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XI Martes del Tiempo Ordinario. Ciclo B. Recordando el Evangelio diario de Mons. Fabio Martínez florycanto Primer Libro de los Reyes 21,17-29. Después que murió Nabot, la palabra del Señor llegó a …Más
XI Martes del Tiempo Ordinario. Ciclo B. Recordando el Evangelio diario de Mons. Fabio Martínez
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Primer Libro de los Reyes 21,17-29.
Después que murió Nabot, la palabra del Señor llegó a Elías, el tisbita, en estos términos:
"Baja al encuentro de Ajab, rey de Israel en Samaría. Ahora está en la viña de Nabot: ha bajado allí para tomar posesión de ella.
Tú le dirás: Así habla el Señor: ¡Has cometido un homicidio, y encima te apropias de lo ajeno! Por eso, así habla el Señor: En el mismo sitio donde los perros lamieron la sangre de Nabot, allí lamerán tu sangre".
Ajab respondió a Elías: "¡Me has sorprendido, enemigo mío!". "Sí, repuso Elías, te he sorprendido, porque te has prestado a hacer lo que es malo a los ojos de Señor.
Yo voy a atraer la desgracia sobre ti: barreré hasta tus últimos restos y extirparé a todos los varones de la familia de Ajab, esclavos o libres en Israel.
Dejaré tu casa como la de Jeroboám, hijo de Nebat, y como la de Basá, hijo de Ajías, porque has provocado mi indignación y has hecho pecar a Israel.
Y el Señor también ha hablado contra Jezabel, diciendo: Los perros devorarán la carne de Jezabel en la parcela de Izreel.
Al de la familia de Ajab que muera en la ciudad, se lo comerán los perros, y al que muera en despoblado, se lo comerán los pájaros del cielo".
No hubo realmente nadie que se haya prestado como Ajab para hacer lo que es malo a los ojos del Señor, instigado por su esposa Jezabel.
El cometió las peores abominaciones, yendo detrás de los ídolos, como lo habían hecho los amorreos que el Señor había desposeído delante de los israelitas.
Cuando Ajab oyó aquellas palabras, rasgó sus vestiduras, se puso un sayal sobre su carne, y ayunó. Se acostaba con el sayal y andaba taciturno.
Entonces la palabra del Señor llegó a Elías, el tisbita, en estos términos:
"¿Has visto cómo Ajab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante de mí, no atraeré la desgracia mientras él viva, sino que la haré venir sobre su casa en tiempos de su hijo".

Salmo 51(50),3-4.5-6a.11.16.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad,
por tu gran compasión, borra mis faltas!
¡Lávame totalmente de mi culpa
y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas
y mi pecado está siempre ante mí.
Contra ti, contra ti sólo pequé
Aparta tu vista de mis pecados

y borra todas mis culpas.
¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío,
y mi lengua anunciará tu justicia!

Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores;
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos?
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.

San León Magno (¿-c. 461)

papa y doctor de la Iglesia
Sermón para la Epifanía (Lectures chrétiennes pour notre temps, Abbaye d'Orval, 1972), trad. sc©evangelizo.org

El que ama es habitado por Dios
El que desea saber si Dios habita en él, ese Dios “admirable en sus santos” (cf. Sal 67,36), que con un examen sincero escrute su corazón profundo. Busque en él atentamente si con humildad resiste al orgullo, si con benevolencia combate a la envidia y en qué medida no se deja tomar por las lisonjas, alegrándose con el bien de los otros. Que escrute si no desea devolver mal por mal, si prefiere no vengar las injurias para no perder la imagen y semejanza con su Creador. Ese Creador que llama a todos los hombres a conocerlo por las bondades que prodiga, haciendo “llover sobre justos e injustos y brillar su sol sobre los buenos y los malvados” (Mt 4,45). Para que esta búsqueda no se agote en un examen escrupuloso de múltiples puntos, que se pregunte si en los repliegues de su corazón se encuentra la madre de todas las virtudes: la caridad. Si encuentra su corazón tendido entero hacia el amor de Dios y del prójimo, hasta querer que sus enemigos reciban ellos también los bienes que desea para sí mismo, no puede dudar que Dios lo dirige y lo habita. Lo recibe tan magníficamente que no se glorifica en sí mismo, sino en el Señor (cf. 1 Cor 1,31).