de perder la vida, pues sabemos que desde tu nombramiento como cardenal prometiste estar dispuesto a dar la vida por Cristo, pero lo hiciste por el bien de la Iglesia, al considerar que si de hecho lograban asesinarte, tu muerte habría ocasionado un terremoto, desatando una pugna infernal de influencias y maniobras turbias derivadas de los antagonismos internos en la curia de cara a la sucesión. No por temor a la muerte, sino por el posible daño que ésta hubiera causado a la Iglesia, decidiste que era mejor hacerte a un lado para desmontar las amenazas y adelantar una sucesión pacífica. Y, de suyo, sí lo lograste.

En un Informe que elaboró el sacerdote jesuita Arnaldo Zenteno, publicado el 9 de abril de 2013 en grupobasesfys.blogspot.mxseñalaba que, cuando el recién electo Papa Francisco fue a verte a Castel Gandolfo, le confiaste eso mismo: que una de las causas que influyeron en tu renuncia fueron las amenazas que recibiste, pues pudiste constatar que ya se había tomado la decisión de matarte.

En este sentido, Santo Padre, si bien es cierto que en tu declaración expresaste renunciar "libremente", el hecho es que en mayor o menor medida fuiste forzado por la presión de una fuerte acometida, por lo que tu libertad, según la doctrina canónica, fue condicionada "in radice". Si bien tomaste la decisión de renunciar de acuerdo a las facultades que te concede el Código de Derecho Canónico, la tomaste bajo la coacción de una violencia moral, lo cual, Beatísimo Padre, invalidó desde la raíz tu decisión última y acabó por hacer inválido el acto que realizaste.

Hay que reconocer que si bien la Iglesia ha considerado siempre una ley sagrada que la elección de un Papa es ad vitam, es bueno que el Derecho Canónico contemple la posibilidad de la renuncia para casos de extrema gravedad, como puede ser el exilio, la persecución u otra causa grave. En este sentido, la renuncia prevista en el Canon 332 del C.D.C. es como una puerta de salida de emergencia, y es conveniente que exista, tanto así que esa salida te ayudó, Beatísimo Padre, a huir de la amenaza que se cernía sobre tu persona y sobre la Iglesia.

El hecho es, Santo Padre, que al estar el acto viciado de raíz, por esa violencia moral, tu renuncia fue canónicamente nula por inexistencia. Por lo tanto, nunca hubo sede vacante y el cónclave que le siguió fue totalmente inválido.

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