Situación extraordinaria. Medida extraordinaria.
Fue verdaderamente desolador contemplar la distribución de la Sagrada Comunión en la Santa Misa oficiada por el Santo Padre en Manila. Lo ocurrido es un verdadero atentado a la autoridad de la Iglesia y a sus normas y prohibiciones respecto a la distribución de la Sagrada Comunión. Fue una profanación del Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
Cuando se desobedecen las normas sólo puede derivarse el error y con él el escándalo. Pues eso fue lo ocurrido, un verdadero escándalo. Cuando la Iglesia establece unas normas claras y unas prohibiciones, también, claras, son para proteger la dignidad del Santo Sacramento, para defenderlo de cualquier profanación, y también para ayudar a la inteligencia de los fieles sobre la realidad y gravedad de lo que se está haciendo: recibir el Divinísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
Pero aún más. A lo doloroso de lo ocurrido, al escándalo de muchísimos católicos por la profanación del Cuerpo de Nuestro Señor, al violar las normas establecidas, se une la incomprensible defensa de lo ocurrido por parte de un Obispo filipino, y el apoyo a éste de la Conferencia Episcopal Filipina. ¿Cómo un Obispo puede justificar una forma de distribuir la Sagrada Comunión que contradice la autoridad de la Iglesia, que viola flagrantemente las normas dadas por ella en materia tan sensible y tan relevante para la fe católica? Pero, ¿cómo es posible que en vez de salir voces que contradigan al Sr. Obispo y recuerden la verdad de la Iglesia en esta materia, que salgan en defensa de la dignidad de Nuestro Señor Jesucristo, los obispos filipinos agrupados anónimamente entorno a la Conferencia Episcopal apoyen tales medidas?
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Cuando se desobedecen las normas sólo puede derivarse el error y con él el escándalo. Pues eso fue lo ocurrido, un verdadero escándalo. Cuando la Iglesia establece unas normas claras y unas prohibiciones, también, claras, son para proteger la dignidad del Santo Sacramento, para defenderlo de cualquier profanación, y también para ayudar a la inteligencia de los fieles sobre la realidad y gravedad de lo que se está haciendo: recibir el Divinísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
Pero aún más. A lo doloroso de lo ocurrido, al escándalo de muchísimos católicos por la profanación del Cuerpo de Nuestro Señor, al violar las normas establecidas, se une la incomprensible defensa de lo ocurrido por parte de un Obispo filipino, y el apoyo a éste de la Conferencia Episcopal Filipina. ¿Cómo un Obispo puede justificar una forma de distribuir la Sagrada Comunión que contradice la autoridad de la Iglesia, que viola flagrantemente las normas dadas por ella en materia tan sensible y tan relevante para la fe católica? Pero, ¿cómo es posible que en vez de salir voces que contradigan al Sr. Obispo y recuerden la verdad de la Iglesia en esta materia, que salgan en defensa de la dignidad de Nuestro Señor Jesucristo, los obispos filipinos agrupados anónimamente entorno a la Conferencia Episcopal apoyen tales medidas?
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